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sábado, 23 noviembre 2024
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Soldado anónimo: El hombre del rifle

Dos noticias. Una buena y una mala. La buena es que Soldado anónimo trae consigo un bienvenido aire de renovación al género bélico con su minucioso retrato psicológico de lo que representa para un joven de veinte años integrarse a un grupo cuya única finalidad como tal es el exterminio del enemigo que los políticos de turno han designado desde la comodidad de sus puestos en una banca del senado por los intereses espurios que todos conocemos de sobra. Lástima que la exhaustiva indagación de media docena de personajes se malogre debido a un final poco arriesgado y que llega a las mismas consabidas conclusiones que cualquier otra película de similar tenor. Adivinaron: ésa es la mala.

Entrenados para matar desde el aislamiento -vale informar que fueron adiestrados como francotiradores- el cuerpo de marines liderado por el sargento Sykes (Jaime Foxx en otra brillante caracterización) arriba a Kuwait con el sólo propósito de cuidar que los pozos de petróleo no sean tomados por las tropas iraquíes de Saddam Hussein durante los primeros meses del conflicto en el Golfo Pérsico. Ansiosos por entrar en acción y por demostrar lo que han aprendido en largos meses de feroz -casi inhumano- entrenamiento, los muchachos se ven compelidos a contener tanta adrenalina hasta que los factores externos lo decidan. Además de los obligados ejercicios militares no hay nada para hacer excepto esperar. Y esperar. Y volver a esperar.

La tercera película del inglés Sam Mendes trabaja con una rara precisión la cambiante relación entre los marines Sworff (Jake Gyllenhaal en un tour de force remarcable) y Troy (un fantástico Peter Sasgaard). La dupla conforma un aceitado equipo donde el primero es el ejecutor -maneja el rifle como una extensión de su cuerpo- y el segundo el encargado del apoyo visual. Sus motivaciones son muy diferentes. Sworff lo expone con sinceridad cuando le dice a un superior que está allí porque “se desvió del camino a la universidad”. Y vaya si se arrepiente de ello. Troy es harina de otro costal. Para él, pertenecer a los marines fue la excusa perfecta para evitar una vida social sin rumbo cuyo destino ineluctable era la delincuencia. Sworff y Troy son los dos lados de una misma moneda. Y el corazón de un film que no busca la identificación del espectador con recursos fáciles. Sin embargo las emociones fluyen porque al no haber un conflicto bélico que les permita entrar en combate, todo un cúmulo de frustraciones, miedos y hastío explota -aunque es mas bien una implosión- en el grupo con la fuerza de un huracán. Y como siempre pasa, hay víctimas y victimarios. Este largo desarrollo es la carta ganadora que Mendes juega con sobrado oficio en la marcación actoral (recordemos que el director de Belleza americana proviene del teatro) y la narración cinematográfica.

Aunque es innegable que el ritmo se resiente por momentos, hay que reconocer la dificultad que acarrea llevar a escena una historia de guerra donde las batallas se llevan a cabo en el interior de la mente de los soldados. No es sencillo de resolver, pero Mendes sale airoso del problema. Visualmente le ayuda el incluir una secuencia onírica más que elocuente y la increíble plasticidad de los pasajes nocturnos en los que se ve a Sworff, Troy y compañía recortados en claroscuro con los pozos de petróleo incendiados de fondo y con la lluvia del llamado oro negro transformando sus rostros en máscaras espantosas.

Con su irregularidad a cuestas, el alegato que propone Soldado anónimo no es para despreciar.

Título: Soldado anónimo.
Título Original: Jarhead.
Dirección: Sam Mendes.
Intérpretes: Jake Gyllenhaal, Jamie Foxx, Peter Sarsgaard, Chris Cooper, Lucas Black, Brian Geraghty, Jacob Vargas, Laz Alonso, Evan Jones, Dennis Haysbert, Brianne Davis y Scott MacDonald.
Género: Drama, Bélica.
Clasificación: Apta mayores de 16 años.
Duración: 125 minutos.
Origen: EE.UU./ Reino Unido/ Alemania.
Año de realización: 2005.
Distribuidora: UIP.
Fecha de Estreno: 16/02/2006.

Puntaje: 7 (siete)

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