Por Pablo Arahuete
Poco importa que en Mandarinas (2013) se utilice el dispositivo cinematográfico y la puesta en escena con la funcionalidad del mensaje que el director georgiano Zaza Urushadze pretende dejar al espectador no como una lección de historia del conflicto post Unión Soviética ni tampoco como un discurso político camuflado de buenas intenciones.
La idea central de este film elegido por Estonia para competir como Mejor Película Extranjera en los Oscars de ese periodo, fue amalgamar un relato mínimo que limara diferencias entre los bandos en conflicto y así apelar a la paz mediante el diálogo, una expresión de deseo más que una realidad, teniendo en cuenta que desde aquella década del 90 a nuestros días nada ha cambiado en base a la violencia esporádica y al odio entre musulmanes y católicos en ese punto conflictivo de Georgia.
A modo de alegoría, entonces, Mandarinas siembra metáforas que giran en torno a la convivencia forzada entre dos mercenarios Ahmed (Giorgi Nakashidze) y Niko (Misha Meskhi), uno checheno y el otro georgiano, bajo la mirada de dos estonios Ivo (Lembit Ulfsak) y Margus (Elmo Nüganen), que tienen en común el cultivo y producción de mandarinas mientras intentan resistir en su propio territorio el avance de la guerra.
La casa de Ivo, pacífica, en el sentido más amplio del término, funciona de refugio cuando ambos mercenarios necesitan un lugar neutral para recuperarse de sus heridas. De esa manera, el pacto tácito de no matarse arrastra por un lado el pragmatismo de la situación límite y por otro un reblandecimiento en cuanto a la tolerancia con el enemigo.
El director apela a la puesta en escena, casi teatral, para concentrar la mirada en el reducido espacio en el que las palabras de uno y otro lado repiquetean como balas, dejan heridas pero también la chance de cicatrizar y en eso reside la mayor expectativa de Ivo y su cruzada que también es una apuesta y un cheque en blanco a que ninguno de los dos mercenarios lo traicionará.
Lo micro, entonces, para representar lo macro, opera en términos formales y conceptuales. Queda de lado la coyuntura y el contexto político singular y también las intenciones de querer explicar porque lo que está en juego en este film trasciende cualquier enfoque sesgado o parcial de la situación.
El problema es que la intención de Mandarinas se hace demasiado evidente en su armado y guión, la naturalidad queda en un segundo plano y no puede dejar de verse el entramado detrás de la anécdota, eso sin lugar a dudas, le quita eficacia aunque no resta su cualidad humana gracias a las excelentes actuaciones de los cuatro personajes.
Título: Mandarinas
Título Original: Mandariinid
Director: Zaza Urushadze
Género: Drama
Clasificación: Apta para mayores de 13 años
Duración: 87 minutos
Origen: Estonia, Rusia, Georgia
Intérpretes: Lembit Ulfsak, Elmo Nüganen, Giorgi Nakashidze, Misha Meskhi, Raivo Trass, Zura Begalishvili, Dato Khakhidze, Jano Izoria, Gia Gogishvili
Año Realización: 2013
Distribuidora: Mirada Distribution
Fecha Estreno: 07/04/2016
Puntaje: 7 (siete)