Por Juan Blanco
Spielberg se la juega por una anécdota que no es nueva, con móviles que no son nuevos, y con una resolución que tampoco es nueva. Pero la escasez de sorpresas no implica lo mismo con la imaginación única de un tipo que sabe darle un giro sorpresivo a algo que no lo tiene por naturaleza. Su mayor logro es convencernos de que estamos frente a algo novedoso, aunque no lo sea, y terminar a fuerza de creatividad por transformarlo a nuevo.
Cuando en su libro “Arcadia todas las noches” el crítico cubano Guillermo Cabrera Infante concibió el término bacilo de Hitchcock, creyó poder explicar con él la experiencia inmersiva que el cine del maestro del suspense siempre proponía para sus espectadores, al punto de poder uno repetir dicha experiencia una y otra vez, aún finalizada la película. Según esta teoría, el cine sería (entre tantas cosas) una extensión de nuestras vidas; esas fantasías que nos ilusionan fuera de nuestro mundo para adentrarnos a otro en donde se puede ser alguien valiente viviendo una “aventura de película”. A estos asaltos de imaginación fílmica (tal como Guillermo los definía), que se padecían de tanto en tanto cuando se era inoculado por el bacilo de Alfred, -en la calle, en la plaza, o en el cine- los bautizó el síndrome Hitchcock. Es difícil afirmar ahora si el bacilo sigue vivo por las salas. Por mi parte preferiría confiar en que no murió con Hitchcock, sino que mutó en algo más moderno pero que mucho le debe al primero, al que ahora nos referiremos como el bacilo de Spielberg.
Steven Spielberg es uno de los realizadores más hábiles para narrar historias de la historia del cine (perdón por la redundancia). De no haber elegido esta profesión, seguro habría optado por la confección de relojes, o algo por el estilo, siempre y cuando el trabajo involucrara precisión de alto grado. Y Minority Report es la prueba viva de ello; el bacilo proyectado en un film de acción y suspenso futurista, paradójicamente clásico en su construcción, bien al estilo de Alfred.
Lejos de la ambición filosófica de Inteligencia Artificial, Spielberg se concentra en la historia de John Anderton (un habilísimo Tom Cruise), un policía a cargo de una unidad especial conocida como Pre-crimen, agencia encargada de detectar crímenes violentos antes de que se sucedan (por medio de un grupo de psíquicos) para así poder apresar a los perpetradores de los mismos antes de que los cometan. El conflicto se desencadena cuando a Anderton se lo acusa de un crimen que se supone habría de cometer en las próximas 36 horas, y que lo pondrá a correr como un loco fugitivo tratando de probar su inocencia. ¿Es una trampa predigitada por un burócrata mandado a investigar la agencia (Colin Farrell), una tendida por sus propios amigos, o simplemente se debe confiar en que el sistema es perfecto y entonces creer en la posibilidad de que John vaya a asesinar a alguien? Ese será el misterio…
Spielberg se la juega por una anécdota que no es nueva, con móviles que no son nuevos, y con una resolución que tampoco es nueva. Pero la escasez de sorpresas no implica lo mismo con la imaginación única de un tipo que sabe darle un giro sorpresivo a algo que no lo tiene por naturaleza. Su mayor logro es convencernos de que estamos frente a algo novedoso, aunque no lo sea, y terminar a fuerza de creatividad por transformarlo a nuevo. Y algo más importante aún: nos lo propone a sabiendas de que no va poder sorprendernos, pero al menos va a intentar entretenernos, enredarnos en el juego, y lo logra como nadie. Ya todos vimos El Fugitivo, o vivimos la experiencia de sufrir con ese hombre falsamente acusado de Hitchcock, pero nunca lo hicimos de la mano de Spielberg. Su futuro es oscuro, visionario y moralmente problemático. Su empleo de recursos está más mesurado que nunca -los efectos especiales no cumplen funciones gratuitas, sino que buscan insertarse en ocasiones que las necesiten, así como la acción procura que su incursión sea en situaciones donde otra no queda-, y todo juega en función de hacernos cómplices de un misterio a resolverse, lleno de pistas falsas, personajes ambiguos, y para colmo en un mundo complejo en el que uno tendrá que aprender a moverse con los protagonistas, desconfiando de todo, y de todos. Tal como dijo Tom Cruise en una entrevista reciente: -Steven Spielberg is on fire!-. Y no podría ser más cierto.
Minority Report es definitivamente un relojito, es preciso, tiene timing perfecto, y está puesto en hora por uno de los directores más “cinematográficamente virósicos” de nuestros tiempos. Su bacilo está en cada butaca de cada sala que proyecte su opus. Por eso les recuerdo que cuando después de ver Minority Report, vayan por la calle y los asalte una de aquellas imaginaciones fílmicas, aventureras, que no haya sorpresa: acaban de padecer el síndrome de Spielberg.
Título: Minority Report: Sentencia previa
Titulo Original: Minority Report
Director: Steven Spielberg
Intérpretes: Tom Cruise, Colin Farrell, Samantha Morton, Jessica Capshaw y Max Von Sydow
Género: Acción, Basado en cuento, Misterio, Thriller
Duración: 145 minutos
Calificación: Apta mayores de 13 años
Origen: Estados Unidos
Año Realización: 2002
Distribuidora: Fox
Fecha Estreno: 01/08/2002
Puntaje 9 (nueve)