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jueves, 21 noviembre 2024
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Una de dos: Lejos del mundanal ruido

Por Pablo E. Arahuete

Año de contrastes para el panorama del cine argentino, el nuevo y el viejo; el comercial y especulativo; el experimental y arriesgado; el hiperrealista y el de pura ficción; hubo para todos los gustos donde vieron la luz más de 60 obras de diversa calidad y estética, varias recorrieron el circuito festivalero y cosecharon elogios, menciones y premios. Por eso, el estreno comercial de Una de dos, ópera prima de Alejo Taube, cierra el desigual balance de un año histórico a nivel producción y preocupante en cuanto a la escasez de espectadores, con un prometedor signo de cambio para un 2005 incierto. Y si de contrastes se trata, el eje del anómalo y excelente opus de Taube explora las paradojas de nuestra realidad con un preciso, profundo y desapegado sentido de la observación, acompañado de un nivel de sutilezas que aprovecha al máximo los recursos narrativos y la sensibilidad de un talentoso director de actores.

El interesante y nada fácil enfoque del film retoma la crisis social y económica de Noviembre y Diciembre de 2001 desde la realidad de un pueblo del interior, alejado de los centros urbanos. Estación Cortez, a 80 km de la capital, es la postal que condensa la paradoja de un país productor de alimentos capaz de abastecer tres veces al total de su nación, cuya mitad de ciudadanos vive por debajo de la línea de pobreza. Contrastes de dos realidades para desmenuzar una (de ahí el título del film); la supervivencia de gente rodeada de trigales y vacas que junta monedas para comprar el pan y la carne. En ese pueblo deambula -por las vías de un tren que hace 10 años dejó de funcionar y por el rostro curtido de mentira y bronca de sus habitantes- la cámara fisgona y punzante de Taube. En sintonía con la distancia necesaria para evitar el apasionamiento, el -a veces- excesivo tenor épico con que el cine argentino retrata la pobreza sin ahondar en sus contradicciones, el realizador desarrolla una historia coral que permite el amplio espectro de puntos de vista sin tomar partido por ninguno. A diferencia de otras producciones locales enmarcadas en un registro discursivo y con tendencia a bajar línea (Próxima salida y Un mundo menos peor, por citar dos extremos), el precepto de no entregarse a una sola voz enriquece proporcionalmente trama y personajes.

Voceros con ideologías distintas, con historias y épocas diferentes a cuestas, conviven en las inconducentes charlas de bar mientras la tele reproduce la revuelta social al borde del estallido. Cada diálogo o discusión tiene sentido y establece el choque generacional e ideológico de los personajes, en contrapunto con la efervescencia social reflejada en las imágenes de los noticieros. Entre las birras compartidas, los partidos de truco donde un pobre derrota a otro y lo hace aún más pobre, desfila la depresión silenciosa de un campo devastado y el sordo ruido de un cacerolazo que canta su borrachera de impotencia, consignas de choripán bajo el fogón que se ríe del fracaso y la esperanza acoplando el viento de un himno sin alma, sin patria, sin ganas. Esas postales empiezan y terminan en el vértigo de la cámara digital y el montaje rabioso. Taube encuentra intimidad cuando busca los cuerpos pero también se disuelve en el espacio si la puesta en escena así lo requiere.

La historia transcurre en la cotidianeidad del pueblo con la presencia externa, siempre fuera de campo (radio o televisión), del descontento social. Todos comentan por lo bajo que El Rubio (Jorge Sesán) anda en cosas raras porque se lo ve con algo de plata siempre, cambia de ropa seguido y viaja con frecuencia a la Capi (la capital). Sus primos lo defienden pero en el fondo dudan si su trabajo es limpio. También Héctor (Ariel Staltari), quien a duras penas mantiene el supermercado familiar, ahora debe ponerse intransigente con los clientes que piden a gritos ser fiados. La crisis llega y no se vislumbra ningún cambio. Los más jóvenes pasean su desencanto y se fugan hacia adelante, como Pili (Jimena Anganuzzi) y su hartazgo de soportar una madre depresiva; o el Rubio (nexo entre las historias) sin un lugar definido, por momentos observador lúcido y cínico, cuya amoralidad lo inmuniza para los negocios sucios donde se involucra.

No hay ángeles ni demonios en este cuento, ni mirada unidimensional sobre una realidad tan densa como cruda; en todo caso las criaturas de Una de dos son víctimas de las circunstancias y así desprenden su contradicción. Personajes honestos gracias a un reparto actoral sin fisuras y la capacidad de Taube, quien extrajo la aspereza de Sesán y la sensibilidad de Anganuzzi (vale observar la escena final con su madre, digna de un largo aplauso). Muchas veces se critica al nuevo cine argentino por su desprolijidad en pos del realismo, la exageración de tiempos muertos y el “nopasanadismo” de sus historias (si se me permite el neologismo). Estos aspectos en el film no contaminan la trama, sino que engrandecen a los personajes; y eso sumado a la impecable conjunción de dirección, fotografía y música agrega un valor único. Una excelente excusa para seguir defendiendo el polémico nuevo cine argentino y una muestra palpable del buen uso del digital. Una voz arenga a la lucha y otra le vomita ironía, Taube observa lejos del mundanal ruido.

Título: Una de dos.
Título Original: Idem.
Dirección: Alejo Taube.
Intérpretes: Jorge Sesán, Jimena Anganuzzi, Renata Aielo, Ariel Staltari, Pablo De Nito, Vana Passeri y Jesica Gambarte.
Género: Drama.
Clasificación: No disponible.
Duración: 88 minutos.
Origen: Argentina.
Año de realización: 2018.
Distribuidora: Distribution Company.
Fecha de Estreno: 23/12/2004.

Puntaje: 9 (nueve)

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