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lunes, 31 marzo 2025
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Grand Tour: Érase una vez… Miguel Gomes

Por Alberto Moreno González, corresponsal de Nueva Tribuna España

En el pasado festival Márgenes pudimos volver a ver la última película del cineasta lisboeta Miguel Gomes, Grand Tour, la primera película en la historia del cine portugués premiada en Cannes.

Hablar de Miguel Gomes y hablar del festival Márgenes es como hablar de una pareja bien avenida. Desde sus comienzos el festival siempre ha tenido en el realizador luso uno de sus invitados referentes. Este año el festival proyectó su séptimo largometraje Grand Tour (2024) después de pasar por la Seminci de Valladolid y el festival de Cannes. En el año 2021 el festival llevó a cabo una retrospectiva de sus primeros trabajos, un conjunto de sus cortometrajes y su primer largometraje A cara que mereces (2004). Aquella comedia musical abrió un mundo de creación único y personal, un espacio desertificado como lo definió en su día el cineasta portugués João César Monteiro: “(…) Porque el cine es un mundo desertificado y nosotros soñamos con habitar ese mundo. El cine es el deseo de crear, un mundo (…)”.

El cine como una hoja en blanco donde la libertad, la creación y las nuevas formas narrativas son las piezas del juego a desarrollar. Todo bañado con referencias cinematográficas y más, porque el cine de Miguel Gomes es una compilación de todo, desde la noveulle vage y su cinéma vérité: Godard, Rivette… El humor y la existencia poética de João Cesar Monteiro, la libertad de Manoel de Oliveira, la etnoficción mítica de Antonio Reis y Margarida Cordeiro y porque no, incluso Fellini… Combinándolo con otro de sus amores: la música. Me viene a la memoria el compositor brasileño Villa Lobos, o la música lírica popular portuguesa, o el tropicalismo de Tim Maia… La samba de Secos e Molhados, de Novos Baianos. La ópera de Verdi, la música clásica contemporánea de Avro Part… Siempre con la presencia de la riqueza de la música lusófona y afrobrasileña presente. Todo pasa por ese cosmos de creación, desde lo sagrado a lo profano; Aquele Querido Mês de Agosto (2008) es un verdadero himno a la mezcla narrativa y formal. Un viaje visual al interior de Portugal y también a las músicas de las noches estivales, con las bandas y grupos musicales de verano que se mueven por los pueblos en fiesta, de toda la Península Ibérica. Encuentros, vida, amores, aventuras, mar, piedra y foresta: ficción y materia documental juntos.

Por esto y muchas cosas más, el cine de Gomes es una evolución de varias señas de identidad del cine portugués, como ya he comentado: la libertad narrativa, la mezcla formal entre el documental y la ficción, el juego con el tiempo. Una escuela conceptual que tuvo en João César Monteiro la piedra filosofal de toda una generación de cineastas como João Nicolau, Sandro Aguilar, o el más joven Gabriel Abrantes y el propio Miguel Gomes.

Aquele Querido Mês de Agosto, Tabú (2012), después As mil e uma noites (las tres entregas: El inquieto, El desolado y El embelesado, 2015), Diarios de Otsoga (junto a la cineasta Maureen Fazendeiro, 2022) y Grand Tour (2024). Si realizamos una visión general del bosque creativo de Gomes podríamos decir que su obra está conectada con la tradición del cine portugués. Sobre esa idea recuerdo aquella entrevista, que el que aquí escribe realizó a João Nicolau para el magazine portugués Artecapital. Ante la reflexión que le planteé sobre la clara influencia de João Cesar Monteiro en su generación, qué otras influencias existían, o cordones umbilicales de su cine con el pasado del cine portugués. El cineasta de Technoboss (2019) exponía la enorme revelación que para su generación había supuesto el film Recordaçoes da casa amarelha (1989) de Monteiro, y frente a la influencia que podría tener directores como Manoel de Oliveira, respondía que lejos de su cine, de su ideología o la distancia generacional, lo que sí había dejado como legado era la libertad.

