En una sala a oscuras y casi vacía, cerca de Avenida Corrientes y Nueve de Julio (el viejo Cine Arte del microcentro porteño), dos almas solitarias -un librero y una correctora editorial- ven películas en blanco y negro. El cine proyecta clásicos de Howard Hawks (maestro de la screwball comedy, en este caso Ayuno de Amor) o Billy Wilder (dirigiendo a la mítica Dietrich en Testigo de Cargo). A la salida de la función, un amor imposible está a punto de nacer. El encuentro se repetirá, cada semana, café de por medio en el bar New Brighton y con una condición: olvidarse de sí mismos y simular ser otra persona. Porque cada cita representa una posibilidad de ser.
Casi una década después de su última incursión con Mecánica Popular, Alejandro Agresti regresa a la gran pantalla, y lo hace con un film notable, nostálgico y existencial, que ofrece entrañables guiños de metaficción al oficio actoral y a la vocación de escritor como instrumento a metaforizar respecto al paso del tiempo, los lazos afectivos y lo azaroso del destino. Los siempre atractivos mundos del cine y la literatura confluyen en este drama romántico situado en la Buenos Aires de fines de los años ’90.
Los términos de un contrato de común acuerdo indican que la regla número uno prohíbe revelar la verdadera identidad. Como Marlon Brando y Maria Schneider en Último Tango en París, no dirán sus nombres, aunque la presente se trate de una relación de muy distinta naturaleza en comparación a aquella. Esclavos de la realidad, preferible es atreverse a inventar el propio mundo; al fin, todos somos un poco actores queriendo conformar a nuestra audiencia. Pongamos que hablamos de Irene (Eleonora Wexler) y de Buzz (Luis Rubio). Como dos extraños, le pondrán palabras a otra dimensión posible, dejando espacio para la pausa: el silencio sabrá explicar lo importante. Y es así como se dispondrán a contar una historia que tratará de todo menos de ellos: se trata de dejar volar la imaginación. ‘No importa tu nombre…’, cantaba Spinetta en “¿Qué ves el cielo?”.
La cámara de Agresti inspecciona rostros que se reflejan sobre espejos, escudriña miradas que se prestan al juego de seducción. Cada plano y contraplano constituye una lección de cine, y de cada escena se desprenden poderosos simbolismos. Capturado por la lente, hay alguien que, abstraído por completo de su entorno, escribe; hay quien escribe lo que desea llegar a ser. Porque todos tenemos una fantasía por creernos y expectativas por llenar, al menos durante un lapso de tiempo.
A medida que los encuentros -y desencuentros- se suceden, el contexto social nos sitúa en precisas coordenadas. De cara al nuevo milenio, la mano viene dura y atestiguamos las ruinas de un país en quiebra. Argentina, 2001, que el déficit no sea de ilusiones, es hora de compartirlas. Otra vez es jueves (día de estrenos) y se hace de noche, a esas horas donde la gente está repleta de sus vacíos. La pregunta es si los protagonistas de este singular vínculo podrán ayudarse a ser (y hacer realidad) lo que por separado soñaron. ¿Quién se animará a contar lo que en verdad ocurrió? La escritura comunica a otro lo que a uno ocurre; solo así aflora el secreto de lo verdadero.
Lo que Quisimos Ser es una bellísima película que se apoya, de principio a fin, en los inmensos retratos que brindan dos extraordinarios Wexler y Rubio. En la química de sendos estupendos intérpretes descansa la superlativa calidad de una obra dueña de una magia conmovedora y perteneciente a una estirpe de infrecuente hallazgo en nuestro cine.
Título: Lo que quisimos ser.
Título original: Idem.
Dirección: Alejandro Agresti.
Intérpretes: Luis Rubio, Eleonora Wexler, Antonio Agresti, Carlos Gorosito y Juan Carlos Kuznir.
Género: Drama, Romance, Comedia. Calificación: Apta para todo público.
Duración: 84 minutos.
Origen: Argentina/ Francia.
Año de realización: 2024.
Distribuidora: Cine Tren.
Fecha de estreno: 24/10/2024.
Puntaje: 9 (nueve)