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jueves, 21 noviembre 2024
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Mar abierto: Dos a la deriva

Por Pablo E. Arahuete

Chris Kentis desembarcó en el Sundance Film Festival el año pasado con una película modesta, de bajo presupuesto, cuyo atractivo se sintetizaba en un slogan: película de tiburones, pero con escualos de verdad. El segundo anzuelo -quizás amparado por el furor que fuera año atrás El proyecto Blair Witch– estuvo acompañado de la fórmula indestructible “hecho real”. Así fue como Mar abierto, superando con creces el examen del Sundance, se convirtió en un nuevo éxito del cine independiente (recaudó más de 50 millones en su fecha de estreno) y de taquilla. Cuando el maestro del suspense Alfred Hitchcock se propuso el desafío de filmar Ocho a la deriva, donde la trama se desarrollaba dentro de un bote en el medio del mar, corría con la ventaja de apoyarse en ocho personajes que le permitían cruzar conflictos y subtramas a fin de que la historia avanzara en grado parejo de tensión.

En el caso de Kentis, el escollo “Hitchcokiano” se multiplica al sostener la anécdota con dos personajes, aunque es cierto que los tiburones y el inmenso mar cobran el rango de personaje no humano de inmediato. Puede decirse que ese es el único contratiempo del film, pero no resulta menor en relación a la propuesta narrativa; a la búsqueda del drama en un género donde prevalece la truculencia como disparador de la acción.

Para seguir con las analogías marinas la aventura hace agua al momento de definirse hacia el in crescendo dramático sin provocar el efecto deseado. Claro que no es nada fácil mantener un relato con tan pocos elementos, en un medio hostil y absorbente como el mar y con la presencia constante de tiburones cada vez más cerca, al despojarse de los códigos del género. Pese a este defecto, Mar abierto posee ciertos rasgos interesantes que lo hacen acreedor del sello anómalo, por ejemplo, su registro visual lindante entre el documental y una filmación hogareña de unas vacaciones cualunques en uno de estos lugares paradisíacos.

Esta apuesta al hiperrealismo predispone al espectador como testigo de los hechos, lo ubica en un terreno donde la sugestión lo atomiza todo. Otra vez, el fantasma de Hitchcock y en menor medida de uno de sus alumnos más aplicados, Steven Spielberg, sobrevuela con Los pájaros y Tiburón, respectivamente. A partir de la premisa de la sugestión, la anécdota de las vacaciones para desembarazarse de la rutina del trabajo, el agobio de faxes, computadoras, gente y ruido, queda atrás como Daniel y Susan una vez que el barco los deja a merced de los escualos. Presos de impotencia, calambres y descomposturas, la desesperación crece como una ola que amenaza con taparlo todo, salpica reproches y discusiones triviales.

Sin apelar a planos quirúrgicos de amputaciones o golpes de efecto sobredimensionadores, Mar abierto se posiciona como una rareza que intenta sortear los clichés del género, aunque a veces se estanca.

Título: Mar abierto.
Título Original: Open water.
Dirección: Chris Kentis.
Intérpretes: Blanchard Ryan, Daniel Travis y Saul Stein.
Género: Thriller, Aventura, Terror.
Clasificación: Apta mayores de 16 años.
Duración: 79 minutos.
Origen: EE.UU.
Año de realización: 2003.
Distribuidora: CDI Films.
Fecha de Estreno: 10/03/2005.

Puntaje: 6 (seis)

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