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martes, 3 diciembre 2024
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Los tonos mayores: Una fábula fantástica en Buenos Aires

Por Mónica Grau-Seto, corresponsal en España

Ana tiene 14 años y vive junto a su padre Javier, un pintor y profesor de arte. Durante las vacaciones de invierno, Ana descubre que mediante la placa de metal que tiene en el brazo por un accidente que sufrió de pequeña, ahora está recibiendo un extraño mensaje en código morse. Un cuento fantástico de música, mensajes secretos y días de invierno.

Crítica

Ingrid Pokropek debuta en su primer largometraje como directora y se atreve con un filme que mezcla una historia cotidiana con un toque de fantasía y magia, todo a través de la imaginación de Ana, una joven de 14 años. La protagonista tiene una placa metálica en el brazo, tras una operación que tuvo en la infancia, ahora ella empieza a sentir vibraciones en ese brazo y busca encontrarle algún sentido. La autora procura jugar con cierto elemento misterioso con ese momento de cambio de cuerpo, hormonal, que vive una chica en la adolescencia.

Pokropek se muestra influenciada por la literatura fantástica argentina, donde se busca un mundo realista en el cual irrumpen elementos extraños, como ya se vio en alguno de sus cortometrajes.

En este caso la muchacha vive con su padre, y tras el fallecimiento de su madre hace tiempo aún sigue traumatizada. Está en el inicio de la adolescencia y habla de amor y emociones con su mejor amiga, ambas estudian música y han descubierto que la placa que lleva en el interior de su brazo ejerce como una especie de antena o receptor de algún ritmo, juntas van anotando esas notas para componer un tema musical. Estas señales aparecen sin previo aviso, y si alguien toca el brazo de Ana también siente esas vibraciones rítmicas, descartando que este sea el latido de su propio corazón.

Hay detalles del cine de ciencia ficción como cuando ambas están visionando Close Encounters of the Third Kind (Steven Spielberg), en la cual las notas musicales que soñaban varios de los contactados son un método de comunicación creado por los extraterrestres, y esta similitud hace pensar inicialmente a la muchacha que tal vez sea un mensaje de otro planeta.

Esta ópera prima a la vez es un homenaje a la ciudad de Buenos Aires, como una especie de mapa de sonidos que nos lleva a visitar edificios, esculturas… en el que la ingenua protagonista recorre la ciudad en tren, colectivo, taxi o andando, buscando pistas de las vibraciones que recibe.

Toda la historia nace del interés de trabajar con elementos fantásticos, o tal vez paranormales, que suceden en un entorno verosímil y cotidiano. A través de explicaciones de varios personajes, a modo de microcuentos, acompañamos a la joven Ana a visitar lugares que tienen sus propias historias mágicas, convirtiéndose en una aventura urbana llena de misterios y personajes curiosos, casi como un símil del camino de baldosas amarillas como en El Mago de Oz. Como es el caso de la visita escolar que realiza en el Planetario Galileo Galilei, obra de Enrique Jan que hizo alguna especie de magia desafiando la gravedad, y mezclando páginas del libro “Crónicas Marcianas”, de Ray Bradbury, en las columnas del edificio, historias o leyendas urbanas de personas que escuchan la radio a través de una muela…

Como curiosidad, parte del filme se rodó en casa de la directora de fotografía Ana Roy, y también hay ciertos puntos autobiográficos con la guionista y directora que creció en un hogar a las afueras de la gran ciudad, ya que el hogar de la protagonista está situado en el conurbano en José Ingenieros, y de algún modo la propia Ingrid revive experiencias de su juventud y cómo era vivir allí y viajar al centro de Buenos Aires.

Vemos como la muchacha está viajando continuamente en transportes urbanos, como público asistimos a esos momentos de inconsciencia que hay a esa edad, en la que una chica no puede ser consciente del peligro de deambular de tarde o noche sola en una gran ciudad, sin apenas plata y hablando con desconocidos. Mostrando el contraste de calidez y seguridad en el hogar o cuando viaja con su padre, igual que los momentos en que está componiendo junto a su mejor amiga. En ocasiones Ana se obsesiona tanto buscando esas señales que pierde la noción del tiempo preocupando a su padre.

También replica esa emoción que todos hemos vivido y sentido en esa etapa de la vida, el paso de niñez a juventud, el acercarse a algún desconocido y sentir una conexión, vivir historias de noche que se sienten trascendentales, encontrar a otras personas con las que compartes ideas sin saber si las volverás a ver en otra ocasión.

Uno de los personajes que más simpatía despierta es Pablo, con quien se encontrará por varias casualidades, este es fan de las conspiraciones y tan pronto cree con señales extraterrestres como que pueden ser mensajes de espionaje, secuencias numéricas y también es quien propone que esos pulsos pudiesen ser similares a la comunicación del código morse, y en ningún momento duda del misterio del ritmo que siente la protagonista.

Y es que realmente la música es importante en este filme, sabe dotar de instantes oníricos y acompaña a toda la narración, compuesta por Gabriel Chwojnik, también creador del tema leitmotiv del filme titulado “La Canción del latido”.

Como si fuera una especie de “psicomagia”, promovida por Alejandro Jodorowsky, instaurada en el subconsciente de la muchacha, ella busca algún motivo sobrenatural en el ritmo que percibe en la placa de su brazo, pero a la vez sin dejar de ser una persona racional. Está viviendo un proceso de duelo tras la muerte de su madre, mientras que ve que su padre está rehaciendo su vida amorosa de nuevo, por lo que mantiene la esperanza de que sea alguna señal de su difunta madre. Y la película juega con esta sensación, que podemos creer o no, pero sin duda acompañar en esta investigación nos produce ternura por la mirada inocente de Ana.

Y del mismo modo que la música es un elemento clave para transmitir esa magia, las localizaciones y la fotografía son todo un acierto gracias al trabajo de Ana Roy, en particular por la dificultad de un rodaje con muchas tomas nocturnas, juega con saturación y contraste de color.

Una película para disfrutar con todos los sentidos, y que consigue rejuvenecer a cualquier espectador al sentir la inocencia de su magnífica protagonista (de 12 años en realidad). Sin duda, como si se tratara de un hermoso cuento, la directora nos retrata el viaje de esta niña, con sus temores y añoranza por la figura materna, y la necesidad de buscar algo mágico a su alrededor, mostrando su mirada inocente que ve belleza donde otros tal vez ni buscan.

Se estrena este jueves 19 de septiembre en cines de todo el país y el sábado 21 a las 19 hs. en Cine Arte Cacodelphia 

Título: Los tonos mayores.
Título original: Idem.
Dirección: Ingrid Pokropek.
Intérpretes: Sofía Clausen, Pablo Seijo, Lina Ziccarello, Santiago Ferreira, Mercedes Halfon y Walter Jakob.
Género: Misterio, Coming of age.
Calificación: No disponible.
Duración: 101 minutos.
Origen: Argentina/ España.
Año de realización: 2023.
Distribuidora: Independiente.
Fecha de estreno: 19/09/2024.

Puntaje: 6 (seis)

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