Por Pablo Arahuete
Resulta loable la apuesta a un género extremadamente difícil como punto de partida de un proyecto que tiene sus raíces sujetas a la independencia y a un acotado presupuesto como Bien de familia (2016), dirigida por María Eugenia Fontana. Sin embargo, en el balance final, son más los contras que los pro.
La base de todo musical que se precie, sin lugar a dudas, es encontrar un equilibrio y funcionalidad entre la trama y la justificación de las canciones, con sus determinadas letras, tonos, etc. La pregunta es ¿por qué cantan los personajes?; ¿cuál es la necesidad de esa canción?, entonces aquí viene aparejado el primer problema, y es el sentido de contar una historia con canciones.
Si parte de esa base va a ser la música y el canto, todo lo demás queda sujeto a esa variable, y entonces lo primero que hay que observar es si la música y el canto están a la altura de las circunstancias.
Otra cosa es la experimentación posible con el género desde su esencia como ocurre con películas reconocibles desde ese punto de vista, porque lo que está en juego es la estructura narrativa y no la música en sí misma. El caso más paradigmático es el de Bailarina en la oscuridad (Dancer in the dark, 2000), de Lars von Trier, la justificación es el punto de vista de la protagonista, que altera su oscura realidad por el color y brillo de un musical, coreografiado y donde ella es la protagonista absoluta, que no puede parar de cantar por la felicidad experimentada en cada uno de los cuadros.
La idea del color en el caso que nos compete, de tomar de la naturaleza y de retratar la vida del pueblo de Alberti con una paleta cálida es una de las virtudes de este opus, no así su corolario en lo que hace a la música, canciones e intérpretes. Existe notable diferencia en lo que a performances se refiere, entre el personaje de Olivia (Delfina Oyuela), quien entona y además actúa de forma convincente respecto al resto del elenco. Aunque, nobleza obliga, son mejores las voces femeninas que las masculinas.
La premisa es sencilla: tras la muerte de su padre, tres hermanos se reúnen en el pueblo natal, con roles diferenciados y bien definidos, que no salen del estereotipo y así deciden encarar el nuevo presente, siempre con una mirada hacia el pasado.
Representado el conflicto entre mirar hacia atrás y hacia adelante, se enmarca el símbolo de un tren de la alegría y la disputa entre Olivia y sus dos hermanos por el destino del mismo.
Anclado a esta historia, un racimo de personajes secundarios completa la idea, como por ejemplo, una tía asociada al esoterismo y a la relación con la
naturaleza, mientras que el hermano que llega de Buenos Aires contrasta con la idiosincrasia de ese pueblo.
Otro punto a favor, que no es menor, obedece al montaje, al ritmo sostenido durante toda la película, e inclusive a ciertos intentos de puesta en escena entre lo que podría considerarse un videoclip y un episodio de cualquier obra televisiva de Cris Morena.
Título: Bien de faimlia, una película musical
Dirección: María Eugenia Fontana
Intérpretes: Eliseo Barrionuevo, Federico Fernandez Wagner, Lucila Gandolfo, Jimena Gonzalez, Delfina Oyuela, Celeste Sanazi
Calificación: Apta para todo público
Género: Musical
Duración: 79 minutos
Origen: Argentina
Año de realización: 2016
Distribuidora: Independiente
Fecha de estreno: 04/08/2016
Puntaje 4 (cuatro)