En 1982, cuando ya contaba con una estimable reputación como autor y director teatral en su amada Irlanda, el dublinés Jim Sheridan viajó con su familia a los Estados Unidos para radicarse en la multiétnica ciudad de Nueva 
York. Una vez allí, se hizo cargo del New York Irish Arts Center y, paralelamente, cursó la carrera de cine en la prestigiosa Universidad local. Tierra de sueños, su quinto largometraje como director, se nutre de algunas de esas vivencias para conformar un pequeño y delicado melodrama en el cual el desarraigo es uno de los temas principales. Pero no el más emergente, ni el más doloroso. Ya se verá por qué.
Johnny (Paddy Considine) y Sarah (Samantha Morton) rondan los treinta años y tienen dos hijas: Christy (Sarah Bolger), de unos diez años, y Ariel (Emma Bolger), algo más chica. Apenas iniciada la proyección nos enteramos del fallecimiento de un tercer hijo de la pareja, Frankie, víctima de una enfermedad terminal. Esta información, sembrada mientras la familia intenta ingresar a los Estados Unidos desde Canadá, se va a transformar paulatinamente en el conflicto más poderoso de Tierra de sueños. Para bien o para mal, la pérdida del chiquito es el detonante de cuanto sucede en la historia. La condición de inmigrantes en suelo extraño, la adaptación de las niñas a una nueva y fascinante –para ellas- cultura, la subtrama del atormentado artista plástico Mateo (un intenso Djimon Hounsou) con el que entablan amistad, el fracaso de Johnny en sus audiciones (se supone que es actor) e incluso el embarazo de Sarah, todo termina supeditado al aciago recuerdo del niño que aflige a sus padres hasta sumirlos en una insoportable, muchas veces muda, desesperación.
Jim Sheridan, en su obra más personal hasta el momento, disecciona sin morbo a estos personajes dolientes. El realizador de Mi pie izquierdo se permite algunas licencias -inadmisibles en un contexto realista- e impone largamente su capacidad como narrador sensible y humanista. Su visión acaso peque de naive, por exceso de optimismo, pero es el único camino para que los protagonistas superen sus traumas y se determinen a continuar con sus vidas. Cualquier otra decisión hubiese provocado derivaciones tan sombrías como innecesarias.
La vida y la muerte están fuertemente imbricadas en el libreto. Para atenuar ese efecto, nada mejor que contar los hechos desde el punto de vista angelical de las niñas (que obviamente son encantadoras y capaces de desarmar al más desalmado de los hombres). Los planos de los ojos cándidos, asombrados, de Christy y Emma mirando la gran urbe ayudan a olvidar un poco el pesado 
trasfondo del drama. Estas actrices precoces iluminan el filme con su frescura inmaculada. Son sus juegos espontáneos, sus risas jubilosas, sus vocecitas cristalinas, sus miradas francas, los que contrarrestan la luctuosa carga que afecta a Johnny y su mujer.
Por su indudable apego a las siempre vigentes fórmulas que el cine ha explotado desde sus comienzos, In America no supera el nivel de producto utilitario y estándar. Es como un cálculo de álgebra bien hecho: el resultado no puede ser otro. Esta regla de oro se cumple aquí a la perfección. Empero, aún previsible, el balance dista de ser negativo. Por la belleza evocativa de las imágenes, por la convicción sin afectación del entrañable elenco y, fundamentalmente, por la inapreciable verdad que se intuye tras el manto de ficción. La dedicatoria de los créditos finales, reveladora, pareciera despejar toda duda al respecto.
Título: Tierra de sueños.
Título Original: In America.
Dirección: Jim Sheridan.
Intérpretes: Samantha Morton, Paddy Considine, Djimon Hounsou, Sarah Bolger, Emma Bolger, Neal Jones, Randall Carlton y Ciaran Cronin.
Género: Drama.
Clasificación: Apta mayores de 13 años.
Duración: 105 minutos.
Origen: Reino Unido/ Irlanda/ EE.UU.
Año de realización: 2003.
Distribuidora: Fox.
Fecha de Estreno: 19/02/2004.
Puntaje: 7 (siete)
