Por Juan Blanco
Invierno Caliente -101 Reykjavík es uno de los films periféricos (por cuestiones tanto estéticas como geográficas) más extraños de la última década, y lo es justamente por el abuso que hace de su mismo carácter foráneo para dar rienda suelta a su universo. La puntería del realizador Baltasar Kormákur se luce en imágenes que reflejan con libertad absoluta los remotos y helados parajes de Islandia y sus costumbres. Claro, nos queda tan lejos y nos resulta tan ajena y desconocida, que jamás sabremos si lo que vemos en pantalla es, en efecto, la verdadera Islandia, o la arquitectura torcida de una suerte de Dr. Caligari al respecto.
Pero Invierno Caliente no sería para nada rara sin el vago de Hlynur (el parco Hilmir Snaer Guonason), su protagonista. Veinteañero largo con alma de adolescente vicioso, Hlynur no hace nada de su miserable vida, más que existir como una larva junto su pobre madre en una especie de departamento “loft” multiambientes con sillón-bañera y chiches por el estilo, atestiguando el paso de las horas frente a su computadora, y predicando el acto sexual como un deporte obligado para que la temperatura bajo cero no se convierta en el enemigo diario. Ese es Hlynur, tan desagradable como envidiable.
Casi irreal y con un alto grado de excentricidad, al igual que la película misma, la vida de Hlynur esconde muy pocas emociones. El tiempo le pasa por encima y el muchacho no se da cuenta –o lo hace pero lo niega- de que es dueño de una existencia lapidaria y con el eterno riesgo de evaporarse con la misma rapidez que cualquiera de sus placeres carnales. Pero el verdadero calor de las emociones llegará al hogar de Hlynur con el arribo de Lola (la cachonda Victoria Abril), una amiga de su madre, directo desde España y para formar –sorpresa mediante- parte de la familia.
Kormákur excusa su tragicomedia a través de un mundo con códigos muy propios que pareciera invitar más a espiar que a participar de él. Dando cabida tanto a la repulsión como a la fascinación, “la isla” de Hlynur no abre las puertas con facilidad, hasta que el amor –o la obsesión- por una mujer “inalcanzable” lo sacude hasta hacerlo aceptar su vulnerabilidad, y entonces quizás la cosa cambie, pero en realidad no mucho. Por eso si bien Invierno Caliente cautiva por sus imágenes y por la secuencia de anomalías que intrigan al espectador desde el fotograma número uno, al tiempo imposibilita su identificación por ese afán de exotismo que tanto se esmera por manifestar.
Entre el frío de los paisajes y el calor de las pasiones, entre el porte autómata del tecno-pop (con el leitmotiv del clásico Lola) y la sensualidad de las danzas españolas, y entre los saltos de acentos que fundamentan -metafóricamente- la incomunicación entre los personajes, Invierno Caliente resulta un proyecto inclasificable, tanto en el buen sentido como en el más detestable. Irrita tanto como interesa desde lo anecdótico, pero eso sí, acierta en jamás rebajarse al utilitarismo de la fotografía postal. Aunque en su ambigüedad quizás dé para tantas emociones como interpretaciones, y quizás a alguien le inspire un viaje. Yo por lo pronto no quiero saber más nada de Islandia, al menos por el momento.
Título: Invierno caliente.
Título Original: 101 Reykjavík.
Dirección: Baltasar Kormákur.
Intérpretes: Hilmir Snær Guðnason, Victoria Abril, Hanna María Karlsdóttir, Baltasar Kormákur, Ólafur Darri Ólafsson y Lilja Nótt Þórarinsdóttir.
Género: Comedia, Romance.
Clasificación: Apta mayores de 16 años.
Duración: 88 minutos.
Origen: Islandia/ Dinamarca/ Francia/ Noruega/ Alemania.
Año de realización: 2000.
Distribuidora: Alfa Films.
Fecha de Estreno: 26/12/2002.
Puntaje: 6 (seis)