El juego de la libertad

La libertad es lo primero que respira el cine de Miguel Gomes y de toda esta generación de cineastas. Una libertad innegociable –una de las explicaciones que el propio Miguel Gomes ha indicado en alguna ocasión, plantea que esa libertad surge de las propias limitaciones de la producción del cine portugués; la falta de industria ha generado una libertad autoral de estas creaciones. Pero, más allá de esas “limitaciones”, lo cierto es que el cine portugués desde los sesenta y sobre todo durante y después de la Revoluçao dos cravos (Revolución de los claveles) se ha desarrollado desde conceptos muy identitarios y libres, creaciones artísticas muy rompedoras. Films como Acto de Primavera (1963) de Manoel de Oliveira comenzaron a asentar una utilización formal de recursos en la ficción y en el documental, construyendo docuficciones y jugando con el tiempo y los espacios atemporales. Como no, Tras os Montes (1976) de Antonio Reis y Margarida Cordeiro, en la misma línea, con elementos míticos de los paisajes de Portugal -no quiero olvidarme de la fabulosa Rosa de Aria (1989) con el juego de los personajes del pasado en el presente. Otro de los films A Ilha dos Amores (1983) de Paulo Rocha, la fabulación (siempre el cuento) y el orientalismo.

Estos films, entre un grupo variado de ellos, han generado una verdadera firma creacional del cine portugués. Pero si hay un director que ha influido en la obra de la generación de cineastas de Gomes, como afirmaba Nicolau, es la figura de Monteiro con films como Veredas (1978), Recordaçoes da casa amarelha (1989) y todas las maravillosas fabulaciones de João De Deus culminadas en Vai e vem (2002). Si hablábamos de libertad, pero también humor, surrealismo, crítica, la poesía de la palabra, lo burlesco y una actitud punk y contemporánea. Es decir, hacer lo que me dé la gana, construir un mundo sin cadenas y portarlo de belleza ese ha sido el legado de Monteiro, una verdadera revolución. João Nicolau identificó Recordaçoes… como ese film que te señala un camino: “si eso se podía hacer en Portugal…”, todo, por tanto, estaba abierto. Una nueva forma de narrar, la fabulación de la propia vida y la utilización de la materia de la realidad con la mezcla de la ficción… También el juego con los actores, juntar a actores profesionales y no. El juego de la mezcla, porque recordamos que todo esto es un gran juego creador: de cuentos, de personajes, de espacios, de recursos y de tiempo, en definitiva, de todo, que tiene en Aquel querido mes de agosto y As mil i uma noites, Tabú y Grand tour maravillosos ejemplos de esa libre forma de crear y pensar.

As mil e uma noites y Grand Tour

La utilización de la foresta, la piedra y el mar… Espacios atemporales donde el cuento popular se ha deslizado y ubica una historia eterna, antigua, que llega desde muy lejos en el tiempo para poder jugar, también, con la contemporaneidad. La historia a contar es lo que debió preguntarse Miguel Gomes en As mil e uma noites… Pero Tabú, y comienzo primero por ella, supuso colocar una piedra angular de modulación del cuento, la historia construida en ficción que viene del pasado (flashback) y se proyecta en el presente. La película inspirada en el Tabú (1931) de Murnau, bajo una historia diferente, destaca por el desarrollo de un cuento lírico marcadamente portugués, y me explico, en la utilización de la nostalgia, la memoria y la fantasmagoría. Estos últimos la memoria y la fantasmagoría, el pasado que vuelve y se convierte en presente; una base conceptual de la filosofía de la saudade, el pasado-presente, o lo ausente presente al igual que un fantasma, es un detonante de ensoñación que se repite, ya no en el cine de Gomes, sino en el cine portugués, una sombra alargada desde el cine de Manoel de Oliveira.

