Por Iván Bialy
La nostalgia es una herramienta poderosa. No siempre se la puede precisar o explicar, pero está ahí latente, anclando el presente a la memoria… y es capaz de elevar experiencias a niveles curiosos. Cuando se la asocia al arte, o en nuestro caso más particularmente al cine, la nostalgia puede llegar a entenderse como un elemento plástico más. Cuando un guionista basa su historia y sus elementos en la nostalgia y explota bien sus características, ya tiene media batalla ganada y es poco probable que su obra decepcione. Es lo que comúnmente se llama fórmula, digamos. Y otra gran cualidad de la nostalgia como herramienta artística es su capacidad de capitalizar en el paradigma de que los tiempos pasados fueron mejores; afirmación que es cada vez más difícil de refutar dado el panorama cinematográfico (o artístico) actual. El cine de antes era mejor, en casi todos los registros y géneros que se lo piense. Era más orgánico a nivel visual, más honesto en lenguaje e ideología, más libre en sus formas y más respetuoso hacia las capacidades del espectador medio. Ahora, cuando decimos que el cine de antes era mejor, es discutible cuánto tiempo atrás entendemos como ese ‘antes’, así como también qué entendemos como ‘mejor’. Dependerá de lo generacional y de los gustos, claro está. Pero es indiscutible que –casi- todos anhelamos entrar en el túnel del tiempo cada vez que el boletero del multisala nos corta la entrada, aunque eso rara vez sucede hoy en día… al menos en las salas de cine. Pero en Netflix? Bueno, Netflix es otra historia.
En el último mes, dos títulos de la plataforma se destacaron por operar a base del mismo recurso: la celebración de la nostalgia. Estos fueron El Proyecto Adam y la más reciente Metal Lords. En la primera, Ryan Reynolds es un piloto del futuro que viaja al pasado y busca la ayuda de su versión preadolescente para poder cambiar el futuro y salvar a su esposa, presuntamente muerta en una misión similar a la suya. En la segunda, dos amigos y compañeros de secundaria deciden formar una banda de Heavy Metal a contrapelo de los tiempos y la cultura popular actuales, soportando el bullying de sus contemporáneos y tratando de encontrar refugio (y el amor para uno de ellos) en un arte con un pasado de gloria y un presente invisible.
Ambos films adscriben a fórmulas vistas y probadas hasta el hartazgo, y lo hacen con una solvencia absoluta. Netflix como productora y plataforma no es extraña a esta maniobra, ya que gran parte de su éxito vino de la mano de Stranger Things, un megasuceso y oda a la nostalgia ochentera como pocas veces se vio en cine o TV. Del mismo modo, El Proyecto Adam se inspira en la misma década y principalmente en la ‘fórmula Spielberg’, sirviéndose de Volver al futuro como referente obligado ya que trata el tema del viaje temporal con principios científicos similares y además con el mismo tono ubicado entre la comedia, acción y aventura. Pero además, el film de Shawn Levy (que venía de colaborar con Ryan Reynolds en la reciente Free Guy, otra celebración de la cultura pop) comparte el “ADN Amblin” en tanto base y desarrollo dramático, ya que el ‘Reynolds niño’ vive en una realidad golpeada por la tragedia familiar y su historia seguirá el ABC de la ‘coming of age’ con crecimiento emocional a la par de las aventuras vividas a base de acción que dan cuerpo a la película. El cine de Spielberg siempre operó con esta amalgama entre drama y otras yerbas dándole relieve a los relatos y trascendiendo la mera mecánica de un género único, y Levy y cía. estudiaron bien la materia y el resultado es sólido como una roca.
No sólo esta mezcla funciona y El Proyecto Adam emociona hasta la médula, sino que el mecanismo de nostalgia ejemplifica cómo el uso de una fórmula y la repetición de códigos no son parte del derrotero actual en el cine, sino que lo que realmente está drenando las virtudes del séptimo arte es la falta de talentos, los discursos comprometidos, las imposiciones de estudios y la mala lectura de las demandas del público. El film de Levy prueba que si los deberes están bien hechos, si se honra el legado en que se inspiran las ideas y cuando se respeta a la audiencia, cualquier fórmula es aún bienvenida. Ayuda mucho la madurez de un guión que arriesga decisiones que no son del todo cómodas para el espectador (como el devenir de ciertos personajes que no están dentro de las expectativas), además de la pericia de un Shawn Levy que se nota que está aprendiendo a pulir su oficio obra tras obra (esta tiene mucho en común con Real Steel -2011-, y no es casual que Levy esté involucrado hace años con Stranger Things); por último, remata un reparto que supo sintonizar con el material y crear una química fenomenal; el mini Reynolds, Walker Scobell, se actúa la vida y el Ryan original no se queda atrás, con sus ticks habituales pero al servicio de un relato que necesita de su energía.
