Por Mónica Grau Seto, corresponsal en España
Maia Gattás Vargas es artista visual, investigadora y profesora. Doctora en Artes (UNLP). Trabaja como becaria posdoctoral en el Instituto CITECDE-CONICET en Bariloche. Y como docente en la materia Teorías de los Medios y de la Cultura en la Facultad de Filosofía y Letras (UBA).
Su filmografía consta de cuatro cortometrajes estrenados: Taxonomía de la desmesura (2018); Instrucciones para levantar una piedra (2019); Temporada (2020); y Naturaleza moderna (2022).
En 2023 estrenó su primer largometraje documental Viento del este en el Festival Doc Buenos Aires y su estreno internacional fue en Jihlava International Documentary Film Festival, República Checa, donde ganó el premio Original Approach.
Como artista le fascinan los fenómenos de la naturaleza, uno de sus proyectos más recientes fue una investigación artística titulada “indagaciones atmosféricas” vinculando lo climático y atmosférico y su influencia en la vida de los humanos, algo que queda claramente reflejado en este documental.
Vinculado a ello está el proyecto “Cartas al agua”, siendo un interesante intercambio epistolar bilingüe entre Maia y Francisca Khamis, se conocieron en 2019 en Cisjordania justo cuando Maia rodaba para su documental. Ambas decidieron mantener un diálogo abordando la memoria del agua en el territorio de la Palestina ocupada. Enriquecen estos escritos con fotografías de la diáspora, extractos de películas como Port of Memory (2009) de Kamal Aljafari o The Sea (2088) de Annemarie Jacir… Además, forma parte del colectivo artístico-político de rap y artes visuales Palestina Monamur, junto a Isabel Di Campello.
La película se centra en dos grandes duelos; por un lado, la pérdida de la identidad cultural por parte de la familia paterna y luego la pérdida del propio padre de la directora. Luis Gattás falleció muy joven en un accidente, con tan solo 26 años, cuando Maia tan sólo tenía 2 meses. Un vacío por la falta de la figura paterna y su cariño y una crianza en solitario por parte de su madre.
Un viaje al pasado y a las raíces, pero también una búsqueda casi arqueológica a través de objetos que pertenecieron a su papá, reconstruido en parte por el Diario que su madre escribía, lleno de pequeñas anotaciones y en el que existe ese gran vacío del 19 al 27 de septiembre de 1986, fecha de ese fatídico accidente mortal, junto a los cuadernos que también escribía su abuela que permitirán aproximarse a la figura de su padre.
El viento está presente, igual que el agua por el interés de Maia en el impacto de los fenómenos naturales y atmosféricos en la vida de las personas, comunidades… buscando ese vínculo con el transcurso de la historia. Hay un viento que marca el río de la Plata, es la Sudestada y son los vientos fríos del sur al cuadrante del sureste, este permanece varios días interfiriendo con el desagüe del Rio, fenómeno que aumenta del nivel y produce inundaciones en áreas costeras, esto lo convierte en algo peligroso para la navegación, por ello existe en la zona rioplatense la frase “viento del este, lluvia como peste”
Con este primer largometraje documental Maia Gattás Vargas se sumerge en la memoria familiar, en los vacíos de la ausencia y en la exploración de un linaje disperso. Una historia y una película que se han ido confeccionando durante un largo tiempo, convirtiéndose en un complejo proceso de introspección, investigación y búsqueda de respuestas ante esta ausencia paterna, por lo que la autora ha trazado una ruta cartográfica triangular: Bariloche, representando el hogar femenino donde la directora fue criada por su madre y su abuela, y el punto de descubrimiento del “museo” como ella llama, una habitación con objetos y recuerdos de su difunto padre, a través de los cuales empezará a realizar, preguntar, indagar y descubrir su pasado árabe.
El río de La Plata en Buenos Aires, el lugar donde fue a pescar su padre y tuvo el accidente mortal, donde destacan estos vientos y el punto de pérdida.
