Por Juan Blanco
A fines de los años 80 y gracias a Tim Burton, Batman -la eterna creación de Bob Kane- renació en una época en la que el personaje parecía haberse perdido en el tiempo, y se levantó oscuro, surrealista y con un aura mítica; un auténtico fantasma de la noche clamando justicia y venganza. Poco más tarde, gracias a Joel Schumacher ese espeso aura del hombre murciélago se disolvió en la mente de los espectadores que habían aprendido a amarlo tras su renacimiento previo; y lo hizo convirtiendo –especialmente en Batman y Robin– su universo impregnado de sentimientos penumbrosos en postales multicolores donde todos los días en Ciudad Gótica eran una fiesta con el protagonista de animoso anfitrión, vestido con bati-traje azul fosforescente y el detallecito del pezón; una auténtica cargada que destilaba falsedad y vendía dirección de arte berreta a un alto costo: el de la gloria de un personaje fascinante. Hoy, gracias a Christopher Nolan, Batman existe de carne y hueso y (re)inicia su cruzada por las salas de cine para mostrar de qué está hecho un verdadero héroe: de voluntad.
A diferencia de lo que mostraban los films de Burton y “los no sé qué” de Schumacher, donde Batman era una suerte de ícono improbable dentro de un mundo irreal, la visión de Nolan expone al hombre detrás de la armadura de Kevlar; uno con un rollo mental poco envidiable que decide, por voluntad propia, calzarse un traje incomodísimo para salir a buscar justicia por las calles de su ciudad. A Bruce Wayne no lo picó ningún bicho, no mutó por ningún experimento ni vino de los confines de la galaxia con superpoderes para salvar el mundo. Él sufrió la muerte de sus padres en la infancia, creció consumido por el miedo, la ira y el deseo de venganza, se “auto-alquiló” al mundo del crimen para comprenderlo desde adentro, más tarde entrenó con ninjas en el Tíbet para aprender a dominar su cuerpo, mente y espíritu y luego intentaría marcar una diferencia en una ciudad podrida por la corrupción. Y este prontuario lo hizo siempre tan anómalo dentro del catálogo de superhéroes como lo es hoy el film de Nolan por estar específicamente centrado en la humanidad de Bruno Díaz más que en el asombroso Batman. Aunque esto no implica que Batman Inicia –el capítulo donde el superhéroe literalmente nace- tenga pocos momentos dedicados al encapotado o poca acción física a su cargo, sino que los conflictos que tejieron su historia y que lo llevaron a adoptar tan drástica vocación son los verdaderos protagonistas de este relato hambriento de realismo.
Este registro, en efecto, suma a la hora de darle dimensión a lo que acontece en pantalla, aún en esas instancias en que lo último que cabría pedir es realismo o simple verosimilitud. Aún allí, el director proporciona ambas cosas con un cuidado minucioso en los detalles, que cubren tanto el aspecto de los personajes, desde los pasos en la transformación psicológica de Wayne, la confección del traje y adquisición de artefactos (excelente el Batimóvil!!!), las causas detrás de los villanos, etc., como la planificación espacial del relato; Ciudad Gótica, por vez primera, parece viva, sucia y necesitada de un paladín tan auténtico como el que proporciona la historia. Pero a su vez, este realismo o tono que identifica la visión de Nolan trae aparejado uno de los pocos desaciertos de su película, y tiene que ver con la austeridad estética en los momentos en que Bruce Wayne deja de serlo. Las ideas de la oscuridad como manto que acompaña al héroe trágico, o las tácticas de ataque fugaces y fantasma del murciélago son muy atractivas en sí y a priori de cualquier exposición, pero estéticamente por momentos convierten a Batman Inicia en una experiencia morosa. A él, concretamente, se lo ve poco y nada, o al menos no tanto como se quisiera. Sólo que la omisión del exhibicionismo gratuito es parte de la estrategia que Nolan procuró para crearle a su film una identidad más allá de los cánones del género. Pero al fin y al cabo, no deja de ser cierto y -respetablemente- reprochable en cierta medida.
