Por Pablo E. Arahuete
Existe en el cine un término que proviene de los antiguos griegos y que se remonta a los tiempos de las grandes tragedias: Deus ex machina. Por lo general, lo que podría traducirse como la mano de Dios (antes de que la adoptara Maradona) se aplica como recurso narrativo de poca inventiva para cerrar o justificar un desenlace que sin la intervención de algo extraordinario no tendría una resolución lógica satisfactoria. Por eso, en las tragedias griegas el único contacto entre el mundo de los mortales y el de los dioses se producía en las situaciones límites como la muerte, donde era entregada la gracia divina (recuérdese el final de Matrix Revoluciones, en el que Neo devuelve la vida a Trinity).
Ahora bien, en Millones, nuevo opus del inglés Danny Boyle, la maquinaria divina opera como detonante de la trama, a través del punto de vista de su protagonista infantil Damián, quien cree haber recibido del cielo un bolso repleto de dinero. En realidad, el bolso con 265.000 libras es parte del botín perdido en un robo perpetrado días antes que Inglaterra adopte el euro como moneda oficial.
A Damián no es la primera vez que los dioses le comunican algo; por el contrario, el muchachito de siete años tiene revelaciones místicas con frecuencia y se acostumbró a las charlas amenas con Santa Clara, San Francisco de Asís, San Pedro o los mártires ugandeses decapitados en el siglo 19. Ninguno ha visto a Santa Maureen, su madre recién fallecida, motivo por el cual se mudó con el padre (James Nesbitt) y su hermano mayor Tony.
¿Qué hacer con el dinero, entonces? Esa es la premisa rectora que pone en juego el dilema moral del beneficio colectivo y el individual, elementos claves del capitalismo donde la brecha entre ricos y pobres es enorme. Sobre este eje se apoya la caracterización de los dos modelos a partir de los hermanos: Damián tiene con el dinero una actitud de despojo y pretende darlo a los necesitados, mientras que Tony se preocupa por acumularlo y lo utiliza para su confort o soborna a sus compañeros de escuela a fin de mantenerlos callados.
El creador de Trainspotting ensaya aquí una fábula moral en un contexto que mezcla misticismo, la tibia crítica al pragmatismo inglés y algunas muestras de realismo mágico. Todo se absorbe en un paño de ingenuidades y concesiones dramáticas. Así, el trasfondo socioeconómico, auspicioso en un principio con la curiosidad de ubicar a Inglaterra en el marco de la Unión Europea cuando en la realidad no lo hizo, queda desplazado al terreno de lo anecdótico. No obstante, el redundante drama de la familia sin la presencia materna y la infaltable aparición de una sustituta, se ve compensado por el imaginario creado por Boyle desde la puesta en escena y la articulación del relato con un buen timing y manejo de cámara.
A veces, la mezcla de registros y elementos dramáticos y fantásticos desentona con el conjunto. Algo similar le ocurría al director de Exterminio con su fallida Vidas sin reglas (1997), donde el ingrediente sobrenatural conspiraba con el relato. En Millones sucede a la inversa en la última media hora, donde el guión de Frank Cottrell Boyce se torna obvio y moralista.
Igual, siempre queda un Dios dispuesto a dar una mano.
Título: Millones.
Título Original: Millions.
Dirección: Danny Boyle.
Intérpretes: Alex Etel, James Nesbitt, Daisy Donovan, Lewis Owen McGibbon, Christopher Fulford, Pearce Quigley, Jane Hogarth.
Género: Comedia, Crimen, Drama.
Clasificación: Apta todo público.
Duración: 98 minutos.
Origen: Reino Unido.
Año de realización: 2004.
Distribuidora: Distribution Company.
Fecha de Estreno: 20/10/2005.
Puntaje: 6 (seis)