Por Pablo Arahuete
Sin anestesia, la cámara nos abandona a un espacio donde lo ajeno se mezcla con la incomodidad. Los pasillos se reproducen junto al estridente quejido de las sierras y el nervioso golpeteo de martillos. Quien parece acostumbrado a convivir con esa claustrofobia sorda es el protagonista: Olivier (Olivier Gourmet), encargado de la sección de carpintería de un centro donde adolescentes problemáticos intentan rehabilitarse. Allí, se recorta un personaje, un misterioso adolescente rubio que llama la atención de los encargados y, pese al rechazo previo, también despierta interés en el mismo Olivier.
Da toda la impresión de que la parquedad y el hermetismo del carpintero no son gratuitos, tampoco su meticulosa observación del futuro aprendiz con quien entabla un vínculo cordial pero distante. No existen grietas por las cuales uno -como espectador- pueda indagar en la extraña relación de Olivier y su empleado. Sólo un incremento en la tensión que abre el interrogante acerca de la identidad del joven. A medida que la trama avanza, las preguntas se acumulan y, gracias a un seguimiento casi documental de la cámara -capaz de transmitir el nerviosismo y las coordenadas visibles de un viaje interior- se revela un costado oscuro que rodea a los personajes.
Bienvenidos al universo de Olivier, parece rezar un cartel invisible que se desprende luego de la primera hora de este cautivante relato de los hermanos Dardenne. El hijo, quinto opus de ficción de los realizadores belgas es un film para ir descubriendo de a poco. Tranquilamente podría acomodarse en las filas de la tragedia a secas. No obstante, desde el vamos, salta a la vista un estilo propio que encuentra sus mayores virtudes en la apuesta al registro realista. Nada queda librado al azar en esta pieza anómala, cuya crudeza apabulla por su rigor narrativo, con un equilibrado y fino uso del sonido y el fuera de campo para completar los huecos que -ex profeso- el guión se encarga de mantener. Basta unir un par de cabos, adivinar ciertas motivaciones y dejarse atravesar por el vértigo de la cámara. A veces, ese torbellino de emociones contenidas y el malestar que transmite el cuerpo, el rostro y el silencio crudo de Olivier Gourmet (galardonado en Cannes por su actuación) se fuga en un urgente y estudiado plano-secuencia, como otro sello autoral de los Dardenne.
Sería improcedente revelar aquí qué nexo une a Olivier con su flamante empleado, quien ocupa varios roles a medida que la historia va descubriendo sus secretos. Los directores exploran en forma tangencial el mapa de las relaciones humanas, sin renunciar a los dilemas morales que se activan cada vez que una situación límite se cruza en nuestro camino. La proximidad de los personajes, bosquejados con el ojo puesto en el hombre común, resiste cualquier aventurado trazo maniqueísta. Así como se evita el golpe de efecto y el estereotipo, El hijo siembra muchos interrogantes y no los responde, es decir, acierta en no caer en el didactismo y la falsa moralina.
Un film de difícil trago, para deleitarse y pensar hasta el último plano; inmejorable oportunidad de tomar contacto con el cine de los creadores de La promesa (único film estrenado en nuestras pampas del año 1996) y de quienes se anticipa el inminente estreno de su obra más reciente El niño, Palma de Oro en la última edición de Cannes.
El duelo, la pérdida, el sentido de la venganza y el complejo mapa del corazón humano forman parte de este itinerario audaz, incierto e inolvidable.
Título: El hijo.
Título Original: Le fils.
Dirección: Jean-Pierre Dardenne & Luc Dardenne.
Intérpretes: Olivier Gourmet, Morgan Marinne, Isabella Soupart, Rémy Renaud, Nassim Hassaïni, Kevin Leroy, Félicien Pitsaer, Annette Closset y Fabian Marnette.
Género: Drama.
Clasificación: No suministrada.
Duración: 99 minutos.
Origen: Bélgica/ Francia.
Año de realización: 2002.
Distribuidora: Zeta Films.
Fecha de Estreno: 05/01/2006.
Puntaje: 9 (nueve)