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jueves, 17 octubre 2024
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Cobertura de la 57ª edición de Sitges Festival Internacional de Cinema Fantàstic de Catalunya

Por Joan Segovia, corresponsal en Sitges

Día 1: Esto empieza regular

Ha vuelto como cada año el Festival Internacional de Cine Fantástico de Sitges con su 57ª edición. Este año ha sido bastante completo por lo que será mejor ir paso a paso, día a día para contaros todo lo que he visto por aquí.

El primer día a empezó totalmente gris y el cielo amenazaba con descargar en cualquier momento. Fiel a la costumbre, las sábanas se me habían pegado, haciendo que llegase tarde a recoger mi acreditación. Así que, como si fuera una señal del destino, me perdí la primera proyección del día, The Damned en el Escorxador. Pero allí estaba, cargado con tres cafés que me sostenían más que mi entusiasmo por esta primera la jornada y dispuesto a enfrentarme al resto del día en las salas. Eso sí, la falta de la sala Retiro, que está en obras este año, se hacía notar. La substitución de esta sala, de las grandes del festival, por la nueva y reformada Escorxador con solamente 120 butacas, y 0 de estas destinadas a prensa, puede que no haya sido la mejor decisión. El festival se sentía un poco cojo, como si faltara algo esencial.

Comencé el día con The Glassworker, de Usman Riaz, que tenía una premisa interesante, pero a la práctica falla en casi todo. Se vende como una historia antibelicista, pero la película prefiere enfocarse en la relación insulsa entre su protagonista, Vincent, y Alliz, la hija del coronel. La guerra, que debería ser el eje central, queda relegada a un segundo plano que apenas tiene impacto en la trama. Además, es imposible ignorar cómo el estilo visual bebe demasiado de Studio Ghibli, pero sin la gracia, ni el encanto, ni el cuidado de ese gigante de la animación. Siendo el primer largometraje de animación tradición de Pakistán, esperaba un estilo propio y una historia original y menos comercial. Riaz tiene buenas intenciones, pero una ejecución débil tanto en la narrativa como en el dibujo. Al final, lo único que resuena es una imitación fallida de obras mejores.

Un momento de The Glassworker, dirigida por el joven paquistaní Usman Riaz

Después de ese inicio fallido, Infinite Summer de Miguel Llansó parecía prometer algo más peculiar con su misterio transhumanista, pero lo único que logró es hacerme mirar el reloj. La protagonista, Mia, carece de cualquier atisbo de personalidad y todo lo que sucede parece ser porque sí, sin motivo alguno ni coherencia. La historia avanza a trompicones, acumulando escenas que intentan ser provocativas o intrigantes, pero nunca lo consiguen. Llansó, conocido por su humor extraño, aquí no logra arrancar ni una sonrisa. El final, además, no lleva a ninguna parte, quedándose en reflexiones vacías que no culminan en nada interesante. Una lástima.

Las protagonistas de Infinite Summer: Hannah Gross y Johanna-Aurelia Rosin

Finalmente, Desert Road de Shannon Triplett ofreció la mejor experiencia del día, pero tampoco está exenta de problemas. La trama de un bucle temporal en el desierto está bien planteada y, técnicamente, es notable. La atmósfera funciona, y el desierto se convierte en un escenario inquietante y claustrofóbico. Sin embargo, en una historia de este tipo, lo más importante es cómo se enlazan los acontecimientos para crear un sentido de cierre y coherencia. Aquí, ese enlace no se consigue ni lo intenta. El desarrollo va en la dirección correcta, pero Triplett no termina de conectar las piezas, dejando una sensación de insatisfacción que empaña lo que podría haber sido un buen debut.

La debutante Shannon Triplett desaprovecha una buena premisa en la de todos modos interesante Desert Road

Y así terminó el primer día. No puedo decir que haya sido una entrada triunfal al festival. Las expectativas, por ahora, siguen sin cumplirse. Mañana será otro día, con suerte mejor, pero por hoy, parece que Sitges 2024 se ha despertado con el pie izquierdo.

Día 2: La cosa va mejorando

El segundo día trajo consigo un cambio positivo. Las nubes que amenazaban lluvia se habían disipado, y un calor veraniego llegó para no marcharse. Aunque la falta de sillas para prensa en el Escorxador se notaba, la organización de mi jornada fue mucho más fluida que la del primer día. Con el café en mano y el ánimo renovado, me adentré en una selección de películas variada y, por suerte, de mayor calidad en general.