Cuando El Proyecto Adam se toma respiros de sus set-pieces de acción amablemente frenéticos, hay una historia de fondo que habla de segundas oportunidades, rescata los valores de la familia, remarca los sacrificios de los padres por sus hijos (en ocasiones invisibles a la percepción de los últimos), así como las inseguridades propias de la juventud, en especial en las puertas del duelo (algo también invisible ocasionalmente para los padres). Y el mayor acierto de la película es no subestimarle estos momentos de reflexión a su historia y darle espacio a sus criaturas para aprender de las experiencias que los competen. Y dicho aprendizaje para los personajes es solo posible tras la revisión del pasado, cosa que la obra de Levy además hace con su ejercicio de género y precisamente la revisión de las fórmulas de ayer. La nostalgia es el combustible de las emociones y propuestas como El Proyecto Adam prueban esta teoría.
De un modo similar, Metal Lords es una comedia dramática sobre las vicisitudes de la adolescencia con jóvenes que no se hallan en su presente y que reclaman su identidad en el pasado. La escuela es un campo de batalla, sus respectivas familias no son el cuerpo de contención emocional que deberían, y el único refugio de estos rechazados de la sociedad es el arte; en este caso la música, pero de una generación ajena. Una constante en Metal Lords es que la clave para descifrar el presente es revivir las glorias del ayer, y aunque la conclusión llegue desde otro lado más cercano a los afectos, tanto la identidad musical como de comedia del film se nutren de esta premisa que abraza la nostalgia. Los contrapuntos con la cultura popular moderna no son los obvios e incluso se reivindican los gustos y la película se abre a la tolerancia con inteligencia y sin ánimos de agenda. Se trata de un film humano, con personas de carne y hueso que sufren (desde trastornos bipolares, depresión, ansiedad y discriminación) y luchan por ser escuchados por sus pares, así les tome tirar la casa por la ventana con la furia del Heavy Metal, género que siempre se entendió como un repudio a las normas pre-establecidas y como un grito anárquico de disconformidad social.
Peter Sollett, un veterano en estos terrenos de la comedia dramática musical (responsable de la genial Nick and Norah’s Infinite Playlist -2008), vuelve a dar en el blanco con un proyecto noble, esta vez con la ayuda de D.B. Weiss (Game of Thrones) en el guión, y de seguro no dejará indiferente a nadie que alguna vez haya sido un adolescente geek y a quienes aprecien las sensibilidades artísticas –o musicales- retro.
Netflix no siempre la pega con sus producciones, no siempre sus contenidos se traducen en honestidad artística ni en valores más allá de la explotación comercial. Pero lo que sigue quedando claro es que sus mayores logros son los que vinculan sus contenidos a épocas donde se tenían más claros los conceptos del entretenimiento. Épocas que evocan nostalgia y reafirman que el cine no estará perdido siempre que se sepa aprender de los aciertos –y errores- del pasado.
Título: El Proyecto Adam.
Título Original: The Adam Project.
Dirección: Shawn Levy.
Intérpretes: Ryan Reynolds, Walker Scobell, Zoe Saldana, Catherine Keener, Jennifer Garner, Mark Ruffalo, Alex Mallari Jr., Milo Shandel, Lucie Guest, Braxton Bjerken.
Género: Ciencia ficción, Aventura, Comedia, Acción.
Clasificación: Apta para mayores de 13 años.
Duración: 106 minutos.
Origen: EE.UU.
Año de realización: 2022.
Distribuidora: Netflix.
Fecha de Estreno: 11/03/2022.
Puntaje: 8 (ocho)
Título: Metal Lords.
Título Original: Idem.
Dirección: Peter Sollett.
Intérpretes: Brett Gelman, Jaeden Martell, Sufe Bradshaw, Katie O’Grady, Isis Hainsworth, Teddy Van Ee, Noah Urrea, Michelle Fang, Katie McCabe, Mike D Harris, Parker Hall.
Género: Comedia, Drama, Musical.
Clasificación: Apta para mayores de 16 años.
Duración: 97 minutos.
Origen: EE.UU.
Año de realización: 2022.
Distribuidora: Netflix.
Fecha de Estreno: 08/04/2022.
Puntaje: 8 (ocho)