Por Pablo Arahuete
Tras haber estado por más de diez años lejos de la dirección, Robert De Niro retorna con su segundo opus, El buen pastor, un ambicioso proyecto donde la sociedad con el guionista Eric Roth retoma el concepto clásico de “espionaje”.
En esta compleja trama aparecen varias líneas narrativas: por un lado se despliega una historia sobre la creación y posterior relevancia de la C.I.A., desde la mirada de uno de sus hombres claves, el inescrupuloso Edward Wilson (inquietante actuación de Matt Damon), y por el otro cruza una serie de personajes y situaciones que crean un marco histórico apto para reflejar un escenario político convulsionado e incierto.
Precisamente, De Niro sin pretensiones documentalistas se vale de los artificios del cine para crear un relato clásico de espionaje y contraespionaje en el contexto de la Guerra Fría y en paralelo ensaya una mirada retrospectiva enfocada en dos subtramas: el fracaso en la operación de Bahía de los Cochinos en Cuba durante la crisis misilística en 1961 y el reclutamiento, ascenso y trágico destino de Edward Wilson, cuya lealtad hacia la causa lo va hundiendo emocional y moralmente.
Colmado de flashbacks y cruces temporales unidos mediante recursos visuales y sonoros, el relato adopta un mecanismo de causa-efecto, cuyo receptáculo y motor centrífugo recae en su protagonista, quien vive las consecuencias de sus actos y decisiones desde una distancia emocional, como si se tratara de un gran artífice atrapado en su propia estructura de poder. Ese distanciamiento también genera en el espectador un vínculo desapasionado con los personajes y una muy interesante forma de dar cabida a los diálogos, aspecto central de este film.
Si bien el relato intercala episodios importantes de la vida del talentoso señor Wilson -la cita al personaje de Anthony Minghella no es azarosa teniendo en cuenta la caracterización de Matt Damon en ambos personajes Ripley y Wilson- el detonante de la historia es la investigación que se le encarga (tras el intento fallido de Cuba) a fin de dar con el complot y sus ovejas negras, por así decirlo. De este modo, este pastor obediente y aplicado irá uniendo los cabos sueltos y limpiando, en el mejor y peor sentido, la paja del trigo.
Resulta muy llamativa la idea con que el director presenta la figura de este organismo omnipresente y tan sensible para la historia estadounidense, a partir de un error estratégico. Agencia con capacidad de patrocinar contrarrevoluciones, torturar gente, sembrar terror en cualquier parte del mundo y hasta destruir con una plaga una plantación de café para debilitar un gobierno, como plasma el guión. Semejante omnipresencia no
puede mantenerse sin fisuras, sin errores de cálculo que nublan el buen juicio y de a poco van deshumanizando al hombre y lo sumergen en una red de abstracciones como patria, deber, traición.
Aunque 160 minutos puedan resultar excesivos y sobre todo en la mitad del film donde De Niro se vuelve un tanto reiterativo, El buen pastor tiene el mérito de no volverse declamativa, conservar su estilo seco despojado de todo lirismo, pero no por eso descarta la idea de sostener un ritmo agitado, cambiante que envuelve la trama y no la suelta. Tampoco lo hace su director con un elenco de lujo, entre los que descuella John Turturro y por supuesto Matt Damon y su siniestra templanza hasta darse cuenta de que no se puede jugar ser Dios.
Título: El buen pastor.
Título Original: The Good Shepherd.
Dirección: Robert De Niro.
Intérpretes: Matt Damon, Angelina Jolie, Michael Gambon, John Turturro, William Hurt, Robert De Niro, Eddie Redmayne, Tammy Blanchard, John Sessions, Martina Gedeck y Alec Baldwin.
Género: Drama, Thriller.
Clasificación: Apta mayores de 13 años.
Duración: 167 minutos.
Origen: EE.UU.
Año de realización: 2006.
Distribuidora: UIP.
Fecha de Estreno: 22/02/2007.
Puntaje: 8 (ocho)