Ese cuento contado del pasado, realizado en la ficción mientras que el presente se construye con las mimbres del documental o con otra ficción o aparente ficción utilizando el real, es otro de los elementos del juego. Gomes utiliza la filmación documental, la filmación de lo real como un recurso más de la ficción y del juego del tiempo. A este respecto el gran tour de force de As mil e uma noites (tres films en uno) es su mayor puesta de largo y el dominio de esta forma suigéneris de narrar. El film tiene el detonante del perdido, del que no tiene película y quiere huir, ya no ante la presentación de su proyecto frente a la prensa -el síndrome Otto i mezzo felliniano, y aquí su pequeño homenaje al cineasta de Rimini- sino ante la propia historia. Por tanto, qué poder narra, ¿la historia de las historias?, una particular Mil y una noches que utiliza recreaciones pintorescas de los cuentos de Scheherazade en medio de la crisis económica en Portugal.

De la ficción de los actores, a la realidad portuguesa de los ciudadanos… El cuento oriental en medio de la realidad lusitana. O, por qué no, los actores arabizados en medio de las calles del Portugal contemporáneo. Una noria de feria en medio de una ciudad de costa actual, puede ser perfectamente el decorado donde el sultán Shakiar y Scheherazade viajan por los aires a lomos de una barquilla de noria. El humor de talente absurdo bajo un rictus indolente, o podríamos decir cínico y educado.

Estos espacios y mezclas de tiempos y géneros, en resumidas cuentas aplicar la imaginación para cualquier cosa que sea contar un cuento es ya una de las firmas de Miguel Gomes, pero también, de toda la productora O som i la furia. Mezclar géneros, jugar con la ficción y la realidad… con los propios personajes y personas, incluso con el equipo de producción como el bueno de su operador de sonido Vasco Pimentel o el propio Gomes, todo vale para construir la fábula imaginada.

Y Érase una vez Grand Tour, que por supuesto no surgió de la nada. Aquí se mezcla todo lo que Miguel nos ha propuesto en sus anteriores films, más el texto sobre imagen (recurso godardiano) y la locución en off de la historia del pasado (la ficción en blanco y negro en la pantalla) que se nos cuenta como en una crónica radiofónica en el presente (las imágenes filmadas de la realidad) -me viene a la memoria otra película referente, el cuento “falado” de Branca de Neve (2000) del maestro Monteiro. Bajo un fondo negro los actores narran sus diálogos como obra teatral. Es el Blancanieves del escritor suizo Robert Walser en aquella película, rodada en negro absoluto con pequeños insertos de nubes y árboles, políticamente incorrecta.

Grand Tour es una nueva vuelta de tuerca del cuento, de un cuento eterno, que viene del pasado al igual que en Tabú. El cuento falado de la cultura popular. El relato nos muestra la historia de dos jóvenes que se van a casar, pero él huye en un viaje hasta el extremo oriente; se pierde para encontrarse, y ella le sigue para buscarle pero… Todo es un cuento del pasado, pura melancolía que se abraza a las imágenes de hoy. Jugar con la memoria ficcionada en el tiempo pasado: en el que viaja para alejarse y en el que viaja para acercarse. Todo ello con las imágenes documentales en paralelo del hoy. Bajo un metraje en blanco y negro se desarrolla la narración ficcionada, pero al mismo tiempo documenta la historia de hoy con imágenes en color de la realidad, en este caso en China sobre todo. Cuento y belleza en el pasado y en el presente, todo bajo el juego libre de la creación y en el mestizaje de géneros. Érase una vez el arte de contar de Miguel Gomes, una libérrima forma del cine.

Únicas funciones de #GrandTour de Miguel Gomes en CineArte Cacodelphia del 27 al 30 de marzo

Título: Grand Tour.
Título original: Idem.
Dirección: Miguel Gomes.
Intérpretes: Crista Alfaiate, Gonçalo Waddington, Cláudio Da Silva, Jani Zhao, João Pedro Vaz, Teresa Madruga, Manuela Couto y Tran Lang-Khê.
Género: Drama, Romance.
Calificación: pendiente.
Duración: 129 minutos.
Origen: Portugal/ Italia/ Francia/ Alemania/ Japón/ China.
Año de realización: 2024.
Distribuidora: Maco Cine.
Fecha de estreno: 27/03/2025.

Puntaje: 8 (ocho)

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