Y derivado de lo anterior, los rumores eran ciertos: a Batman no se lo ve como tal hasta más o menos la hora de metraje. Para ese entonces, el público debería tener ya suficiente idea, al tiempo que empatía, por la persona que estaría a punto de convertirse en el símbolo ilícito de justicia. La comprensión o idea de los por qué, cómo y cuándo sobre el personaje se hace posible gracias a que Nolan es un director astuto, observador y dedicado en todos los aspectos de una narración incapaz de convertir un largo prólogo en una amenaza; por ello Batman Inicia nos tiene atornillados a las butacas mucho antes de que Díaz use cuernos y se tire de las azoteas como si fuera realmente un murciélago. Por su parte, lo de la empatía también se concreta gracias al reparto; actores que interpretaron qué clase de película estaban haciendo, pero por sobre todas las cosas para qué director la estaban protagonizando. En el film hay tantos villanos como aliados para el encapotado, y decididamente el reparto es (exceptuando la omitible participación de Katie Holmes, que tiene las peores líneas de diálogo… lejos) extraordinario. El siempre respetable Liam Neeson es Ducard, el –Jedi- mentor del joven –Padwan- Wayne, el una vez más soberbio Michael Caine es Alfred, el mayordomo y padrastro de Bruce, Gary Oldman es el –futuro- comisionado Gordon en una composición más que humana para un personaje normalmente circunstancial, Morgan Freeman es una suerte de Q (el proveedor de gadgets de Bond) para nuestro héroe en cuestión, Cillian Murphy es el frío psiquiatra de día y el –ingeniosísimo- villano Espantapájaros de noche, el también excelente –y por momentos terroríficamente sensato- Tom Wilkinson es el capomafia de Gotham Carmine Falcone, Rutger Hauer (en un saludable regreso) es Earle, el abusivo apoderado de las Empresas Wayne, y por último el ex-psicópata americano Christian Bale ahora es el psicópata Gótico (aunque el temperamento se lo modelan los ninjas en los primeros 60 minutos), sudando el batitraje y convirtiéndose en el segundo mejor Bruno Díaz (el primero es –y será siempre- Michael Keaton, aún petiso, pelado y todo lo que la gente diga…) y en el mejor Batman de la historia. Aún las dos horas veinte de duración parecían apenas tiempo para un cameo de cada uno de los grandes actores, pero el guión de David S. Goyer (en colaboración con el realizador) consiguió extraer de todos ellos su debida funcionalidad a la trama (con una historia que superó las expectativas y que además no es carente de vueltas y sorpresas…), así como Nolan las actuaciones que hicieron de meros personajes de historieta seres tridimensionales.
Batman Inicia es un nuevo buen comienzo para un grande de capa caída. Para variar, esta vez además de admirarlo podremos comprenderlo y creer en él. El director confesó que su ambición era transmitir la idea de que cualquiera podía ser Batman, y que su concepción en el film debía reflejar esa posibilidad. Sigo sin creerlo tan sencillo, pero esto de la desmitificación del ícono (como lo fue conocer a Anakin Skywalker dentro del traje de Darth Vader) tiene un encanto especial que en lugar de quitarle la magia al truco incrementa las posibilidades de que caigamos en su trampa. Yo caí en este viejísimo y conocido inicio… y no creo que vaya a ser el único.
Título: Batman inicia.
Título Original: Batman begins.
Dirección: Christopher Nolan.
Intérpretes: Christian Bale, Michael Caine, Liam Neeson, Gary Oldman, Rutger Hauer, Cillian Murphy, Morgan Freeman, Tom Wilkinson y Katie Holmes.
Género: Basado en comic, Acción, Aventuras.
Clasificación: Apta mayores de 13 años.
Duración: 140 minutos.
Origen: EE.UU./ Reino Unido
Año de realización: 2005.
Distribuidora: Warner Bros.
Fecha de Estreno: 16/06/2005.
Fecha de reestreno: 13/04/2023.
Puntaje: 8 (ocho)