Estilística y conceptualmente, Papá por un día copia al carbónico una fórmula made in Hollywood ya perimida pero que sin embargo se sigue produciendo en cadena por un simple criterio comercial. El nuevo filme del impersonal realizador Raúl Rodríguez Peila (el mismo de Dibu 3 y Peligrosa obsesión) intenta asimilar las “enseñanzas” del cine de género –esta vez la comedia romántica y deportiva con una pizca de tibio melodrama- que llegan periódicamente de los Estados Unidos sin demostrar ni una sola idea propia. El guion de Jorge Maestro descansa demasiado en el supuesto carisma de Nicolás Cabré (que, por otra parte, sólo hace de Nicolás Cabré) y en una premisa que huele a naftalina desde el vamos. Tanto los personajes como las situaciones aquí planteadas son consecuencia directa de una búsqueda desesperada de la relación causa/efecto para transmitir determinada emoción con menos honestidad, talento y contenido que sus imitados modelos yanquis.
Uno no puede dejar de preguntarse a qué se debe el buen nivel de algunas comedias nacionales respetables e incluso recomendables como Música en espera y, contrariamente, qué sucesión de eventos desafortunados generan un engendro lamentable como Papá por un día. Seguramente la visión artística de sus productores tengan algo que ver con esto: la dupla Burman/Dubcovsky –productores de Música en espera– ha probado que además del éxito aspira a una calidad en sus productos que excede el promedio; la de Mentasti/Bossi, en cambio, apunta apenas a la recuperación de la inversión y a recaudar todo el dinero posible. Cada cual que haga su negocio como mejor le parezca pero desde mi posición me quedo toda la vida con los emprendimientos de B/D que al menos respiran cine y no caen en la elemental composición televisiva que suele destruir casi todo lo que produce TELEFE para la pantalla grande.
Papá por un día es un proyecto que acusa cierto nerviosismo. Por algún motivo ajeno a mi conocimiento (¿desconfianza en el actor protagónico, quizás?), sus “creadores” prefirieron no poner la totalidad de los huevos en la misma canasta. Por ende nos encontramos con dos historias al precio de una –el aburrido triángulo amoroso entre Cabré, Luisana Lopilato y Gimena Accardi, más la cuerda sentimentaloide que aporta la insufrible hermanita de la que debe hacerse cargo el protagonista tras la muerte de su padre- sazonadas por cursilerías varias, humor soso y hasta la presencia de un perrito para deleitar a la gran familia de orientación netamente televisiva que va a pagar la entrada. Una subtrama deportiva con las chichis de Cabré enfrentándose en una final de hockey no agrega nada y, en su lugar, nos obliga a digerir el trago amargo que implica reconocer cuán lejos estamos de poseer una técnica depurada en el plano meramente audiovisual. Como decía un jefe de producción amigo al toparse con los típicos impedimentos de producción en la industria local: “Esto no es Hollywood”. Y no, no lo es…
A Tini (interpretada sin gracia por la niña Julieta Poggi) le toca en suerte un hermano irresponsable y egoísta sólo interesado en escalar socialmente. De acuerdo a las vetustos estatutos del género -¿alguien recuerda las comedias con Mickey Rooney de la década del ’30?- nuestro antihéroe necesita ablandar paulatinamente su corazón para redimirse por sus muchas fallas y de esa manera propiciar una moraleja sencilla de entender por grandes y chicos. Debe reconciliarse con su pasado tormentoso, aprender a querer a su pequeña hermana y dejar que sus emociones lo ayuden a elegir al amor de su vida. Si así no lo hiciese que Dios, la Patria y los ejecutivos de TELEFE se lo demanden…
El nonagenario Gogó Andreu contribuye a la causa con dos o tres momentos genuinamente graciosos aunque no alcanzan para levantar la pobreza general del producto ni la desagradable sensación de vergüenza ajena que provocan la mayoría de las escenas entre Cabré y Lopilato (patético el acto escolar, el encuentro en la playa y las miraditas cruzadas del final). Desde lo corporal el actor de Fuga de cerebros siempre fue muy expresivo y para corroborarlo hay un par de viñetas resueltas con un poco más de ingenio. La secuencia en el micro es una de ellas y el despertar despatarrado con la nena y el perro robándole espacio en la cama, puede ser otra. No obstante se echa en falta una elaboración en los personajes que exceda los límites del estereotipo. Aún para una propuesta tan leve como ésta se requiere de un mayor compromiso actoral por parte de todos los involucrados. El guion es horrible pero no debería ser excusa para volver a bajar de un hondazo lo poco o mucho que han logrado otras comedias argentinas en tiempos más o menos recientes. No me gusta defenestrar el cine comercial de nuestro país pero por desgracia Papá por un día es indefendible desde todo punto de vista. Una vez más, lo atamo’ con alambre…
Título: Papá por un día.
Título original: Idem.
Dirección: Raúl Rodríguez Peila.
Intérpretes: Nicolás Cabré, Luisana Lopilato, Gimena Accardi, Miguel Ángel Rodríguez, Patricia Sosa, Carlos Kaspar, Mónica Gonzaga, Gogó Andreu, Gustavo Garzon, Boy Olmi y Julieta Poggio.
Género: Comedia, Romance, Drama.
Calificación: Apta todo público.
Duración: 103 minutos.
Origen: Argentina.
Año de realización: 2009.
Distribuidora: Buena Vista.
Fecha de estreno: 06/08/2009.
Puntaje: 2 (dos)