Por Pablo E. Arahuete
Con un explícito motivo de homenajear en vida al maestro italiano Michelangelo Antonioni, quien cumpliría 94 años en el mes de setiembre, llega este desilusionante film colectivo intitulado Eros, que se exhibe en pocos cines y en formato DVD (vale la pena advertirlo).
En sintonía con la tendencia de los proyectos colectivos nacidos en Europa allá por los años 60, cuya finalidad consistía en reunir diferentes directores bajo la premisa de una temática en común o simplemente como mero pretexto para que estos presentaran sus obras -tal fue el caso de Bocaccio 70 con Fellini, De Sica y Visconti- los tres mediometrajes de Eros exploran el erotismo desde diferentes enfoques y estilos.
Resulta llamativo que tratándose de una suerte de “tributo” a Antonioni se incluya en la nómina de directores al mismísimo Antonioni, completando la lista Steven Soderbergh y el chino Wong Kar-wai. Si a esta particularidad se le suma que el film menos interesante, fallido conceptualmente y a un millón de años luz del indiscutible talento del realizador de La aventura, pertenece -valga la redundancia- al propio homenajeado la decepción no tarda en llegar.
Podría conjeturarse a fin de buscarle un sentido que la idea del erotismo y sus derivados como el sexo, el amor, la pasión, el deseo y la pérdida del deseo recorren tangencialmente la extensa filmografía del autor de El pasajero, aunque por supuesto no la agoten en esos tópicos. En otro orden, la elección de los directores restantes resulta justificada al haber admitido tanto uno como el otro una expresa admiración y ciertas influencias cinematográficas de la obra de Antonioni.
Más allá de estas apreciaciones, lo cierto es que el resultado global deja bastante que desear, aunque el aporte de Wong Kar-wai recupere el entusiasmo del espectador y lo transporte a un ejercicio de estilo y sensibilidad superlativos.
Si bien el orden de aparición no condiciona el desarrollo del film, puede llegar a repercutir en el espectador al sumergirlo en un viaje que arranca muy mal y termina muy bien.
El responsable del primer gran desencanto es el pretencioso fragmento de Antonioni que ya desde su ampuloso título El peligroso filo de las cosas vaticina su posible derrumbe. Fiel a sus obsesiones, el realizador italiano recurre a la crisis de un matrimonio burgués y a esa extinción de la llama de la pasión que conspira y desgasta. El marco de la discusión donde la falta de comunicación se evidencia con el distanciamiento de los personajes también los abstrae del entorno y el paisaje majestuoso de la Toscana que los rodea. Sin embargo, el contacto directo con la naturaleza abre los sentidos y supone la chance de una nueva experiencia representada en otra mujer y en un apasionado juego de seducción donde la desnudez femenina recupera el erotismo y metafóricamente ese erotismo se traslada a la propia desnudez de la naturaleza que invita a contemplarla con todos los sentidos. Antonioni no logra ni remotamente a partir de las imágenes expresar sus ideas filosóficas sobre la belleza, el amor y el tiempo aquí apenas sugeridas y exploradas de manera notable y profunda en sus filmes anteriores como La noche. Equilibrio de Steven Soderbergh ensaya una crítica irónica al enfoque psicoanalítico de Freud que reduce cualquier problema humano con la represión sexual. Ambientado en los años 50, época en que el psicoanálisis estaba en auge, el relato se circunscribe al ámbito de una sesión donde el paciente (Robert Downey, Jr.) relata a su analista (Alan Arkin) un sueño recurrente con algún elemento erótico presente. Sin embargo, el analista se distrae viendo por la ventana mientras el paciente recostado en el diván expone pormenorizadamente su sueño. Así, los deseos reprimidos toman protagonismo en esta nueva faceta del erotismo al tiempo que alimenta las fantasías como otra forma de exponer el deseo.
Pese al excelente trabajo de fotografía en blanco y negro, este episodio no llega a deslumbrar como el trabajo del realizador Wong Kar-wai.
Sin títulos rimbombantes y con un particular énfasis en las cualidades del cine y sus recursos expresivos, La mano se presenta como una continuidad del estilo narrativo de Con ánimo de amar y reproduce el tono trágico y melancólico de lo que luego sería 2046 – Los secretos del amor.
La atmósfera de los 60, la estructura fragmentada pero clásica en su concepción narrativa, como así también el minucioso despliegue de detalles quedan virtuosamente plasmados en esta agridulce historia de amor.
Nunca mejor puesto el título La mano para hablar del erotismo: manos que pueden facilitar el descubrimiento del placer, que pueden acariciar pero también lastimar. Eso es lo que le sucede al sastre protagonizado por Chang Chen en el transcurso de su tórrida y tortuosa relación con una cortesana (la deslumbrante Gong Li) que lo domina y lo seduce. Estas manos que lo inician en los placeres desconocidos lo transforman y lo sumen en un sufrimiento cuando lo alejan. Pero ese deseo que no encuentra un rumbo definitivo con el transcurrir del tiempo transforma en creatividad en la confección de bellos vestidos.
Nuevamente, las manos como principal herramienta de trabajo para un sastre y como una parte del cuerpo que tarda en envejecer.
Soberbia muestra de estilo, fiel a la mirada y sensibilidad de otro maestro, consigue despegar a este fallido homenaje de una mediocridad anunciada.
Título: Eros.
Título Original: Idem.
Dirección: Wong Kar-Wai, Steven Soderbergh, Michelangelo Antonioni.
Intérpretes: Gong Li, Chang Chen, Robert Downey Jr., Alan Arkin, Ele Keats, Christopher Buchholz, Regina Nemni, Luisa Ranieri.
Género: Drama, Erotismo, Film Colectivo.
Clasificación: Apta para mayores de 18 años.
Duración: 104 minutos.
Origen: EE.UU./ Francia/ Hong Kong/ Reino Unido/ Italia/ Luxemburgo.
Año de realización: 2004.
Distribuidora: Alfa Films.
Fecha de Estreno: 11/05/2006.
Puntaje: 6 (seis)