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jueves, 21 noviembre 2024
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Carancho: Cruda postal suburbana

Por Pablo Arahuete

Sosa y Olivera (Ricardo Darín y Martina Gusmán) sobreviven como pueden a las urgencias de una ciudad que llora y sufre constantemente su decadencia moral. Ella, recién llegada del interior, permanece casi todo el día en contacto con la muerte, la desidia y la vulnerabilidad de los pacientes y accidentados que se cruzan por su camino a bordo de una ambulancia de emergencias; él, tras haber perdido la matrícula de abogado, hace el trabajo sucio para una “fundación” que patrocina a víctimas de tránsito en los juicios contra las aseguradoras y aparece en falsas situaciones fortuitas en los lugares donde se producen los accidentes, o merodeando pasillos de hospital en busca de futuros clientes. Pero pese a su hartazgo, a las deudas financieras que le implican visitas indeseadas de cobradores, es conciente de que no puede abandonar el círculo laboral sin correr peligros y que de hacerlo deberá dar antes el gran golpe para mantenerse en pie. Sin embargo, ambos apuestan a las segundas oportunidades; a intentar borrar un pasado oscuro en el caso de Sosa y mantener un secreto muy profundo que trae consecuencias en la vida de Olivera.

Si con Leonera Pablo Trapero había alcanzado el nivel de obra maestra, su nuevo opus Carancho no sólo confirma que aquello no sonaba exagerado sino que reabre las expectativas sobre hasta dónde puede llegar el director manteniendo intacto su estilo. Pero lo que es más esperanzador aún, conservando la esencia de su cine. Con este sexto largometraje el realizador de Mundo Grúa redobla la apuesta cinematográfica al concebir -genéricamente hablando- un film noir ambientado en las vísceras del suburbano, más precisamente en la nocturnidad de San Justo y sus alrededores, con la pesadez del asfalto a cuestas y la violencia que se expresa a cada minuto, desde el maltrato psicológico de una salud pública en estado de coma; desde el apriete de las mafias invisibles que gobiernan voluntades débiles y la otra violencia que estalla diariamente en los poros de sus criaturas a partir de su cotidiana lucha de supervivencia urbana.

Ese complejo entramado social de víctimas y victimarios, sin maniqueísmos, a veces sólo puede verse por fragmentos en las frías noticias periodísticas o en las estériles cifras estadísticas que revelan y ocultan al mismo tiempo una realidad poco tangible. Pero no podría mostrarse en carne viva sin contar con un guión sofisticado, sólido -que no hace concesiones ni especula- a cargo del director, junto al mismo grupo responsable de Leonera. Eso, sin dejar de mencionar claro está, las excelentes actuaciones de la pareja protagónica, que bajo la dirección precisa del cineasta entrega grandes momentos de intensidad, verdad, visceralidad y sexualidad.

En este cóctel explosivo (que amalgama el drama social con el policial negro en una brutal radiografía de la corrupción a escala chica y los acuciantes problemas sociales) se sintetizan los caminos conceptuales que el autor anticipaba con El bonaerense, desde el punto de vista de despojarse de inmediato de un enfoque didáctico y demagógico y que luego continuara años después con Leonera, al visitar los géneros sin quedar atrapado en sus códigos y estructuras.

No obstante, esta ambiciosa película no se hubiese logrado sin una trama lo suficientemente atractiva donde la tensión se respira a cada segundo a un ritmo vertiginoso y constante en el que Trapero demuestra su destreza con la cámara; su pulso en la duración exacta de cada escena con esos primeros planos que asfixian; los cuerpos que se quiebran entre el sexo apasionado, la animalidad, la ferocidad y las golpizas cuando no reposan en el silencio de una noche agitada.

Aquellas voces que pregonaban cierta traición de Pablo Trapero al dejarse tentar por un cine más complaciente y alejado de sus primeros proyectos, tendrán que hacerse cargo de su poca inteligencia o buscar una nueva excusa para continuar defendiendo un modelo de cine con poco futuro; para seguir defenestrando a aquellos directores que buscan -como en este caso- madurar y correr riesgos a fin de llegar a un público masivo.

Título: Carancho.
Título Original: Idem.
Dirección: Pablo Trapero.
Intérpretes: Ricardo Darín, Martina Gusman, Darío Valenzuela, Carlos Weber, José Luis Arias, Loren Acuña, Gabriel Almirón y José Manuel Espeche.
Género: Crimen, Drama, Romance.
Clasificación: Apta mayores de 16 años.
Duración: 107 minutos.
Origen: Argentina/ Chile/ Francia/ Corea del Sur.
Año de realización: 2010.
Distribuidora: Buena Vista.
Fecha de Estreno: 06/05/2010.

Puntaje: 10 (diez)

El staff opinó:

Carancho (2010) comienza como Vidas al límite (Bringing Out the Dead, 1999) de Martin Scorsese y de a poco va mutando hacia un policial negro en clave hospital público/abogados chupa sangre. A pesar de una floja actuación de Martina Gusmán y algunas escenas que se extienden más de lo debido, la película se sobrepone a un guión predecible y explora con eficacia los manejos turbios detrás de “las muertes del pavimento”. Una lástima ese final a lo Hollywood…Emiliano Fernández (6 puntos)

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