Por Fernanda Gómez
La historia la escriben los que ganan, pero a veces la escriben los olvidados. María Soledad Rosas, una joven argentina de clase media que se convirtió en un símbolo del anarquismo italiano a finales de los noventa, es la protagonista de una historia basada en el amor, la rebelión y el sacrificio a pagar por los ideales.
El filme de Agustina Macri no es una simple inspiración, sino que está basado en un libro de Martín Caparrós, Amor y anarquía: la vida urgente de Soledad Rosas. Si bien toma sus licencias, retrata de manera convincente el espíritu y la lucha por la libertad de una chica que llegó a Italia siendo nadie y terminó convirtiéndose en un icono para los jóvenes anarquistas.
Soledad lo tenía todo, o al menos sus padres se ocupaban de que nada le faltase. Pero esa vida de clase media y de constantes apariencias no eran para ella, ya que buscaba a toda costa desprenderse del mandato familiar y vivir a su manera. Paseaba perros, su novio parecía de moral dudosa a ojos de su entorno, y los conflictos hacían la convivencia en su casa cada vez más insostenible.
Un dia sus padres deciden regalarle un viaje a Europa por la terminación de sus estudios, con la esperanza de que su hija reflexione y encuentre el camino correcto. Sin embargo, la historia dió su veredicto y Soledad Rosas hoy es esa mártir condenada al olvido, que encontró el rumbo de su vida muy lejos de su patria.
La película no pretende ser imparcial ni tampoco santifica la imagen de la protagonista, ya que ilustra a un personaje atravesado por la duda constante, los altibajos diarios, los conflictos y esa rebeldía propia de la edad. Todo está dado para que el espectador empatice en gran medida con una chica que lo tenía todo y lo deja atrás para seguir un camino incierto. A esto le sumamos la actuación sobresaliente de Vera Spinetta, que traspasa la pantalla y pone a flor de piel todas y cada una de las emociones por las que pasa la protagonista, dejando nada más que pura entrega.
La narración es un constante ida y vuelta en el tiempo, que no necesita de explicaciones porque se entienden bien, pero a veces pueden cortar el hilo de una situación donde un flashback no ameritaba mucha presencia, por lo que molesta más de lo que ayuda. Esta falla se disimula perfectamente con planos y secuencias cargados de emotividad y adrenalina, donde el personaje principal se enfrenta hasta con su propia esencia llevándola al límite del sufrimiento. Son las decisiones de la directora las que ponen en juego el punto de vista del espectador para lograr que todo ese dolor y amargura, que experimenta la protagonista durante casi todo el metraje, se conviertan en narración y no hagan falta las palabras.
La construcción del personaje es otra cuestión determinante, ya que si bien la madurez de Soledad se cuenta a través de sus acciones y las personas que conoce en su camino (Baleno como punto de inflexión en su vida), no quedan muy claras sus motivaciones a la hora de unirse a un movimiento completamente ajeno a todo lo que ella conoce.
Quizás Soledad no sea una película con intenciones de convocar a un público masivo, independientemente de que conozcan la historia o no, pero resulta ser un buen ejercicio de interpelación hacia el espectador, donde el límite entre el ideal y la fantasía se desdibuja, dejando una historia potente y emotiva, sin más pretensiones que rescatar a una chica del olvido, alguien que tenía mucho para decir.
Título: Soledad.
Dirección: Agustina Macri.
Intérpretes: Vera Spinetta, Giulio Corso, Marco Leinardi, Luis Luque y Silvia Kutika.
Género: Drama / Romance.
Calificación: Apta mayores de 13 años.
Duración: 103 minutos.
Origen: Argentina.
Año de realización: 2018.
Distribuidora: Buena Vista.
Fecha de estreno: 20/09/2018.
Puntaje: 9 (nueve)