Por Pablo Arahuete
Décadas atrás nacía un mito, consolidado en una historia y en una galaxia muy muy lejana, que rápidamente se nutrió de personajes increíbles y que despertaron en cada espectador la curiosidad por querer saber de qué se trataba ese western espacial donde los caballos se transformaban en naves; los indios en habitantes del desierto arenoso, cubiertos por máscaras y túnicas, sin sheriff a la vista pero con el caos dominando la escena y la resistencia de aquellos que no estaban dispuestos a claudicar una batalla entre el bien y el mal.
Nacía un mito desde la imaginería de George Lucas, un niño en cuerpo de adulto que admiraba el cine de aventuras y los seriales de su infancia, que suponían un pacto entre el espectador y el hacedor: la capacidad de creer.
Y eso fue la esencia de todo, la idea de leyenda y personajes vivos simplemente porque había necesidad de creer en sus aventuras, en sus aprendizajes de vida y en su tránsito por el lado oscuro o la tentación de hacer mal las cosas y abonar al caos imperante en el universo.
Dejemos de lado el rebote filosófico o pseudo religioso para comprender una idea más sencilla que implica buenos y malos; oscuridad y luz, sin otra carga binaria que esa y en el que el principal motor de fe es la aventura hacia lo desconocido. Star Wars significó a lo largo de los años la recuperación del cine como mito y no de la representación del mito dentro del cine porque la suspensión de la racionalidad se remplazó por la capacidad del asombro y la confianza en el verosímil, despojado de toda realidad para que los héroes o heroínas se acerquen al arquetipo pero sufran las contradicciones humanas y los dilemas que arrastran los mandatos y los legados paternos. Padres e hijos ocupan el centro de esta historia y padres e hijos ocupan butacas en los cines o sillones en la comodidad de sus hogares, como parte de la herencia del padre George, el todopoderoso y creador que lo único que pidió desde el minuto en que el Episodio IV llegara a los corazones de cada uno de esos niños y padres fue simplemente revitalizar el mito.
Y si de herederos o legados se trata qué mejor que J.J. Abrams, responsable de la revitalización de Star Trek para tomar la posta de la saga más importante de la historia del cine, sin caer en el lado oscuro de la tecnología, en la tentación de la solemnidad que atravesó el concepto de la trilogía donde la pereza de George Lucas se perdona a medias, y los interrogantes sobre tamaña lapidación de recursos e ideas albergan las mejores respuestas hoy en todas las correcciones de rumbo de la mano del creador de la serie Lost.
Sin entrar en detalles, El despertar de la fuerza es por lejos el retorno esperado por todos, desde el fanático más religioso de Star Wars, hasta aquel público que intenta un encuentro con aquella mística transmitida oralmente por generaciones. Basta con entender el efecto espejo buscado como una versión aggiornada de la Guerra de las galaxias no sólo por la recuperación de sus personajes emblemáticos bajo la premisa de la funcionalidad para la historia y no el mero recuento o partido homenaje para satisfacer la espera porque el rol de Han Solo es imprescindible para que el mito recupere esa fuerza y que desde su impronta comunique a la nueva generación, Rei y Finn por ejemplo, que todo lo que escucharon no era leyenda sino verdad.
En ese sentido para que El despertar de la fuerza funcionara la recreación del universo no podía ser digital y las coreografías de los ataques aéreos debían comprenderse de A a Z como si J.J hubiese filmado una peli bélica de aviones. El ensamble entre lo nuevo y lo viejo, el dialogo permanente entre lo artesanal y la técnica, es lo que hace de su opus una rara avis y su prodigiosa dirección un soplo de aire a la decadencia narrativa de Hollywood, por confiar en una estructura clásica y en la que cada subtrama se desarrolla al mismo nivel sin diálogos explicativos.
J.J confía en el valor del plano para dejar la información necesaria, hace del detalle no un puente exhibicionista sino el ornamento adecuado al embellecimiento de la imagen porque un mito sin una imagen es tan estéril como una leyenda sin historia.
Por eso si hay algo que agradecerle al padre George Lucas y al heredero J.J Abrams es haber depositado en cada uno de los espectadores la difícil tarea de creer y apostar -como un acto de fe- a que el cine siempre necesitará de creyentes para que el sentido de su existencia renueve El despertar de la fuerza de la imagen.
Título: Star Wars, el despertar de la fuerza
Título original: Star Wars, the force awakens
Dirección: J. J. Abrams
Clasificación: Apta para mayores de 13 años
Duración: 135 minutos
Género: Aventura – Sy Fy
Distribuidora: Disney
Origen: Estados Unidos
Intérpretes: Harrison Ford, Mark Hamill, Carrie Fisher, Adam Driver, Daisy Ridley, John Boyega, Oscar Isaac, Lupita Nyong’o
Año de realización: 2015
Fecha de estreno: 17/12/2015
Puntaje: 9 (nueve)