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domingo, 24 noviembre 2024
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Camino a casa: Para llorar sin culpas

El monopolio que ejercen los estadounidenses con la distribución mundial de sus películas se hace cada vez más ostensible. Estrenada justo antes de que llegue a su clímax la archimillonaria trilogía de Matrix, sería una pena que la deslumbrante Camino a casa pase desapercibida. Esta modesta realización surcoreana -plasmada a contrapelo de cualquier moda efímera- se erige en un ejemplo a seguir por la sencillez conque construye su bella Camino a casa: Para llorar sin culpas 3fábula universal. Curiosamente, Corea del Sur es uno de los escasos países cuya producción local supera en recaudación a los tanques americanos. La joven directora Jeong-Hyang Lee –quien nos visitara en marzo pasado para presentar su filme en el marco del 18° Festival de Mar del Plata- demuestra en apenas ochenta y cinco minutos su talento para adueñarse de la sensibilidad del público y moldearla a su antojo con un aplomo que muchos cineastas veteranos no atinan a vislumbrar jamás. Que una historia tan minimalista y despojada de ornamentos superfluos encabece los rankings por encima de las adocenadas ofertas hollywoodenses lo reconcilia a uno con lo más noble del séptimo arte. Y al mismo tiempo, me hace desear que nuestra vapuleada industria local encuentre también una voz personal que logre el elevado propósito de conformar a propios y extraños con tan pocos elementos de producción.

A priori, Camino a casa se perfilaba como otro de esos sub-productos oportunistas que buscan la emoción fácil involucrando en la trama a niños, ancianos y animalitos encantadores. Y para colmo de males, con el sellito de “for export” a la vista de todos. Pero esto no termina aquí. Ya instaurada en nosotros cierta desconfianza por la temática a desarrollar nos chocamos con el siguiente escollo: lo anunciado que resulta el guión en general. Nadie que haya visto algo de cine en su vida puede ignorar lo que va a suceder a partir de la situación desencadenante (de hecho, el final nos lo imaginamos desde un comienzo). Por ende, eran muchas las contras que Jeong-Hyang Lee debía sortear para escapar del lugar común y convencer a tipos prejuiciosos como yo –sí, lo admito- de la validez de su propuesta. Por inconcebible que parezca, esta narradora ha logrado el milagro de convertir el barro en oro. Porque los puntos negativos ya enumerados son instantáneamente olvidados para sumergirnos en la conmovedora relación de Sang-woo y su abuela. El método utilizado es fácil de entender pero llevarlo a la práctica… ¡qué complejidad! Se trata, ni más ni menos, que de erradicar cualquier intento de intelectualizar el material por parte del público. Jeong-Hyang Lee es una artista que ha optado por reflejar en su trabajo lo más puro que puede brindar un ser humano a otro: su amor incondicional. La anciana Eul-Boon Kim contagia tanto sacrificio, tanta abnegación silenciosa por ese nietito díscolo, que no Camino a casa: Para llorar sin culpas 4podemos sino acompañarla en su lento transitar hasta la esperada –no por eso menos disfrutable- transformación de Sang-woo en una persona más completa de lo que era al dejarlo su madre en la casa de la montaña. En esta instancia, no hay dique que contenga los millones de lágrimas que brotan ininterrumpidamente para alegría del corazón. Bendito sea el llanto sin pesar, genuino, prístino, que nos embarga al ver Camino a casa. Y alabada sea su directora por permitir que esa emoción quede atrapada dentro de nosotros hasta bastante después de haber concluido la proyección…

El único actor profesional de Jibeuro es el niño protagonista, Seung-Ho Yoo. Su aporte es fundamental porque exhibe un compromiso inusitado para alguien tan joven. Según su accionar, lo odiamos, lo compadecemos y desde luego que lo queremos… Y en más de una oportunidad, todo eso junto… simultáneamente. De la abuela Eul-Boon Kim ya se ha dicho demasiado. Sólo resta agregar que esta octogenaria encorvada es el hilo conductor de un relato mágico e irresistible, que va a perdurar en el recuerdo tanto como esa etapa un poco brumosa, muchas veces añorada, a la que alude el film en su sereno discurrir: la de la infancia.

Camino a casa: Para llorar sin culpas 2Título: Camino a casa.
Título Original: Jibeuro.
Dirección: Lee Jeong-hyang.
Intérpretes: Eul-boon Kim, Yoo Seung-ho, Hyo-hee Dong, Kyung-hyun Min, Eun-kyung Yim.
Género: Drama.
Clasificación: Apta para todo público.
Duración: 85 minutos.
Origen: Corea del Sur.
Año de realización: 2002.
Distribuidora: Eurocine.
Fecha de Estreno: 30/10/2003.

Puntaje: 10 (diez)

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