Por Pablo E. Arahuete
La extensa filmografía del prestigioso Claude Chabrol es un excelente ejemplo del estudio minucioso sobre la burguesía, sus hipocresías y secretos. Responsable a través de sus encendidos textos críticos en los años 50 de la legendaria revista de cine Cahiers du cinêma, junto a otros directores como Rohmer y Truffaut, sus películas se caracterizan por su rigor en el detalle, en la creación de sus personajes y, por sobre todas las cosas, en su magistral manejo del lenguaje cinematográfico en todas sus dimensiones.
Además de ser uno de los íconos de la Nouvelle Vague en los 60, movimiento de cineastas que provocó una ruptura con los cánones tradicionales del cine francés de esa época, Chabrol se valió de sus policiales y thrillers para introducir su visión y punto de vista, sin concesiones, sobre las debilidades humanas, las miserias de la clase alta y las actitudes hipócritas de sus miembros, con un corrosivo humor y admirable manejo del tiempo y las situaciones.
Precisamente sobre este núcleo temático gira la compleja trama de su último film La flor del mal. El retrato de la alta burguesía aparece, en esta oportunidad, a partir del thriller con un doble enigma: un cadáver en una de las habitaciones de la gran casona de la familia Charpin-Vasseur, y un panfleto anónimo que desnuda un pasado sombrío y rodeado de sospechas, que puede poner en jaque la futura candidatura política de uno de sus miembros.
Los Charpin-Vasseur son una familia burguesa de la provincia de Bordeaux, donde se resumen tres generaciones, cuyo estigma parece estar circunscripto en la repetición de la historia familiar. La tía Line (Suzanne Flon) es una cándida anfitriona sobre la que recae la sospecha de haber asesinado a su padre, simpatizante de los nazis al finalizar la Segunda Guerra Mundial, episodio donde su hermano mayor cayó en combate tras formar parte de la Resistencia, bando opuesto al de su padre. Pese a haber sido absuelta, la circulación de un panfleto injurioso que perjudica a su sobrina Anne (Nathalie Baye), embarcada en plena campaña electoral por la intendencia de su pueblo, remueve viejos recuerdos y quita el velo de un pasado oscuro. Gèrard (Bernard Le Coq), esposo y a la vez cuñado de Anne, utiliza su farmacia como una pantalla para encontrarse con mujeres jóvenes y así mantener en alza su fama de mujeriego. Gèrard no soporta la actividad política de su mujer y mucho menos la presencia constante de su mano derecha Matthieu (Thomás Chabrol, hijo del realizador), quien la asesora y mantiene al tanto de la campaña.
El cuadro se completa con la generación más joven, Francois (Benoit Magimel), hijo de Gèrard, quien regresa a su hogar luego de tres años de estadía en Norteamérica, cuyo deseo por Michèle (Mélanie Doutey), su media hermana y prima, aún permanece intacto, como así también el desprecio hacia su padre por ser vil e hipócrita.
Así, el minucioso guión de Caroline Eliacheff teje este complicado entramado de relaciones en un clima de intriga y medios tonos, constante, donde el juego de opuestos y semejanzas es permanente y cuya ambigüedad el realizador francés se encarga de acrecentar en cada secuencia. La idea conceptual que subyace en el film y opera como enlace entre las historias es la de la culpa. La flor del mal desnuda los mecanismos de la culpa en un doble sentido: como elemento revelador y opresivo en el caso de algunos personajes (sobre los que no me voy a extender para no anticipar nada sobre la historia) y, sugestivamente, como un placer oculto y morboso que sin lugar a dudas constituye el aspecto más atractivo y oscuro de esta inquietante obra.
Por otro lado, Chabrol se las ingenia para transitar por los caminos escarpados del thriller pero toma atajos con enorme audacia para evitar convencionalismos, y deja en segundo plano la intriga con el fin de convertir al film en un calculado retrato de personajes y situaciones tensas. Cada plano se encarga de descubrir, buscar -y a veces ocultar- detalles o pistas que realzan la ambivalencia buscada desde el principio. La puesta en escena, junto a la banda sonora compuesta por Matthieu Chabrol, rica en melodías disonantes y funcionales a la imagen, logra crear una atmósfera fría e incómoda.
Resumir el mérito de La flor del mal sólo por la destreza de su realizador sería realmente injusto, porque el aporte del elenco actoral en su conjunto es tan importante como los rubros técnicos. La adorable y misteriosa tía Line y la angelical, dulce, sensual Michèle son dos personajes realmente entrañables.
La flor del mal inquieta desde el primer minuto, seduce por lo que oculta y sobre todo mantiene incólume el nombre de un gran maestro que, como un buen vino, mejora con el paso del tiempo. Deléitese.
Título: La flor del mal.
Título Original: La fleur du mal.
Dirección: Claude Chabrol.
Intérpretes: Nathalie Baye, Benoît Magimel, Bernard Le Coq, Suzanne Flon, Mélanie Doutey, Thomas Chabrol, Caroline Baehr, Henri Attal, Jérôme Bertin, Françoise Bertin, Michel Herbault, Dominique Pivain.
Género: Drama, Thriller.
Clasificación: Apta mayores de 16 años.
Duración: 104 minutos.
Origen: Francia.
Año de realización: 2003.
Distribuidora: Alfa Films.
Fecha de Estreno: 14/08/2003.
Puntaje: 9 (nueve)