Título: Joy, el nombre del éxito
Título original: Joy
Dirección: David O. Russell
Clasificación: No disponible
Duración: 124 minutos
Género: Comedia, Drama
Distribuidora: Fox
Origen: Estados Unidos
Intérpretes: Jennifer Lawrence, Robert De Niro, Bradley Cooper, Édgar Ramírez, Diane Ladd, Virginia Madsen, Isabella Rossellini, Dascha Polanco, Elisabeth Röhm, Susan Lucci
Año de realización: 2015
Fecha de estreno: 14/01/16
Puntaje: 6 (seis)
Por Pablo Arahuete
Joy -2015- narra con ironía, aunque sin evitar la corrección política, la aventura de una emprendedora ama de casa que busca recuperar los sueños de su infancia a partir de la apuesta comercial de un invento hogareño para convertirse en una referente de todas las amas de casa como ella, que encuentran sus cinco minutos de fama en la pantalla chica.
La premisa de David O. Russell para hablar del sueño americano, con sus pros y contras, desde el pretexto de la historia de Joy (película y protagonista con el mismo nombre) resulta en primera instancia atractiva porque apela a la ironía sobre las telenovelas para no caer en la convencionalidad de la familia disfuncional indie, tópico trillado incluso en el cine mainstream de estos últimos años.
Ahora bien, David O. Russell no es Wes Anderson y la familia de Joy no son los Tenembaum, aunque la excentricidad a veces aparece, por ejemplo, en su madre –Virginia Madsen-, divorciada, depresiva y obnubilada por las vulgares soap operas que transmiten los rayos catódicos, un padre ausente como el que interpreta Robert De Niro y una hermanastra que busca arrancarle el trono familiar a toda costa. La única que parece confiar en Joy –Jennifer Lawrence, reciente ganadora del Globo de Oro- es su abuela Mimi –Diane Ladd- quien no ve la hora que su nieta abandone su rol de Cenicienta moderna en esa casa hipotecada, donde nadie parece respetarla, ni valorar sus denodados esfuerzos en la cotidiana supervivencia.
El director de American Hustle -2013- estructura el relato desde una puesta en escena ambiciosa en que se fusiona la opaca rutina de la soñadora con segmentos donde su vida y derrotero encuentran similitudes con la irrealidad. Sin definir del todo un terreno onírico o alucinatorio per se, los elementos extraordinarios conducen al relato por momentos a un espacio de fábula o cuento -el tono no se pierde-, con personajes estereotipados (la madrastra de Isabella Rossellini, novia de su padre lo confirma) y la moraleja esperable al final.
Joy no es necesariamente una reversión de la popular historia de Cenicienta, a pesar de existir paralelismos (si se busca, se encuentra) con algunas situaciones, pues estaría faltando el elemento clave: el príncipe azul. Desangelado, pero no por ello menos emotivo, el film se despoja de inmediato de la crítica mordaz a la idea capitalista del éxito para relajarse en una trama que busca resaltar la auto superación, la auto eficiencia y el axioma del sueño americano al alcance de la mano, aunque las adversidades económicas se presenten minuto a minuto.
Jennifer Lawrence nuevamente cumple con creces en su caracterización de esta aguerrida joven emprendedora, debe lidiar con oscuros personajes secundarios, a veces ambivalentes otras un tanto ingenuos y llevar a cabo una titánica tarea de recomposición, tanto en el orden familiar, como madre de dos, separada y sostén de familia como en lo referido a los negocios. Bradley Cooper esta vez no llega ni siquiera a convencer por el pequeño rol que le toca en el juego (dueño y productor de un canal de cable de televentas), a pesar de sus esfuerzos por llevarse los minutos en que la cámara descansa en sus ocurrencias, tics y no en la fotogenia de la actriz fetiche del realizador.
Con altibajos, sin perder el ritmo pero excesiva en la duración y tal vez ambiciosa desde la puesta en escena, Joy no supera el escalón de la más lograda American Hustle, pero tampoco defrauda en su tibio intento de deconstrucción del sueño americano.