Título: Paternoster
Dirección: Daniel Alvaredo
Clasificación: Apta para mayores de 13 años
Duración: 79 minutos
Género: Terror
Distribuidora: 3C Films Group
Origen: Argentina
Intérpretes: Eduardo Blanco, Adriana Salonia, Héctor Calori, Iván Balsa
Año de realización: 2016
Fecha de estreno: 17/03/16
Puntaje: 6 (seis)
Por Pablo Arahuete
El debut en la dirección del actor Daniel Alvaredo toma la idea de Fausto para adaptarla a una historia, que abraza los elementos del terror psicológico para construir el derrotero de un fotógrafo obsesionado por el embarazo de su mujer. Se trata de Paternoster, opera prima que cuenta con las actuaciones de Eduardo Blanco, Adriana Salonia, Hector Calori e Ivan Balsa.
La dialéctica entre lo que se mira y lo que se deja de mirar se entrelaza con la subjetividad de quien mira y no por nada el protagonista de esta historia que transita por los lugares del costumbrismo se dedica a la fotografía. Ese juego se traslada al propio espectador, porque el director se encarga de sembrar indicios y pistas para ir descubriendo una trama, donde no todo es lo que parece.
Consciente del bajo presupuesto con el que contaban, la puesta en escena apela al detalle y no a la imagen recargada, pero también se vale de lo que puede transmitir Eduardo Blanco (Tito) en una procesión interna que lo va transformando en un verdadero monstruo. Las alucinaciones se suman a la vez que la paranoia sobre los descuidos de su mujer embarazada y el potencial desliz de infidelidad recurrente en un relato donde los celos también forman parte de un infierno personal.
Es reconocible el mito de Fausto en el planteo, pero el film de Daniel Alvaredo no se queda en ese peldaño, sino que avanza hacia otro terreno que busca generar atmósferas perturbadoras y mover el eje de la realidad para configurar un universo paralelo que empieza y concluye en la mente perturbada de Tito.
No obstante, Paternoster cuenta con ciertas deficiencias, sobre todo en la segunda mitad en donde el realizador recurre a las explicaciones innecesarias para que la historia cierre en un nivel que no es el adecuado, tal vez por temor a que la ambigüedad le juegue en contra o por una celeridad autoimpuesta que terminan por malograr algunas buenas ideas.