Por Pablo Arahuete
En su sexto opus, Lulu (2014), el director Luis Ortega dialoga intertextualmente con el cine argentino y sus modos de representación para contar una historia marginal y trágica, donde no se ocupa de juzgar a sus personajes, sino de retratarlos desde la carne, la sensibilidad y hasta los huesos.Es un reflejo tal vez de lo que dejara la impronta de Leonardo Favio, claro referente para el director de Monobloc (2004), porque uno de los tópicos que atraviesa este universo anárquico y urbano no es otro que el de la infancia.
La pareja protagónica de este relato, en primer lugar son jóvenes errantes y en segundo, fueron niños alguna vez. La mezcla de inocencia y sensación de libertad para tomar por asalto a una ciudad adormecida y temerosa juega un papel fundamental en cada uno de sus actos.
En ese sentido, no puede dejar de mencionarse la sociedad perfecta entre el director y su reparto, su capacidad en la dirección de actores para dejar que tanto Nahuel Pérez Biscayart y Ailín Salas, sin lugar a dudas grandes actores con mayúsculas a esta altura de las circunstancias, se apropien de la historia a medida que avanzan en sus pequeñas y grandes proezas cotidianas.
La libertad también es un elemento que contagia el estilo en que el propio Ortega decide narrar con la cámara -también desde la banda sonora, con una selección de canciones muy apropiada-, aquello que las palabras sobreexpondrían sin otro sentido que el de marcar un discurso que en este caso afortunadamente jamás aparece de manera explícita.
Los diálogos son necesarios pero precisos, los tonos y la forma de decirlos también son absoluta responsabilidad de los actores, sobre todo Nahuel con su personajón de Lucas, que se define como un alborotador al que no le gusta la violencia, mientras desde su trabajo en un camión, manejado nada menos que por el cantante y músico Melingo, que transporta desechos de varias carnicerías que lo acompañan en su derrotero diario, recibe esa violencia urbana, desde bocinazos, miradas y un aire viciado de miedo por aquel que no se ajusta a las convenciones y a los protocolos.
La otra pata del título a la que le corresponde “Lu”, es Ludmila, personaje en estado de fuga, capaz de sobrellevar una relación de amor-odio tanto con
Lucas (el otro “lu”) como con el entorno, pero sobre todas las cosas, con un pasado familiar que la llevó a escapar hacia esa casucha en parque Thays. Allí los proyectos de un futuro, de una familia y muchos bebés se entrecruzan con la más oscura realidad para deshacerse en puñados de sueños incumplidos. Pero en esa misma casucha se baila, se comparte el botín que se le extrajo a la injusticia o a la abundancia mal entendidas.
Lulú hace de la sordidez de la realidad urbana algo pintoresco, de sus personajes seres creíbles y contradictorios, pero apuesta a la mirada que escapa del estereotipo cuando de películas con trasfondo social se trata, para encontrarse en ese caos y anarquía de la creatividad con el camino ya transitado por varios realizadores, pero que exhibe aún sus atajos y su misterio, el cual por ahora parece inagotable.
Título: Lulu
Director: Luis Ortega
Intérpretes: Nahuel Perez Biscayart, Ailín Salas, Daniel Melingo
Calificación: Apta para mayores de 13 años
Género: Drama
Duración: 84 minutos
Origen: Argentina
Año de realización: 2014
Distribuidora: Primer Plano
Fecha de estreno: 02/06/2016
Puntaje 8 (ocho)