back to top
jueves, 21 noviembre 2024
InicioCríticaShine a Light: Implicancias del 19° colapso nervioso según sus Majestades Satánicas

Shine a Light: Implicancias del 19° colapso nervioso según sus Majestades Satánicas

Por Emiliano Fernández

Shine a Light es un film sencillo sobre tipos sencillos. Egocéntricos, insensibles, cínicos, pedantes, pero en el fondo sencillos… Los Rolling Stones siempre fueron así (todos los fans lo sabemos desde siempre). Martin Scorsese quizás no lo sea (por lo menos siempre dio la sensación detrás de cámaras de puntilloso y detallista; delante es hasta simpático e infantil, definitivamente obsecuente con sus ídolos). Casi 20 cámaras le sirvieron al cineasta para retratar los conciertos del 29 de octubre y primero de noviembre del 2006 en el Beacon Theatre de New York, en el contexto de la gira mundial de presentación del último trabajo discográfico del súper grupo, A Bigger Bang (disco que sin embargo no cuenta con representantes en la lista final de canciones). En especial estas actuaciones sobresalen por la anécdota bizarra que las originó: fueron realizadas para recaudar fondos para la fundación de caridad que encabeza el matrimonio Clinton. Algo inconcebible tratándose de los Stones, una banda que con justicia tiene fama de no prenderse en ningún festival, causa sociopolítica candente o evento para beneficencia. Es que para estos señores mayores los ’60 dejaron sus enseñanzas grabadas a fuego. No conviene repetir los errores del pasado…

Este no es un documental abarcador y con pretensiones históricas como lo fue No Direction Home: Bob Dylan (2005), sino más bien un registro particular, simplemente una “concert movie” similar a El Último Vals (The Last Waltz, 1978). El repertorio busca dejar satisfechos a todos los fundamentalistas y abarca los primeros años (As Tears Go By, Connection), el genial díptico Beggars Banquet/ Let It Bleed (Jumping Jack Flash, You Got the Silver, Sympathy for the Devil, Live With Me), la obra maestra Exile On Main Street (All Down the Line, Loving Cup, Tumbling Dice), el clásico de finales de los ’70 Some Girls (Shattered, Just My Imagination, Faraway Eyes, el tema homónimo), algunas gemas atemporales (Start Me Up, Brown Sugar, Satisfaction) y la “rareza” infaltable (She Was Hot, perteneciente al desastroso Undercover). La pegaron con los dos primeros invitados y la pifiaron feo con el tercero. No desentonan ni Jack White haciendo con ellos Loving Cup ni Buddy Guy interpretando Champagne & Reefer, la única novedad dentro de la colección habitual. Ahora bien, causa un poco de vergüenza ajena ver a Christina Aguilera cantando el manifiesto misógino Live With Me. Parece que nadie le explicó de qué va la canción…

El tema del Exile que le da el título a la película apenas si se oye al comienzo y al final. Scorsese toma esa historia relativamente optimista de fracaso y redención para transformarla en leitmotiv del derrotero escénico y ejemplo al azar del decadentismo estrafalario- “show business a la inglesa” tan propio de los Stones. Estos muchachos desde jóvenes mantuvieron una suerte de distancia para con el público y la prensa; no sólo en cuanto a sus vidas privadas, también en lo que respecta al pesimismo general y el descreimiento sistemático que han demostrado a lo largo y ancho de su obra (con concienzudas excepciones románticas de por medio). De inmediato esta circunstancia de aislamiento los llevó a construir el personaje de “rock star”, fundar el proverbial discurso primitivo masculino y conformar la primera generación de la aristocracia del rock. ¿O alguien en realidad piensa que se mantienen en gira sólo por el dinero? ¿O porque quizás se toleran mutuamente? ¿O porque son excelentes músicos? Siguen en el ruedo debido a que ese carácter decadente y egoísta nunca se desvaneció: es el condimento fundamental para la química de la banda y la devoción que generan con tanta facilidad entre la audiencia…

