Por Pablo E. Arahuete
Algunos dirán que no conocer la historia de un país condiciona a que en el futuro se repita. Pero cuál historia es la que mejor condensa la idiosincrasia, las miserias y grandezas de una nación que se autoproclama libre e independiente. Argentina desde sus inicios estuvo atravesada por antinomias que arrastraron por siglos odios, traiciones, muerte, intolerancia, fanatismos, sangre y más muerte, mezcladas con las plumas más vehementes que traducían desde sus textos combativos una manera de pensar un país. Varios, enmarcados en un modelo integrador y con vistas de un porvenir donde la libertad no fuese excluyente a pesar del costo y otros en cambio enarbolando las banderas del exterminio de todo aquel que pensara diferente bajo el pretexto de extirpar aquello que contaminaba la grandeza de la Patria.
Un cementerio es un espacio simbólico donde la memoria y el olvido conviven; coexisten entre el silencio de las tumbas. Más aún -como en el caso que nos compete- si se tratase del Cementerio de la Recoleta en el que descansan los restos de figuras históricas emblemáticas, pertenecientes a distintas épocas y contextos. El realizador Nicolás Prividera, tras una rigurosa y meticulosa selección de textos esenciales para la vida política argentina, construye un elocuente discurso cinematográfico -a modo de poema ensayo- con su segundo opus Tierra de los Padres. Título que remite a lo fundante; al rescate de esos padres de la patria que aparecen en el film a partir de sus palabras, fragmentos que encierran una idea, leídos frente a cámara fija por un grupo de hombres y mujeres -algunos directores de cine conocidos- desde una locación del cementerio o frente al mausoleo de algún prócer. El ritmo del relato, que concatena las proclamas libertarias en contraste con aquellas que pregonan el incipiente odio comenzando por la puja unitarios vs federales con Rosas y Sarmiento en un duelo dialéctico increíble para llegar a la historia más contemporánea que duele y atraganta para recuperar el discurso autoritario y mesiánico de la dictadura militar, incluido un texto de Emilio Massera que habla sobre los muertos que no pertenecen a ningún bando una vez que mueren o la demoledora obra de Rodolfo Walsh en su Carta abierta a las juntas. Esos son tan sólo algunos ejemplos que trazan la constante trágica de la historia argentina y que todavía en menor escala perduran hoy entre el pueblo y sus antinomias políticas, recelos de clase.
Sin embargo, sin caer en una interpretación parcial pero asumiendo una posición ideológica manifiesta desde el primer plano hasta el último, el realizador de M abre su audaz propuesta con un apunte de una contundencia asombrosa que sólo exige al espectador una mirada despojada para que el mensaje, elaborado desde el montaje visual, donde predomina la muerte de civiles en manos de las fuerzas del orden, en un rápido repaso histórico traspase la pantalla, mientras se escuchan las estrofas del Himno Nacional Argentino y así nos proponga un viaje hacia el pasado y a partir de ese momento un recorrido no convencional sobre los héroes y las tumbas para quien quiera escuchar.
Título: Tierra de los Padres.
Título original: Idem.
Dirección: Nicolás Prividera.
Intervenciones de: Maricel Alvarez, Martín Kohan, Susana Pampín, Emilio Garcia Wehbi, Alejandro Tantanian, Gustavo Fontán y José Campusano.
Género: Documental, Historia.
Calificación: Apta para todo público.
Duración: 100 minutos.
Origen: Argentina.
Año de realización: 2011.
Distribuidora: Independiente.
Fecha de estreno: 05/07/2012.
Puntaje: 8 (ocho)