Por Juan Blanco
La firma Nickelodeon tiene la magnífica particularidad de no deberle nada a nadie, tanto a nivel ideológico como en el plano estético; no al menos a nadie contemporáneo o inmediato. Carga con ese gran vicio de otorgarle a los chicos de sus historias una inteligencia y un poder de resolución prodigiosos, y que se traduce en un inmenso respeto por el público al cual se destinan todas sus aventuras: el infantil. Aunque los niños no resultan ser los únicos capaces de disfrutar enormidades cada epopeya del estudio, sino que también hay algo en su humor y en la forma de exponer sus ideas que permite que cualquier adulto se sienta en pañales de nuevo, y de repente encuentre su mirada a la altura de su hijo, sobrino, o de cualquier niño con el que haya concurrido a alguna función.
Claro está que Nickelodeon tiene mayoritariamente su hogarcito en el mundo de la televisión y en carácter de series. No obstante, de tanto en tanto incurre en el mundo del cine con adaptaciones de algunos de sus éxitos de TV, como por ejemplo ya lo hizo en dos ocasiones con Rugrats –la base de todo Nickelodeon-, luego con Jimmy Neutrón, el niño genio, ya recurriendo a una distendida animación tridimensional, y ahora lo hace de nuevo con Los Thornberrys, mucho más cerca de ese universo tradicional y disparatado de Rugrats que del modernoso del joven Neutrón.
En cuanto a esa animación con apariencia desprolija y promotora de múltiples prejuicios encontrada en Rugrats y de nuevo en Los Thornberrys, cabe destacar que si bien sus trazos no denotan demasiado control de lo que acontece en pantalla, es tan sólo una mera apariencia, y el principal atractivo de lo que hoy resulta un juego animado tan preciso como entretenido. Los gráficos son feos pero a los chicos les encantan porque tienen personalidad; quizás porque están mucho más cerca de lo que ellos mismos con su pulso torpe pueden llegar a lograr, y eso los identifica y les otorga confianza con el cartoon. Sea como sea, funcionan de maravillas.
Los Thornberrys: la película gira en torno a Eliza, una niña poco agraciada pero súper cool capaz de hablar con los animales. Siendo hija de una pareja de documentalistas que se la pasan viajando por el mundo, Eliza conoce a su corta edad más aventuras de lo que pueden hacerlo muchos mayores, y en su última pasada por el África deberá embarcarse en una odisea para salvar a un cachorro de chita secuestrado por unos cazadores, y además, prevenir el asesinato de una manada de elefantes. Pero no lo hará sola, sino acompañada de su mono Darwin, de su poco compinche hermana mayor y de un hermanastro menor medio salvaje. Aunque de lo que trata Los Thornberrys es irrelevante, ya que basta con saber que los protagonistas, o responsables de que la acción fluya y la aventura se torne adictiva, son esos pequeños héroes siempre sagaces e ingeniosos que no tienen nada que envidiarles a los adultos.
Lo piola está en ver a los niños dominar su propio mundo y ser más capaces de desentrañarlo que cualquier barbudo, así como también contemplarlos confiados de formar parte de un universo nuevo e intentar integrarlo, tal como hace Eliza con el reino animal. De esto tiende a ocuparse siempre Nickelodeon, y en tanto se mantenga en el mismo carril de ideas, a nivel anecdótico podrá quizás no superar en inventiva o en técnica a algunas de sus competencias, pero seguro siempre brillará en su independencia.
Título: Los Thornberrys: la película.
Título Original: The Wild Thornberrys Movie.
Dirección: Jeff McGrath, Cathy Malkasian.
Voces originales: Lacey Chabert, Tim Curry, Lynn Redgrave, Marisa Tomei, Rupert Everett y Tom Kane.
Género: Animación, Aventura, Comedia.
Clasificación: Apta todo público.
Duración: 85 minutos.
Origen: EE.UU.
Año de realización: 2002.
Distribuidora: UIP.
Fecha de Estreno: 23/01/2003.
Puntaje: 7 (siete)