Por Iara Reboredo
El Brutalista llega a las salas para brindar una experiencia diferente a lo que solemos ver durante estos últimos años. En cuanto a la trama, es una de esas películas que se permite reflexionar sobre el dolor del exilio y la búsqueda de identidad en un mundo que, aunque prometa oportunidades, muchas veces despoja a quienes se atrevan a desafiar las normas preestablecidas. Dirigida por Brady Corbet, esta ambiciosa obra nos transporta a la posguerra, donde László Tóth (interpretado por Adrien Brody, ganador del Oscar al Mejor actor por El Pianista) es un arquitecto húngaro que, tras huir del horror y la tragedia del Holocausto, llega a Estados Unidos para vivir de una forma diferente a lo que había imaginado.
Como era de esperarse, la actuación de Adrien Brody en el rol protagónico es lo que se lleva todo el crédito. Se sumerge en un tono melancólico, pero más allá del que ya conocemos, transmite la lucha interna de un hombre que perdió mucho, pero lo que más le resuena es su sentido de pertenencia. Diría que es una de las mejores actuaciones de su carrera, junto a la que le dio su estatuilla en los Oscars del 2003 por la ya mencionada película de Roman Polanski.
Debo agregar que Felicity Jones (nominada a los premios Oscar por su papel en La teoría del todo) como Erzsébet, la esposa de László, fue una grata adquisición al elenco. Tanto ella como Adrien logran captar la complejidad de sus personajes con sutileza, y, por su parte, la actriz de Rogue One: Una historia de Star Wars ofrece una interpretación profunda como Erzsébet, quien aparece tras haber estado separada de László durante muchos años. Logra una conexión entrañable en ese vínculo con su esposo, lo que brinda una capa emocional importante a la narrativa, cosa que, en lo personal, creo que es lo que aviva la película.
Pero, así como existen personajes muy bien construidos, otros llegan a ser odiosos, particularmente el personaje de Harry Lee. Joe Alwyn, una vez más, no logra sorprenderme. Fue en Tipos de gentileza donde descubrí que no logro encontrar afinidad con este actor, ni con ninguno de sus personajes, no necesariamente porque sean “los malos de la historia”, sino porque no me convence de absolutamente nada. Si bien creo que su caracterización no estuvo mal lograda, es evidente que su rol se ve opacado por la actuación de sus compañeros.
Dentro de esta misma línea, Harrison Van Buren, el personaje de Guy Pearce, queda tambaleando en la cuerda floja. Creo que su rol en la película es esencial, pero si noté muchas acciones cuestionables a través de dicho personaje. No sé si será parte de la esencia y el carácter que intentan crear, ya que, dentro de todo, es un ambiente lleno de tensión constante, pena, angustia, y falsa modestia. Mediante Harrison, la película construye un aire de grandeza y marca la jerarquía dentro de esta historia, generando cierta perspectiva sobre el personaje que, en un punto, se extingue y no logramos verlo de la misma forma que lo hicimos las dos horas previas. No noto que su actuación haya sido mala, pero sí creo que el personaje en cuestión tiene un peso muy grande y difícil de sobrellevar.
La película tiene una duración de 3 horas y 35 minutos, y, por más que no parezca, gran parte de la película se me hizo muy fluida, pero podría ser mucho más efectiva si hubiera sido más precisa en ciertos aspectos. El hecho de que se le añada un intervalo de 15 minutos en medio de la proyección, aunque puede parecer necesario por su duración, también hace que la experiencia se sienta un tanto discontinua. Nunca viví la experiencia de los intervalos, y para ser la primera vez, no estuvo mal, pero no creo que haya sido fundamental. Si bien no se puede negar que tiene momentos de intensidad narrativa, el montaje por momentos se me hizo muy extraño; la película presenta cortes y planos que muchas veces, para mí, no encajan, combinando formatos, figuras, transiciones e imágenes que me descolocaban.
La película una vez que arranca parece avanzar rápidamente, y pese a estos contratiempos, mantiene su fluidez y, en muchos momentos, es capaz de conectar con la audiencia gracias a la complejidad y el alcance de las actuaciones. Consigue transmitir la sensación de estar atrapado entre dos mundos: uno en ruinas y otro que parece ser la promesa de algo mejor, pero que no siempre resulta serlo.
El Brutalista es una obra que destaca por su arriesgada dirección, actuaciones excepcionales y un guion que reflexiona sobre la lucha del ser humano por encontrar su lugar. La película logra ofrecer una experiencia cinematográfica cruda, reflexiva, aunque no exenta de altibajos. No diría que está sobrevalorada, pero tampoco es la odisea que promete ser. Es una gran película, con las características que Hollywood y la Academia suelen amar y poner en un pedestal. Es un drama hecho y derecho, sin ninguna duda, pero no creo que sea la mejor película que vi dentro de la temporada de premios.
Título: El Brutalista. Título original: The Brutalist. Dirección: Brady Corbet.
Intérpretes: Adrien Brody, Guy Pearce, Felicity Jones, Joe Alwyn, Raffey Cassidy, Stacy Martin, Isaach De Bankolé y Alessandro Nivola. Género: Drama.
Calificación: Apta para mayores de 16 años. Duración: 215 minutos.
Origen: EE.UU./ Reino Unido/ Canadá.
Año de realización: 2024.
Distribuidora: UIP.
Fecha de estreno: 06/02/2024.
Puntaje: 8 (ocho)