Por Juan Blanco
En la ciudad sin límites no defraudaría si no fuera por su ambición desmedida de engañar al espectador con trucos tan poco sutiles como injustificados. Su director, Antonio Hernández (Lisboa) quiso trabajar un misterio, al que procuró turbio e inquietante, para justificar un suspenso dramático inocente que de otra manera no hubiese podido mantener más de media hora. Vaya uno a saber si su elección responde a una mera haraganería, o a su directa incompetencia para ejercer la profesión que lo ocupa. Lo importante es que su película naufraga por su negligencia e hipocresía. Veamos de qué manera.
Resulta que hay un muchacho español radicado en la Argentina (Leo Sbaraglia, bien, como siempre), a quien su familia le comunica desde Francia que su padre (Fernando Fernán Gómez, extraordinario) está muy mal de salud, demandándole –implícitamente- su visita cuanto antes. Entonces el chico viaja con su novia (Leticia Brédice, muy sobria ella) para reencontrarse con su madre (Geraldine Chaplin, muy dura) y hermanos y hacer frente a la tragedia, pero por sobre todo para darle las últimas esperanzas a su padre.
En eso, se entera de que al viejo lo atraparon en la azotea del hospital queriendo escaparse, porque al parecer el mismo estaría delirando sobre una ciudad sin límites, y sobre un personaje al que debe notificar de algo muy importante. Poco después se enterará, en confidencia con su padre, de que ese no sería un hospital, y de que los que lo tratan no son médicos, sino miembros de una trampa para que su mensaje no llegue a destino; un complot que implicaría a su familia, sin motivos evidentes, para retenerlo en ese hospital simulado y privarlo de cualquier contacto con el exterior.
Tal es así que el suspenso crece, y crece, en plena búsqueda de este amigo Ranzel, aquel que aclama el pobre viejo agonizante. Todos callan y nadie parece saber nada. Mientras, la narración se hace densa, la música se agrava y la cabeza del espectador comienza a concebir posibilidades tan descabelladas que hasta dan pena confesarlas (benditos aquellos que no tuvieron la desgracia de ver el tráiler antes, porque sino la imaginación directamente vuela).
Pero más tarde, y de una forma un tanto más abrupta de la que se venía gestando el suspenso, la cosa cambia y cada testigo expectante comienza a tomar conciencia de que se trataba de una manipulación gratuita hacia el espectador desprevenido. No sería justo contar más, aunque créanme que me gustaría. Más que hacer una sugerencia obligada no puedo, me quema y es todo lo que está a mi alcance, por respeto. No crean que se trata de algo descabellado, tal como nuestra cabeza puede llegar a considerarlo gracias a la traicionera persuasión de Hernández. Se trata de un drama familiar sólido, con buenas actuaciones y una digna exposición de todos los elementos atenientes al género y a sus respectivas situaciones. Pero no ambicionen más, porque se van a quedar con un gustito en la boca muy amargo.
En la ciudad sin límites podrá ser un drama efectivo, pero como película de suspenso –tal como se pretende durante el mayor porcentaje de su tramo- goza de una gratuidad prácticamente imposible, pero trágicamente real.
Título: En la ciudad sin límites.
Título Original: Idem.
Dirección: Antonio Hernández.
Intérpretes: Leonardo Sbaraglia, Fernando Fernán Gómez, Geraldine Chaplin, Ana Fernández, Adriana Ozores, Leticia Brédice, Roberto Álvarez, Àlex Casanovas, Mónica Estarreado y Alfredo Alcón.
Género: Drama.
Clasificación: Apta mayores de 13 años.
Duración: 125 minutos.
Origen: España/ Argentina.
Año de realización: 2002.
Distribuidora: Buena Vista.
Fecha de Estreno: 26/06/2003.
Puntaje: 5 (cinco)