Por Joan Segovia
Los días con ella se interna en un terreno espinoso con una cámara que nunca sube el volumen, pero tampoco baja la guardia. Lo que podría haber sido un desfile de miserias o un panfleto bienintencionado se transforma, gracias a la mirada del director Matías Scarvaci, en un retrato íntimo y persistente de una maternidad blindada contra la hostilidad del encierro.
La protagonista no necesita dar grandes discursos ni pasar por escenas construidas para conmover: cada gesto cotidiano, cada palabra hacia su hija, cada silencio que se extiende en los pasillos de Ezeiza dice más que cualquier entrevista. El gran logro del documental es precisamente ese: no imponer una tesis, sino acompañar. Scarvaci observa sin invadir, encuentra lo esencial en los tiempos muertos, en la rutina que se convierte en resistencia, en los juegos entre madre e hija que sostienen lo humano allí donde todo parece diseñado para desarmarlo.
En este trabajo hay una apuesta clara por la austeridad. La cámara está donde tiene que estar, sin efectos ni recursos llamativos. No hay música que subraye emociones ni edición que imponga ritmo. El documental avanza con la misma cadencia con la que lo hacen los días en prisión, y es en esa monotonía donde se cuela la potencia: los vínculos reales, las marcas del encierro, la vida que insiste.
Pero también hay límites. La decisión de ceñirse solo a esa convivencia deja afuera muchas preguntas que podrían enriquecer la experiencia: ¿cómo tuvo a su hija?, ¿qué perspectivas tiene cuando su hija tenga que salir?, ¿qué papel juega el sistema penitenciario en este tipo de maternidades? El silencio puede ser poético, sí, pero también puede dejar vacíos que uno siente con fuerza cuando se apagan los créditos.
Aithana, la hija de Alejandra, no está sola. Hay otras niñas, otros niños, con quienes comparte juegos y silencios. Hay pequeños vínculos que se crean en ese universo paralelo que existe entre muros. Pero esa red afectiva es también efímera: todos saben, en algún punto, que se va a romper. Porque cuando Aithana cumpla cuatro años deberá abandonar la cárcel y separarse de su madre. Y ese futuro se convierte en un reloj invisible, un límite que no se menciona pero que lo tiñe todo. La película no necesita dramatizar ese corte: está en cada gesto de Alejandra, en su mirada cuando ve a su hija dormir, en el modo en que la abraza, como si el cuerpo supiera que ese tiempo juntas tiene fecha de vencimiento.
Aunque donde Los días con ella realmente golpea es en los espacios. Las salas de juego para niños dentro del penal son, quizá, las imágenes más devastadoras del documental. Hay columpios herrumbrados, paredes descascaradas y una tristeza que empapa cada rincón decorado con dibujos infantiles. Son espacios pensados para simular normalidad, pero todo en ellos transpira encierro. Parques de juegos rodeados de alambradas. Lo que debería ser un lugar de juego y fantasía se transforma en una escenografía triste, un parque de diversiones congelado en el tiempo donde los niños aprenden desde el primer día que la libertad no está al alcance.
Los días con ella no se explica, se respira. Y en su respiración hay algo incómodo, algo tierno, algo desolador. Una película que no busca respuestas, pero sí escucha. Y en estos tiempos, eso ya es una forma de decir.
Estreno Mundial 26° Bafici 2025.
Sección: Familias
12/04 – 19:20hs Sala 3 – Cacodelphia
Título: Los días con ella.
Título original: Idem.
Dirección: Matías Italo Scarvaci.
Intervenciones de: Alejandra Lanfranchi, Aithana Sandoval.
Fotografía: Armin Marchesini.
Montaje: Susana Leunda.
Música: Marcos Zoppi.
Género: Documental.
Duración: 80 minutos.
Origen: Argentina.
Año de realización: 2025.
Distribuidora: Independiente.
Estreno en Bafici 26°: 04/04/2025.
Puntaje: 7 (siete)
