Por Juan Blanco
Entre copas es un film estrenado en Argentina apenas una semana después que Million Dollar Baby y una antes que El Aviador. A su vez, son tres títulos que compiten en la categoría de mejor película en la inminente septuagésimo séptima entrega de los premios Oscar. Ojo, hago mención de estos detalles porque me parece pertinente cierta comparación entre las obras. Para ser sincero, no disfruté de El Aviador, en parte por sus excesos, por el caos derivado de una puesta en escena monumental y sobrecargada. Tanto es así que no llegó a importarme la suerte de sus personajes, o al menos del principal, que era ni más ni menos que el interesantísimo Howard Hughes. Por el contrario, Entre copas me resultó uno de los filmes más interesantes (y eso que aborrezco el término por su ambigüedad) que vi en mucho tiempo. Entre otras cosas, porque me pareció honesto y sencillo, algo que comparte completamente el cine de Eastwood y que volvió a ponerse en evidencia en Million Dollar Baby.
Hay quienes creen que las películas simples, puristas y sin evidentes rasgos de artificio son las más ricas en contenido y dignas de pertenecer al séptimo arte. Me parece un paradigma pavo y falso en millones de aspectos. No obstante, sí considero que muchas veces la sencillez y la claridad de exposición suponen un mejor acercamiento a la historia que se narra, a los personajes que la excusan y a los sentimientos que movilizan al relato. El “cine simple”, a veces -y aún con sus contradicciones y con la imprecisión que arrastra el término-, es la opción más acertada para un drama. Por eso no me gustó nada El Aviador. A pesar de que la sencillez como recurso narrativo -o bien estético- no era una opción fácil para recrear la vida de semejante personaje (Hughes lo era con todas las letras), la película de Scorsese podría haber sido más clara y simple en muchos aspectos. Y eso es precisamente lo magnífico de Clint Eastwood y de Alexander Payne, dos directores sencillos, aún al momento de contar grandes historias. Pero ahora vayamos a Entre copas…una road movie que cautiva por kilómetro.
En el cine, el término road movie es sinónimo de viaje de aprendizaje. Normalmente, las películas que involucran un viaje de carretera también cuentan con personajes que deben encontrar algún sentido ausente en sus vidas, y es en ese mismo punto donde el viaje –en un doble juego entre lo literal y lo metafórico- supone desde el obligado cambio de espacio al encuentro de aquel faltante espiritual. En efecto, road movies hay muchas, quizás demasiadas como para que la fórmula aún tenga alguna posibilidad de sorprender al espectador. Y ahí es donde entra Payne con un guión que logra la invisibilidad para las convenciones a fuerza de ingenio y conmueve con un dramatismo sensible y sin abusos.
Se trata, como se aclaró antes, de una road movie, de un viaje en apariencia trivial disfrazado de despedida de soltero, pero que con el correr del kilometraje se convertirá en algo más trascendental, más valioso. Los protagonistas: dos amigos alcanzados por los cuarenta. Jack (un empático y gracioso Thomas Haden Church) está a una semana de su casamiento, motivo por el cual decide junto a su mejor amigo Miles (un formidable –y erróneamente ignorado para el Oscar- Paul Giamatti) descoser las rutas que cruzan los viñedos de California en un último paseo de libertad antes del compromiso. Jack es un actor de telenovelas y publicidad que no tiene mucho de qué jactarse, pero que lo hace de todas maneras. Es confiado, caradura y desinhibido. Pero Miles, un escritor divorciado que nunca consiguió publicar uno de sus libros, es todo lo contrario. Él es un hombre metódico, tímido, que tiene el autoestima por el piso y que sólo se siente a gusto cuando habla de vinos, su pasión, tema que maneja como ninguno y del que sabe más que cualquier otro aficionado al rubro. Y así y todo, aún con sus incompatibilidades, estos dos amigos que se quieren más allá de sus diferencias se suben al coche para disfrutar de una última aventura. Y esto es tan sólo el comienzo.
A lo largo de los 127 minutos de Entre copas (en realidad llamada Sideways, en alusión tanto a los “laterales del camino” compuestos por los viñedos como a todos esos aspectos “laterales” de la vida que pasan inadvertidos para muchos) Jack y Miles las pasarán todas. Entre vinos (con los que la película crea una constante -y acertada- analogía con las personas), algunos desvíos y paradas inesperadas, ambos conocerán gente (más precisamente a dos mujeres de la región) que promoverá a ese descubrimiento espiritual infaltable para una road movie, y afianzará la amistad de los dos más allá de lo imaginable.
El viaje de Entre copas eventualmente se acaba, pero para cada personaje empieza uno nuevo. Es un film que invita a subirse al coche al mismo tiempo que lo hacen Miles y Jack y que deja al público cómodo en sus butacas cuando termina la odisea. Una de esas que más allá de los límites de la ficción da la grata sensación de ser auténtica y de seguro se convertirá en eterna en la memoria del espectador.
Título: Entre copas.
Título Original: Sideways.
Dirección: Alexander Payne.
Intérpretes: Paul Giamatti, Thomas Haden Church, Virginia Madsen, Sandra Oh, Marylouise Burke, Jessica Hecht, Missy Doty y M.C. Gainey.
Género: Comedia, Drama, Romance.
Clasificación: Apta mayores de 13 años con reservas.
Duración: 127 minutos.
Origen: EE.UU.
Año de realización: 2004.
Distribuidora: Fox.
Fecha de Estreno: 17/02/2005.
Puntaje: 9 (nueve)