Cisjordania en Palestina, el origen de sus antepasados y tierra ocupada en continuo conflicto, tierra de ruinas y escombros y de pérdidas de recuerdos materiales para tantas familias.
La propuesta, cargada de simbolismo, recorre geografías y tiempos fragmentados en busca de respuestas que tal vez nunca llegan del todo. Pero, a pesar de su premisa poderosa, la ejecución revela ciertas limitaciones que la dejan a medio camino entre la evocación poética y la introspección documental.
Desde el inicio, el filme establece su tono contemplativo, donde expresamente la autora destaca los objetos heredados de su padre, un vaso de cristal verde, un suéter que su madre comenta que nunca se puso y un trofeo de pesca, estos se convierten en vestigios de una ausencia que atraviesa la película. Vargas, con una narración en off sutil, reconstruye su historia familiar a partir de diarios, cartas y conversaciones a medias con su abuela, elementos que funcionan como hilo conductor de su búsqueda. Sin embargo, la insistencia en planos largos de paisajes vacíos, en muchas ocasiones agua, briznas de hierba y primeros planos de la naturaleza junto al uso extensivo de sonidos ambientales sin diálogos terminan por ralentizar el ritmo del documental, aunque también le dan su personalidad ya que se centra en estos elementos de la naturaleza y los planos y la presencia humana es casi anecdótica.
Uno de los mayores aciertos de la película es su aproximación al exilio y la pérdida de identidad. La directora vincula la ausencia de su padre con la pérdida de raíces de su familia palestina, trazando un paralelismo entre la desaparición física y la desintegración cultural, con detalles como el recuerdo de la figura de la bisabuela paterna Valentina, cuya lengua se perdió con su muerte, siendo un símbolo claro de esa desconexión. La película se enriquece con testimonios indirectos, como el de un cineasta palestino que le cuenta cómo los escombros de Jaifa fueron arrojados al mar, dando forma a una costa que es testigo mudo de una historia de despojo, y del valor de recuperar esos objetos que formaron parte de hogares y familias. Es en estos momentos donde la propuesta documental alcanza su mayor profundidad.
No es hasta el minuto 52 que la abuela de la directora aparece en cuadro, lo que deja la impresión de que la película se resiste a dar rostros a sus relatos. Este distanciamiento puede interpretarse como una decisión estética, pero también como una limitación a la hora de construir una narrativa más inmersiva.
El tercer acto, en Palestina, rompe con la monotonía visual y sonora, introduciendo por fin personas, calles y conflictos visibles. Las imágenes de casas destruidas por la ocupación israelí y las raíces de las plantas que marcan los antiguos límites del territorio le dan a la película un cierre más tangible y político. La directora encuentra su conexión con la historia a través del agua: el río de la Plata, donde su padre tuvo su accidente fatal, y el Jordán que significa el que baja, por el Líbano, cruza la frontera con Israel y continúa su curso por Palestina hasta el Mar Muerto, el mar que llevó a sus antepasados a Argentina.
El agua también conecta curiosamente con los apellidos de ambos progenitores, por un lado, el significado de su apellido árabe Gattas significa hombre bajo el agua y Gimabatista de su madre se refiere al profeta Juan Bautista que bautizó a Jesús.
Viento del Este es un original debut con identidad, una obra que se inscribe en una tradición de cine documental de exploración personal. Su interés por la materialidad de la memoria y su compromiso con una búsqueda de raíces la vuelven una propuesta valiosa.
Título: Viento del este.
Título original: Idem.
Dirección: Maia Gattás Vargas.
Producción: Marcelo Burd.
Intervenciones de: Luis Gattás, Marisa di Giambatista, Violeta Quinteros.
Género: Documental.
Calificación: Apta para todo público con leyenda.
Duración: 75 minutos.
Origen: Argentina.
Año de realización: 2023.
Distribuidora: Independiente.
Fecha de estreno: 27/02/2025.
Puntaje: 6 (seis)
