Por Iara Reboredo
Dirigida por Federico Actis y Romina Tamburello, la película nos cuenta la historia de Vera, una adolescente que encuentra satisfacción en observar el deseo ajeno a través de un negocio peculiar: alquilar por horas un departamento vacío a parejas de su misma edad para que hagan ahí lo que no pueden en otros lugares. Ahí es donde Vera se queda merodeando por los pasillos, escuchando todo lo que sucede puertas para adentro. A mi parecer, Vera y el placer de los otros es una de esas películas que se presentan como un experimento cinematográfico, pero que, en lugar de generar una reflexión profunda o una conexión emocional, te deja con una sensación desconcertante.
La película no escapa de los tabúes, explota al máximo cada situación que se presenta. Lo que más marcó mi experiencia al ver esta película es la constante sensación de incomodidad que se presenta, no solo en la explicitud de lo visual, sino en la ambientación de lo sonoro. Esta incomodidad, sin embargo, no es el resultado de una intención clara de poner al espectador en una situación incómoda; más bien, parece un efecto secundario de una propuesta que no logra canalizar bien la tensión. En lugar de sentirnos como observadores, como sería de esperar en una película introspectiva, nos sentimos como intrusos en una dinámica que no logra sostener su propio tono y, para mí, eso resulta en un desajuste que no le hace justicia a la premisa.
El largometraje, en su intento de abordar lo explícito y lo tabú, no encuentra el balance entre lo sugestivo y lo intenso. Quizá es ahí donde radica uno de sus problemas: si bien el deseo y el placer ajeno son temas audaces, la película nunca parece saber exactamente cómo relacionarse con ellos, y al final se queda en un espacio intermedio, sin explorar a fondo ni el contexto emocional de la protagonista ni las implicancias de sus actos. Creo que la película no llega a profundizar lo suficiente en el carácter de la historia, dejando al espectador desconectado del viaje interno de la protagonista.
La película, a pesar de su ritmo pausado y tensión a lo largo de la trama, no sabe cómo gestionar las expectativas generadas. A medida que Vera se adentra en su “negocio” secreto, uno espera que el conflicto entre la privacidad, el deseo y las consecuencias de sus actos se desarrollen de manera más impactante. Sin embargo, el desenlace termina siendo un tanto decepcionante, ya que todo el caos que se construye alrededor de la película (específicamente la incertidumbre por mantener el secreto y la constante amenaza de ser descubierta) se desmorona sin ofrecer una resolución coherente.
El final, que busca transmitir alguna forma de cierre o conclusión, no logra tener el peso necesario para justificar todo lo que pasó antes. Lo que parecía ser un proceso de descubrimiento y enfrentamiento personal para Vera termina siendo un final tibio, sin consecuencias. Este giro en falso deja una sensación amarga, como si todo el drama que se había edificado careciera de propósito, una sensación de que el conflicto fue innecesario. En ese sentido, la película pierde su oportunidad de ser una meditación profunda sobre las emociones y las decisiones de su protagonista, y se conforma con una resolución insípida.
El personaje de Vera, interpretado por Luciana Grasso, tiene momentos de gran potencial, creo que es lo que más rescato de la película, eso y su relación con su madre, interpretada por Inés Estévez. Esta dupla ya fue vista a principios de este año en la película Miranda de viernes a lunes, y, si bien accionan de forma diferente, la capacidad que tienen estas actrices para generar el vínculo emocional de madre e hija es eficaz.
Vera y el placer de los otros es una película que, a pesar de sus buenas intenciones y su ambiciosa propuesta, no logra conectar con parte de su audiencia. La incomodidad que genera está en función de una introspección profunda, pero solo para quienes sepan apreciarla, ya que sino se convierte en una sensación agobiante. La historia de Vera, con su negocio clandestino y su exploración del deseo ajeno, podría haber sido un relato fascinante sobre la identidad, la privacidad y los límites de lo permitido. Pero al final, la película se pierde en una incongruencia de situaciones trascendentes, que evocan a un desenlace simple, y la deja como una oportunidad perdida para algo más que un simple juego de provocación.
Título: Vera y el placer de los otros.
Título original: Idem.
Dirección: Federico Actis y Romina Tamburello.
Intérpretes: Luciana Grasso, Inés Estévez, Estefanía Nicoló, David Zoela, Mariano Raimondi y Carlos Resta.
Género: Comedia, Drama.
Calificación: pendiente.
Duración: 103 minutos.
Origen: Argentina.
Año de realización: 2023.
Distribuidora: Cine Tren.
Fecha de estreno: 21/11/2024.
Puntaje: 4 (cuatro)