Por Jaime Polo Mínguez, corresponsal de Nueva Tribuna (España)
Ekko y Jinx bailan juntos a cuatro frames por segundo. No porque la animación sea limitada, sino porque el peso de sus emociones trasciende el tiempo mismo. Ese instante, un duelo envuelto en recuerdos y cicatrices, no podría contarse de otra forma. Cada movimiento fragmentado, cada pausa entre un golpe y el siguiente, es un latido de su conexión rota, un eco –irónicamente– de lo que una vez compartieron. La animación aquí no fluye, se detiene para obligarnos a observar, a sentir la fisura entre dos mundos que antes estaban unidos y ahora colisionan.
Este momento es un microcosmos de Arcane, una serie que utiliza la animación no solo como herramienta narrativa, sino como un vehículo para explorar emociones complejas. No se limita a ser espectacular, sino que es intencionada, cuidada al extremo. En cada uno de sus 18 capítulos (sumando sus dos temporadas), Arcane rehúye lo ordinario y ofrece una experiencia inmersiva donde la animación, la música y la ambientación se entrelazan para construir un universo tan cautivador como devastador.
¿When did you get so comfortable living in someone else’s shadow?
Es una pregunta que nos persigue en el mundo de Piltover, una historia donde cada personaje lucha por escapar de esa sombra poderosa y omnipresente: la sombra de una hermana, de un mentor, de la ciudad o de un amor que no los deja avanzar. Una fina línea que define los rasgos más profundos que Arcane deja como legado a millones de espectadores por todo el globo.
En Arcane, las sombras son tanto físicas como emocionales. Piltover, con su luz deslumbrante, proyecta su arrogancia sobre Zaun, dejando a esta última envuelta en una penumbra tóxica. Sin embargo, esa sombra no es solo una cuestión de geografía o desigualdad social; es una metáfora de las cadenas invisibles que atan a los personajes. Jinx, la más trágica de todas, es un reflejo distorsionado de lo que significa vivir bajo la sombra de expectativas rotas, del amor perdido y del caos interno que surge al intentar definirse fuera de ella.
La serie nos sumerge en un mundo de dualidades: luz y oscuridad, progreso y destrucción, amor y odio. Las sombras son inevitables, parecen decirnos, pero la verdadera lucha está en decidir si dejaremos que nos definan o si encontraremos la manera de salir de ellas, incluso cuando hacerlo implique sacrificios y forjarse nuevas cadenas. Nos plantea que para vivir fuera de las sombras primero hay que enfrentarlas, iluminarlas y, en última instancia, abrazar lo que nos hacen ser.
Arcane no es solo la mejor serie animada jamás hecha; es una de las mejores series de los últimos años, punto. Logra lo que pocas producciones se atreven a intentar: emocionar, desafiar y asombrar. Es un espectáculo visual y narrativo que trasciende las barreras del género y el medio, resonando tanto con fans de League of Legends como con audiencias completamente ajenas a este universo (mi caso).
Ekko y Jinx bailan juntos a cuatro frames por segundo. El tiempo no es constante, las decisiones son inestables y cada paso que damos nos dejamos algo atrás. Por suerte el caos y la sanación no son procesos lineales, sino pulsantes, impredecibles. Y es en esa fluctuación, en esos momentos rotos, donde realmente se encuentra la fuerza para avanzar, aunque el paso sea incierto.
Título: Arcane. Título original: Arcane: League of Legends. Dirección: Pascal Charrue, Arnaud Delord, Etienne Mattera, Barth Maunoury y Marietta Ren. Creadores: Christian Linke & Alex Yee. Voces originales: Hailee Steinfeld, Ella Purnell, Kevin Alejandro, Reed Shannon, Katie Leung, Kimberly Brooks, Lenny Citrano, Robbie Daymond, Lex Lang, Harry Lloyd, Bill Lobley. Género: Animación, Serie de streaming, Acción, Fantasía. Clasificación: P/m 16 años. Duración: 9 episodios de entre 39 y 50 minutos. Origen: EE.UU./ Francia. Año de realización: 2024. Plataforma: Netflix. Fecha de estreno: 6/11/2024.
Puntaje: 9 (nueve)