Scorsese inicia su film con un recorrido en blanco y negro por el backstage del recital, incluidas discusiones hilarantes sobre la disposición del grupo en escena, la cantidad de cámaras necesarias, la apertura de los planos y las pequeñas (o grandes) decisiones que se dejan para último momento. Luego llegan las 18 canciones intercaladas de tanto en tanto con material de archivo de distintas décadas (tenemos desde entrevistas televisivas y actuaciones en vivo hasta montajes especiales de la época y alguna que otra curiosidad). La destreza de Scorsese para registrar al dedillo el show es incomparable. Presenciamos de cerca la excelente dinámica grupal, las míticas gesticulaciones involucradas, alguna que otra sonrisa impostada para la ocasión y todas las reverberaciones frente al espléndido agite emocional. Así pasan los solos de armónica de Jagger en Champagne & Reefer, la extraordinaria interpretación vocal de Richards en You Got the Silver, la gran labor de Wood en Faraway Eyes y la austera precisión de Watts en todos y cada uno de los temas. El norteamericano redondeó la mejor y más sincera “concert movie” sobre los Stones, superando con creces a Gimme Shelter (1970) y Let’s Spend the Night Together (1982).

Protagonistas y realizador se complementan de maravillas. Rara vez la tecnología estuvo como aquí puesta con tanta solvencia al servicio del arte musical y el espectáculo visual. Hasta dice presente uno de los infaltables caprichos enriquecedores del cineasta: la última toma es un Scorsese en su máxima pureza (no falta la clásica lengua de Warhol…). La sencillez de la película está determinada por la acertada decisión de captar todo lo necesario para tratar de entender cómo estos tipos continúan sonando tan pero tan bien a pesar del tiempo transcurrido y las decenas de discos acumulados bajo los brazos. Puede resultar increíble pero ese viejo y querido espíritu del blues todavía está intacto en el alma de esta parva de ingleses inmundos; el mismo espíritu que fue metamorfoseado hacia los parámetros del obrerismo de principio de los ’60 para luego incorporarse en forma definitiva al ideario irónico y desencantado de la alta burguesía (con los señores ya convertidos en multimillonarios). Los Stones nunca fueron una banda rebelde. Siempre se dice que lo más “radical” que hicieron fue mear en las puertas de una gasolinera que les prohibió usar el baño. Todos los arrestos fueron por estupideces (drogas, trifulcas en recitales, malas decisiones administrativas, no pagar impuestos…). Ninguna revuelta material relevante. Quizás esta sea la mayor implicancia del arte: sus revoluciones son sólo psicológicas. Un pibe de 19 años que escucha tirado en su cama 19th Nervous Breakdown es posible que se trasforme en conservador y nunca cambie su entorno, pero dentro de su perspectiva de vida algo quedará… Los Stones, con sus defectos a flor de piel, fueron en el pasado y -aún hoy- son artífices de un movimiento que supo ser contracultural y valioso más allá de su base musical: el rock. En la actualidad puede estar herido de muerte pero nunca desaparecerá completamente. Shine a Light es otro testimonio de esa vigencia y perseverancia: es un bello homenaje al primitivismo punk de sus Majestades Satánicas…

Título: Shine a light.
Título original: Idem.
Dirección: Martin Scorsese.
Intérpretes: Mick Jagger, Keith Richards, Ron Wood, Charlie Watts, Christina Aguilera, Buddy Guy y Jack White III.
Género: Concierto, Documental.
Calificación: Apta todo público.
Duración: 122 minutos.
Origen: EE.UU.
Fecha de realización: 2008.
Distribuidora: Distribution Company.
Fecha de estreno: 10/04/2008.

Puntaje: 10 (diez)

NOTAS RELACIONADAS

Dejar una respuesta

Please enter your comment!
Please enter your name here

ÚLTIMAS PUBLICACIONES