Por Luis Pietragalla
Pasadizos, humedad, un alto muro que separa un castillo del exterior, un colegio de niñas, surrealismo (mezcla permanente del sueño y la vigilia) y, como rítmica, el contrapunto.
El contrapunto se da, en esta primera película de Lucile Hadzihalilovic, entre el paisaje bucólico, con su paso por las estaciones, y los graves de la música electroacústica; también entre la opulencia de los salones y la humedad de los subsuelos, así como en la confrontación de una aparente armonía con la tensión del encierro, junto con el presagio que se va instalando en el espectador de que algo terrible sucederá.
Y lo “terrible” sucede al final de la película y, claro está, no lo es tanto… si se ve desde una perspectiva adulta. No es desde este lugar donde la historia es contada, sino desde la infancia de las niñas internadas; sobre esa situación giran alegorías y metáforas, que tiñen el film de un aire misterioso; pero también de una molesta sensación que podría resumirse en una pregunta que se haría alguien mientras vea Innocence: “Estas imágenes, esas escenas, ¿quieren decir lo que está a la vista o simbolizan otra cosa?”.
Esta característica de la alegoría y el símbolo, que necesitan de un “diccionario” para saber qué quieren decir, es la causa por la que tanto Gramsci como Borges reniegan de la primera: su ser unívoca. La metáfora, en cambio, es polisémica; es decir, mucho más rica y abierta en la interpretación. La realizadora mezcla ambas. La casi dos horas de película son sostenidas de ese modo, cayendo el relato en una inevitable morosidad, que hace contrapunto (también) con la inteligencia y sensibilidad con que están manejados tanto los recursos sonoros como visuales (las partículas en suspensión -gotas, lluvia-, tan caras a Kurosawa, son empleadas con habilidad y oportunidad).
Es fatigosa la permanente decodificación a la que es sometido el espectador. Si nada de lo que se ve y escucha es lo que parece, ¿cuál es el parámetro? Recuerda a ciertas obras donde conceptos abstractos son puestos en personajes que dejan de acuitar por sí para ser símbolos caminantes.
Quien ha escrito y dirigido esta película parecería tener, por su sensibilidad e inteligencia, un futuro promisorio en el cine. Seguramente ella también, tras concretar su primer filme, (proyecto seguramente trabajado por mucho tiempo), haya llegado al fin de la inocencia.
Título: Innocence
Título original: Idem.
Dirección: Lucile Hadzihalilovic.
Intérpretes: Zoé Auclair, Astrid Homme, Lea Bridarolli y Corinne Marchand.
Género: Basado en libro, Drama, Misterio.
Calificación: pendiente.
Duración: 122 minutos.
Origen: Bélgica/ Francia/ Japón/ Reino Unido.
Año de realización: 2004.
Distribuidora: CDI Films.
Fecha de estreno: 28/07/2005.
Puntaje: 6 (seis)