Por Juan Samaja
El relato parte de una premisa bastante trillada de los últimos tiempos, según la cual, cualquiera puede convertirse en héroe. Emmet es un obrero que está acostumbrado a construir siguiendo instrucciones que otros confeccionan. En ese marco, su intrusión en el universo de los maestros constructores (que crean novedades todo el tiempo, armando y desarmando según necesidad), parece evocar el proceso de infiltración característico de la estructura cómica, sobre todo si se agrega la aparente confusión/equivocación de considerarlo el “elegido” (hacia el final, el oráculo revela que la profecía era un invento y cada quien es lo que quiere creer que es). Sin embargo, la comicidad del film no está fundada en la inadecuación del personaje, sino en las situaciones de los personajes secundarios, de modo que todos los elementos que parecían haber preparado el terreno para una construcción de personaje cómico en el protagonista principal, quedan inconclusos sin aparente explicación. El hecho de que todas las peripecias que Emmet afronta las resuelva de modo adecuado (sobre todo porque en el universo de los maestros constructores no existe una normativa, siendo todo posible), lleva a que el centro del relato se desplace desde la estructura cómica a una estructura propia del relato de acción, donde los eventos cómicos, quedan relegados a las figuras secundarias.
Otro punto flojo, a mi entender, es la innecesaria intervención del mundo humano hacia el desenlace del film. Como si se buscara recrear la lógica de Toy Story, el espectador descubre que el mundo Lego no es en verdad más que el resultado de los juegos de un niño humano que ha entrado sin permiso al sótano en donde su padre (Will Ferrell) despliega su personalidad lúdica construyendo diversos escenarios prolijamente construidos, a los cuales solidifica con pegamento. A partir de este momento, el enunciador nos presenta dos entidades estereotipadas: el padre conservador que quiere mantener fijas las estructuras de lo que va construyendo, vs. el niño que en su juego busca adaptar, modificar y crear nuevos escenarios, nuevas situaciones y nuevos objetos.
Creo que el relato no sólo no gana en esta inclusión, sino que pierde todo la lógica poética que ha ido construyendo. Explicita lo que no requiere explicitación y aún más, lo que no debería haber sido explicitado.
De todos modos el film sale muy airoso de toda la situación porque está construido muy ingeniosamente sobre un conjunto orgánico de gags realmente muy buenos y graciosos, que la mayoría de las veces suponen un nivel medio de intertextualidad por parte del espectador. Dicha organicidad está construida sobre la lógica del super-héroe y lo que en otro trabajo he llamado inadecuación entre la acción realizada y la función presunta (Samaja/Bardi; 2010); es decir, el personaje realiza acciones que no se condicen con las expectativas que un espectador promedio adjudica a un superhéroe determinado. Esta misma lógica, basada en una autoparodización que la DC comics hace de sus personajes, la había ya aplicado la empresa en el film Lego Batman: The Movie: Superheroes Unite (Jon Burton; 2013). En aquel film esta fractura/desplazamiento de lo cómico hacia la acción no aparece, porque el relato del film de 2013 está orgánicamente centrado en la lógica de la acción, siendo sus componentes cómicos, meras situaciones aisladas, relegadas a la relación Batman-Robin y Batman-Superman.
Título: La gran aventura Lego.
Título Original: The Lego Movie.
Dirección: Phil Lord, Christopher Miller.
Voces originales: Chris Pratt, Elizabeth Banks, Liam Neeson, Jonah Hill, Channing Tatum, Cobie Smulders, Will Ferrell y Morgan Freeman.
Género: Animación, Acción, Aventura, Comedia.
Clasificación: Apta para todo público, con reservas.
Duración: 100 minutos.
Origen: EE.UU.
Año de realización: 2014.
Distribuidora: Warner Bros.
Fecha de Estreno: 06/02/2014.
Puntaje: 8 (ocho)