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martes, 3 diciembre 2024
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El código Da Vinci: El marketing de la fe, creer o reventar

Por Pablo Arahuete

Este mega mamotreto globalizado, tour turístico europeo por iglesias, casonas, templos y museos tras la trillada lucha de los que buscan y aquellos que pretenden ocultar, prolonga de forma torpe y concesiva la dualidad entre el Bien y el Mal.

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Si usted, internauta amigo, ya vio la película o leyó la novela, procure seguir esta cadena de asociaciones libres: Silas es el nombre del asesino albino, emisario del Opus Dei, pero también era un jugador brasileño de San Lorenzo devenido pastor evangelista; si a Langdon le suprimimos la “g” nos queda Landon, apellido de un actor ya fallecido que protagonizaba la serie Camino al cielo donde hacía las delicias de la gente, en el papel de un ángel guardián. Conclusión: el astro futbolístico tiene piel oscura y el siervo Silas es oscurantista, mientras que Michael Landon era de ojos claros y emanaba Luz.

Ahora sí, ya podemos sumergirnos en El código Da Vinci.

Sería de incrédulos buscarle un gramo de seriedad, o profundas reflexiones sobre un mito para algunos y un fundamento inatacable de fe para otros, a una película manifiestamente comercial y mediocre, producto de un boom editorial como garantía de éxito. Si la confabulación religiosa planteada por El código Da Vinci hubiese tenido un ápice de verosimilitud, a partir de un guión aparatoso, explicativo hasta el aburrimiento, que no escatima en abrumar con datos inútiles, resoluciones caprichosas y enigmas teológicos resueltos a velocidad de crucigramas, entonces sí valdría la pena perder el tiempo en su impronta herética.

Ahora bien, este mega mamotreto globalizado, tour turístico europeo por iglesias, casonas, templos y museos tras la trillada lucha de los que buscan y aquellos que pretenden ocultar, prolonga de forma torpe y concesiva la dualidad entre el Bien y el Mal. Aunque en apariencia el oscurantismo de la Iglesia Católica recaiga en las filas máximas del Opus Dei y en su banca off-shore con sede en el Vaticano, el desenlace autocomplaciente que vehiculiza -a través de Tom Hanks- el marketing de la fe como si éste fuese un vendedor de Biblias y novelas, es lo suficientemente explícito para decir “acá no pasó nada”. O mejor dicho, pasó lo de siempre: maniqueísmo, rejunte de ideas esotéricas, subestimación del público, ignorancia, y dos íconos populares que transmiten honestidad; garantía para que el espectador inunde las salas porque “si está el protagonista de Forrest Gump y la chica sensible de Ameliè no puede ser mala”.

Pero ni Robert Langdon, (Tom Hanks) devaluado Indiana Jones experto en símbolos, ni Tatou como Sophie Neveu, la criptógrafa policial, presentan algún matiz interesante o contradictorio, capaz de salvarlos de la chatura del guión o de la dirección eficiente, impersonal y desafectada del servil Ron Howard, encargado de ponerle el moño a este paquete sin sorpresas.

Si la trama de este thriller místico, donde luchan los Templarios modernos, en su afán de reivindicar el símbolo de María Magdalena como continuadora de la descendencia de Jesús (hasta el presente), contra los Dogmáticos que intentan aniquilar cualquier herejía, resulta confusa y arbitraria, eso se debe a su falta de audacia y autoindulgencia. No obstante, a raíz de la polémica suscitada por el film y motivado por la estrategia comercial, este mes el cable rescata dos obras, verdaderamente interesantes y capitales, sobre la figura de Cristo y el poder de la estructura eclesiástica, sin pinturas de Da Vinci ni asesinos albinos e irredentos: Estigma de Rupert Wainwright y La última tentación de Cristo de Martín Scorsese.

Paradoja extraña, que siguiendo la lógica conspirativa del film, podría desencadenar conjeturas acerca del incesante avance del agnosticismo en los operadores de cable; o peor aún, al revelar que esta nota esconde un anagrama disperso en las letras de mi apellido. Si lo descubren envienmé un mail, si no pidan ayuda a Robert Langdon que seguro lo saca en diez segundos y no les cobra ni un centavo, siempre y cuando ustedes le crean.

El código Da Vinci: El marketing de la fe, creer o reventar 3Título: El código Da Vinci
Título original: The Da Vinci Code
Director: Ron Howard
Género: Basado en novela, Thriller
Intérpretes: Tom Hanks, Audrey Tatou, Jean Renó, Ian McKellen, Paul Bettany y Alfred Molina
Duración: 149 minutos
Origen: Estados Unidos
Año Realización: 2006
Fecha Estreno: 18/05/2006
Distribuidora: Columbia

Puntaje 3 (tres)

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