Empezando el día con The Substance, dirigida por Coralie Fargeat, resultó ser una experiencia peculiar. Esta mezcla de body horror y comedia negra giraba en torno a un producto revolucionario que prometía ser una versión mejorada de uno mismo. Visualmente impactante y con una estética que rozaba el exceso sin perder el control, la película alcanzó su mejor forma en su segunda mitad, sobre todo en los últimos veinte minutos. Demi Moore encabeza el reparto con una interpretación magnética, y aunque algunas escenas rozaban lo grotesco, el film no deja de mantener ese toque de ironía y crítica. Quizás no es una propuesta para todos, y por momentos me pareció predecible y aburrida, pero me era imposible negarme a verla.

La sustancia (2024) ya tuvo su estreno comercial en Argentina con muy buena repercusión en el público

Seguí con un clásico en la sala del Prado, Malpertuis (1971), que sigue resultando tan fascinante como perturbador. Este montaje restaurado conserva toda la atmósfera opresiva de la película original, absorbiendo al espectador en su peculiar laberinto narrativo. Aunque algunos elementos muestran signos de su época, la esencia gótica y onírica de la cinta mantenía intacto su impacto. Fue un recordatorio de lo que el cine de culto europeo podía ofrecer, lleno de misterio y horror fantástico. Cabe recordar que esta película ganó el premio al mejor guion en la segunda edición de este mismo festival.

Después de comer corriendo entre salas tocaba la propuesta italiana Body Odyssey de Grazia Tricarico, que explora el mundo del culturismo desde una óptica psicológica más que física. Mona, la protagonista, se presenta como una figura trágica, atrapada en una obsesión por su propio cuerpo, y la película logra plasmar esa relación simbiótica entre cuerpo y mente de forma efectiva. El tono introspectivo se vuelve denso por momentos, pero la potencia visual y la profundidad emocional consiguieron mantener mi interés hasta el final.

El trágicamente desaparecido Julian Sands observa atentamente en este pasaje de Body Odyssey

Justo antes de cenar tuvo su turno Nobuhiro Yamashita y su propuesta Confession (Kokuhaku). Un thriller claustrofóbico en una montaña nevada, aprovechando el aislamiento y la tensión entre los dos personajes para generar suspense. Con una duración compacta de 76 minutos, la película se mueve con agilidad, y aunque algunos giros son muy previsibles, la relación entre los protagonistas se va volviendo tensa por momentos y consigue engancharte. Es un thriller eficaz que sabe jugar bien sus cartas, apoyándose en su atmósfera y un par de giros bien ejecutados.

Nobuhiro Yamashita propone un thriller claustrofóbico en la muy escueta Confession

Y por último intenté sobrevivir al maratón La nit + Freak, en el Auditori. Una sesión de tres películas y dos cortos que empezó a la 1 de la madrugada y amenazaba con terminar a las 7 am. El primer corto, Drizzle in Johnson, es un desfase visual con una “historia” surrealista y bastante mala. En cambio, Help I’m Alien Pregnant, es un buen gag que dura lo suficiente para no volverse un error.

La primera película, Spermageddon cumplió con lo que su título prometía: una comedia de animación irreverente y escatológica que situaba la primera experiencia sexual adolescente como telón de fondo para una épica carrera microscópica dentro del cuerpo del protagonista. Aunque la premisa suena absurda, la película sorprende con un ritmo ágil, momentos genuinamente divertidos y una animación más que decente. La irreverencia y la vulgaridad no faltan, y la animación y el diseño visual lograron que la experiencia fuese entretenida, aunque es imposible no compararla con Sausage Party.

El noruego Tommy Wirkola codirige Spermageddon, comedia juvenil irreverente quizás con destino de culto

Mis fuerzas terminaron con Chainsaws Were Singing, una comedia de terror musical que abraza con orgullo su bajo presupuesto. La mezcla de gore, música y humor absurdo no siempre funciona, pero en conjunto, la película resultó divertida. Aunque pierde algo de ritmo en su parte central, la energía del reparto y la pasión del cineasta brillan por sí mismas, dejando claro que este es el tipo de película que los fans del cine de culto disfrutarán y que probablemente ganará adeptos con el tiempo.

Chainsaws Were Singing es otro filme con perspectiva de culto

Está claro que este segundo día fue mucho más satisfactorio que el primero. Las películas, aunque no perfectas, lograron mantener un nivel sólido de entretenimiento y, en algunos casos, incluso sorprender. Y aunque mis fuerzas a las 5 de la madrugada estaban en las mínimas, el festival, sin duda, comenzaba a coger ritmo.

Continuará…

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