Por Juan Alfonso Samaja
*Se advierte al lector que la crítica podría contener spoilers
Una madre y sus dos hijos (Samuel y Nolan) viven en una casa en el bosque aislados de la civilización. La madre ha convencido a sus niños de que afuera acecha una presencia maligna capaz de adoptar diversidad de formas para atormentarlos y destruir su unión familiar, como ya lo ha hecho anteriormente con sus propios padres. Sólo en el interior de la casa están protegidos; si necesitan salir a conseguir alimento, deben deambular por el bosque amarrados a una soga atada a un extremo de la casa. No pueden ir más allá de la extensión de la soga, y no pueden soltar nunca la soga. Cuando los víveres empiezan a escasear, uno de los niños confronta a su madre, y se desencadena el conflicto.
Crítica
El relato recurre a la inversión de las expectativas, y a una sustitución del suspenso por un desenlace sorpresivo, con que el director francés Alexandre Aja había experimentado en Haute Tension en 2003. Pero a diferencia de aquella película, donde la revelación de la trama (ocurrida en los últimos minutos del desenlace) implicaba un cambio en la perspectiva del narrador, obligando al espectador a resignificar todo lo que hasta ese entonces había visto, según la perspectiva lunática de la muchacha, en esta última producción, se producen dos diferencias importantes que tornan más complejo el argumento, aunque no necesariamente más efectivo.
Por un lado, el pasaje del suspenso a la sorpresa ocurre en dos oportunidades, y no sólo en el desenlace; por otra parte, la multiplicidad de perspectivas narratoriales (la madre, los dos hijos) es una constante a lo largo del relato.
La película tiene un comienzo bastante canónico respecto del género, y todo hace pensar que el conflicto pasa, en efecto, por las presencias demoníacas que acechan desde el exterior. Sin embargo, en el minuto 23 ocurre un primer giro argumental, que únicamente advierte al espectador sobre una aparente insanía mental de la madre y el peligro en el que se hayan sus hijos. A partir de ese momento, todo el relato entra en otra lógica: ya no serán los espíritus exteriores del mal, sino los demonios internos de la madre, y luego de Samuel, los que pondrán en peligro a la familia, como a todo aquel que entra en contacto con ellos. Y, del mismo modo que en el film de 2003 antes aludido, el relato obliga al espectador a revisar aquellas imágenes de presencias espectrales que hemos visto hasta el momento, según la perspectiva de la madre. Los niños se confiesan mutuamente que ellos, a pesar de haberse soltado de la soga, no han visto a ningún espíritu.
Llegado a este punto, todo hace suponer que el relato ha protagonizado un giro metaenunciativo, una modulación genérica imprevista (y no muy habitual en la producción hollyoodense): lo que hasta ahora se nos había pedido en términos narrativos, a saber: que interpretáramos los hechos visionados en el emplazamiento de un terror paranormal, ahora debemos asumir un nuevo marco de interpretación, el terror psicológico, el cual no sólo obliga a resignificar hacia atrás, sino que produce hacia adelante nuevas significaciones.
Sin embargo, sobre el desenlace ocurre un nuevo giro argumental que vuelve a restituir la modalidad anterior, confirmándonos la presunción inicial, desbaratando toda la interpretación que el espectador venía sosteniendo en torno a los hechos y su interpretación.
La propuesta resulta interesante porque somete al espectador a un juego de frustraciones por parte del director poco habitual. A pesar de esto último, pienso que esta decisión conlleva una desventaja: a diferencia de la película del 2003, donde el giro argumental producía una sorpresa categórica, nutrida de la exposición de un suspenso algo desproporcionado y tedioso, en este caso, el doble giro (donde el segundo confirma la presunción inicial) resta potencia dramática al conflicto propuesto; por un lado, interrumpe el crescendo dramático que debe ahora reiniciarse nuevamente, y, por otra parte, no agrega una ruptura categórica que justifique el segundo cambio. Esta segunda sorpresa no está a la altura del giro precedente, pues nos vuelve a arrojar en el mismo escenario narrativo que en el comienzo. Tratándose de un momento tan cercano al desenlace, esta marcha atrás de la modulación se percibe como una debilidad estructural, o al menos una actitud artificial e innecesariamente dubitativa, y no un hallazgo.
Más allá de estas cuestiones, la película tiene buenos momentos visuales e interpretaciones creíbles por parte de la actriz Halle Berry -regresando al terror dos décadas después de En compañía del miedo/Gothika– y los dos muchachos.
Título: No te sueltes.
Título original: Never Let Go.
Dirección: Alexandre Aja.
Intérpretes: Halle Berry, Percy Daggs IV, Percy Daggs III, Stephanie Lavigne, Christin Park, Anthony B. Jenkins y Matthew Kevin Anderson.
Género: Terror, Thriller.
Calificación: Apta para mayores de 16 años.
Duración: 101 minutos.
Origen: EE.UU./ Canadá/ Francia.
Año de realización: 2024.
Distribuidora: BF+ Paris Films.
Fecha de estreno: 07/11/2024.
Puntaje: 6 (seis)