Por Pablo Arahuete
Jean-Luc Godard hace tiempo se dedica al video ensayo o video arte para dejar su impronta de un discurso que guarda una coherencia atroz con su modo de entender el cine. Para muchos detractores, el hombre relacionado con la Nouvelle Vague ya no es el de antes y delira cada vez que surge el remoto aire de una nueva propuesta. Para amantes de ese cine que se mira a sí mismo; que escupe sobre la tibieza de cualquier industria que haga películas, la osadía de Godard se ve plasmada e intacta en esos collages de fotogramas intervenidos por su mano. Con El libro de las imágenes se puede encontrar el argumento tanto para aquellos que defenestran como para los que admiran, sin espacio para los tibios. Difícil buscar un camino unidireccional o conceptual al menos, a pesar de una estructura de capítulos e ideas rectoras, que arrastran reflexiones, cinefilia, provocaciones de orden intelectual con el ojo puesto en la violencia de la política. El terrorismo como respuesta a la violencia de los poderosos para hablar de expresiones radicales que terminan siempre en ismos (Comunismo, Fascismo, Nazismo, fundamentalismo) y todos los “ismos” como los extremos son poco positivos. La intervención de Godard separa el sonido de la imagen, y en ese trabajo deconstruye el cine y la representación de la violencia con escenas de guerras, archivos de noticieros, pinturas y textos, que cambian el sentido cuando se juega con las palabras como en el título de esta nota. Separar la palabra de la imagen quizá sea la forma que JLG tenga para expresar su crítica contra cualquier discurso político de Occidente, la palabra en su retórica mentirosa, en su falsa capacidad de crear ilusiones absolutamente divorciada de la realidad de un mundo cada vez más injusto, violento, anestesiado con un cine industrial que perdió la integridad a fuerza de pochoclos y multisalas, multiplicadoras de discursos huecos, porque para el padre de la Nouvelle Vague Occidente y su decadencia obedecen entre otras cosas a la falta de tiempo para filosofar. El apunte final como estocada, o la imagen de El perro andaluz para lacerar el ojo es la esperanza en África y la pequeña primavera de Cataluña y su lucha por la identidad que según palabras del propio Godard en su conferencia por I phone en Cannes cuando presentó esta película debe ser tomado también por el cine en peligro de desaparecer.