Por Emiliano Fernández
Las polémicas corren detrás de El nacimiento de una nación (2016) y razones no faltan, juzgando el comportamiento dentro y fuera de pantalla de su responsable máximo, Nate Parker. La película en sí es un trabajo correcto que podría haber sido mucho mejor…
En uno de esos casos en los que la sombra de la realidad opaca la estela de los logros y las derrotas artísticas, El Nacimiento de una Nación (The Birth of a Nation, 2016) se ubica bajo el ala de los problemas con la justicia de su director, guionista, productor y protagonista principal, Nate Parker, un actor reconvertido en realizador que en 1999 fue acusado de violación -al igual que Jean McGianni Celestin, responsable junto a Parker de la historia de base del film en cuestión- por una mujer que en 2012 terminó suicidándose. Entre argucias legales y alegatos cruzados en torno al consentimiento de la víctima al momento del encuentro sexual, eventualmente Parker y Celestin fueron exonerados. Este “muerto en el ropero” salió a la luz no sólo por la atención que viene cosechando la obra desde su presentación en el Festival de Sundance de 2016, sino también por el desatino de los dos hombres de introducir una violación en la ficción de la película, circunstancia que convierte al personaje de Parker en una especie de “vengador” del hecho, paradoja perversa incluida.
Si dejamos de lado las contradicciones de la praxis y todo este backstage, lo que nos queda es una propuesta relativamente correcta que combina elementos de 12 Años de Esclavitud (12 Years a Slave, 2013) y El Valiente (Free State of Jones, 2016), aunque sin llegar a la potencia discursiva de la obra maestra de Steve McQueen ni despertando el interés del opus de Gary Ross. En su ópera prima, Parker se mete en el derrotero de uno de los pocos levantamientos de esclavos negros previos a la Guerra Civil de los Estados Unidos, un episodio que ocurrió en Virginia el 21 de agosto de 1831, duró un lapso de apenas 48 horas y desencadenó la muerte de unos 60 blancos de familias esclavistas y cientos de negros masacrados al azar como represalia directa. El eje ideológico de la rebelión fue Nat Turner, un esclavo y predicador afroamericano de 30 años que organizó el plan de batalla utilizado por los sublevados, léase el ir de plantación en plantación asesinando a los “amos” de turno, liberando a los sometidos, recolectando armas y reclutando a más personas para la revuelta.Como era de esperar, aquí Parker se reserva para sí mismo el rol de Turner y recurre a una implementación concienzuda de clichés dramáticos para crear el trasfondo de la sedición y de su propio personaje, lo que se extiende a tres cuartos del metraje. Para ilustrar lo dicho, sólo señalaremos que durante su infancia Turner es rotulado como un “profeta” por un chamán, su padre debe escapar cuando mata a un cazador de esclavos mientras robaba comida y el pequeño con el tiempo recibe lecciones de lectura de la Biblia por parte de una de las blancas propietarias de la plantación de algodón en la que vive. Por suerte el director luego eleva la intensidad retórica de fondo en consonancia con el hecho de que el terrateniente de ocasión vende los servicios de Turner como predicador en fincas vecinas para apaciguar las ansias de libertad de los negros, así el protagonista ve a una nena blanca paseando con una correa a una negra cual perro y cómo un hacendado le rompe los dientes con un cortafierros a un esclavo en huelga de hambre para meterle un embudo en la boca.
Desde el vamos las intenciones de Parker son buenas y -más allá de los convencionalismos- consigue evitar los golpes bajos gratuitos y el maniqueísmo de El Color Púrpura (The Color Purple, 1985), pero también se mantiene lejos de la efervescencia blaxploitation de Mandingo (1975), la cual hubiese aportado un pulso más aguerrido y adecuado en relación al material. Tampoco se entiende del todo la incorporación del episodio de la violación de la esposa de Turner con vistas a justificar el alzamiento, algo que no aparece en ninguno de los registros históricos… como si las barrabasadas y atrocidades de los blancos no fuesen ya suficientes (esta decisión abona la hipótesis de autoindulgencia barata de los que describen a Parker como un “monstruo” en la vida real). El tono timorato -propio del cine contemporáneo en general- y el poco aprovechamiento de la insurgencia en sí no llegan a neutralizar lo audaz del acto de rescatar del olvido a una revolución fallida bajo un título que pretende resignificar aquel clásico racista de 1915 de D.W. Griffith, una jugada valiosa que apunta más al humanismo que al sustrato místico detrás de las profecías de Turner.
Título: El nacimiento de una nación
Título original: The birth of a Nation
Dirección: Nate Parker
Intérpretes: Penelope Ann Miller, Armie Hammer, Jackie Earle Haley, Nate Parker
Género: Drama, Basado en hecho real, Histórica
Clasificación: No disponible
Duración: 120 minutos
Origen: Estados Unidos
Año de realización: 2016
Distribuidora: Fox
Fecha de estreno: 16/02/2017
Puntaje 6 (seis)