Por Iara Reboredo
Si hay algo que caracteriza a Woody Allen es su capacidad para entrelazar el drama con el romance a través de personajes con crisis existenciales y escenas fugaces. Como era de esperarse, Golpe de suerte en París no es la excepción. La última propuesta del director neoyorquino despliega los ingredientes que le son más familiares: relaciones complicadas, giros argumentales y un estilo de escritura inconfundible. Con una ambientación increíble, la película parece fluir como una charla que, a pesar de su sencillez, se va haciendo cada vez más escabrosa a medida que avanza; creo que eso es lo que marca el estilo de Allen: complejizar lo sencillo.
La trama sigue a Fanny (Lou de Laâge) y Jean (Melvil Poupaud), una pareja parisina que parece tenerlo todo: éxito profesional, amor estable y un departamento cinco estrellas en un barrio exclusivo. Sin embargo, el equilibrio de su vida se ve alterado cuando Fanny se encuentra con Alain (Niels Schneider), un antiguo compañero de conservatorio, quien reaviva en ella una chispa olvidada. Lo que empieza como una amistad inocente se convierte en un torbellino emocional que obliga a Fanny a cuestionar su vida actual y sus deseos más profundos.
Desde el primer minuto, Golpe de suerte en París se siente como una obra auténtica del director. El guion es una de las mayores fortalezas de la película, con diálogos veloces y afilados que caen en lo superficial, pero se sobrellevan entre sí. Woody Allen tiene un don para retratar las relaciones, y en esta película lo hace con su habitual ritmo frenético, dejando que los personajes se expresen con una fluidez que puede parecer trivial, pero que, de hecho, es una exploración profunda de los personajes.
La trama se va complicando a medida que Fanny comienza a deslizarse por el peligroso terreno de la infidelidad, abriendo el camino hacia la reflexión sobre el amor, la lealtad y la culpa. La historia, que personalmente me trajo recuerdos de sus proyectos anteriores como Scoop (2006) o Maridos y esposas (1992), está impregnada de esa tensión inherente a sus películas: el choque entre lo que uno tiene y lo que desea, la búsqueda de algo más sin saber exactamente qué es lo que falta.
Uno de los puntos mejores logrados de la película es el trabajo actoral, especialmente por parte de Lou de Laâge y Niels Schneider. La elección de actores franceses le da a la película una frescura que se complementa perfectamente con el estilo de Allen, permitiendo que los diálogos se sientan naturales y que la interacción entre los personajes no se note forzada. Nunca había visto a Lou de Laâge en una película, y debo admitir que su rol protagónico no le quedó grande para nada, creo que hizo una gran interpretación. Por otro lado, aunque Melvil Poupaud hace un buen trabajo como el típico marido celoso, su personaje se ve opacado, a pesar de que tenga un papel fundamental en la historia, es un obstáculo más que un personaje en sí mismo.
No hay nada que escape de la marca personal del cineasta; desde las conversaciones largas y existenciales hasta el humor ligero pero mordaz que subyace en la historia. La elección de grabar en Francia le da a la película una estética más cálida y un tanto melancólica que, si bien es familiar, no deja de ser efectiva.
Como en muchas de sus películas, el giro final no es tanto una sorpresa monumental, sino una consecuencia lógica de las decisiones de los personajes. Es el tipo de cierre que tiene la capacidad de dejar al espectador satisfecho, no asombrado. En este proyecto, se maneja este giro de manera tal que los hilos emocionales se resuelven de forma drástica, con esa chispa de nostalgia que parece perseguir a sus personajes más allá del final.
Es difícil ser un espectador neutral ante una película de Woody Allen. Los diálogos extensos y las relaciones intrincadas pueden ser una traba para quienes no están acostumbrados a su estilo, o a su ritmo. A lo largo de los años, Allen ha perfeccionado un lenguaje que es a la vez sofisticado y accesible, pero con la capacidad de alienar a quienes no se sientan cómodos con este tipo de narrativa. En Golpe de suerte en París, esa dualidad está muy presente: o te atrapa, o no lo hace. En mi caso, la película me enganchó. No es la obra maestra que algunos podrían esperar, pero sí una obra que complacerá a los seguidores más fieles del director. No cabe duda de que, como siempre, Allen sigue demostrando que sabe cómo atraparnos en sus mundos, incluso a través del tiempo.
Título: Golpe de suerte en París.
Título original: Coup de chance.
Dirección: Woody Allen.
Intérpretes: Lou de Laâge, Niels Schneider, Melvil Poupaud, Valerie Lemercier, Elsa Zylberstein, Grégory Gadebois, Guillaume de Tonquedec y Jeanne Bournaud. Género: Comedia negra, Crimen, Romance, Drama.
Calificación: Apta para mayores de 13 años, con reservas. Duración: 96 minutos. Origen: EE.UU./ Francia/ Reino Unido. Año de realización: 2023. Distribuidora: Impacto Cine.
Fecha de estreno: 14/11/2024.
Puntaje: 6 (seis)