Por Pablo E. Arahuete
Superficie y fondo. El submarino amarillo de Los Simpson se sumergió en las plácidas corrientes de la cultura pop norteamericana hace 20 años en formato de corto. Pero a diferencia de ese paisaje multicolor e imaginario que recrearan Los Beatles bajo un 
estribillo pegadizo y celestial, rodeado de majestuosidad y armonía, el de Los Simpson es más bien un “tour de force” por el oscuro océano que rodea la idiosincrasia del país más poderoso del planeta, hoy dirigido por un presidente de escaso coeficiente intelectual. En consonancia con esta idea, entonces podríamos decir que Los Simpson congeniaron mejor con Los Rolling Stones por su corrosividad frente a los valores preestablecidos, en oposición a los mensajes -un tanto blandos- que pregonaban sus flequilludos coterráneos.
Y desde 1989, cuando se instalaron en la pantalla fría de Fox, hasta el presente se han convertido en la tira animada más duradera e importante de la televisión. No hay tópico social o tema tabú que no haya pasado por algún episodio de 23 minutos a lo largo de estas 18 temporadas, donde la serie nunca abandonó su estructura de sitcom, a pesar de haber experimentado con todos los recursos narrativos viables en este tipo de formato, incluido el surrealismo y el 3-D. Pequeñas grageas de ironía y una admirable yuxtaposición de texto y subtexto sigue siendo la clave para buscar una explicación acerca del sostenido nivel que aún hoy se conserva. Es por ello que la ansiada traslación de la serie a la pantalla grande planteaba un doble desafío: ¿algo totalmente novedoso en materia de lo ya visto? o simplemente, una versión extendida para beneplácito de fans.
Sin considerarme un simpsoniano de ley, debo admitir que la primera película de esta familia disfuncional de Springfield cumple con abultada eficiencia su cometido. El film no podría ser otra cosa que un largo episodio porque, desde sus orígenes, cada entrega de esta serie animada es en sí mismo un breve film desde lo conceptual. Sobre todo por la constante meta-referencialidad a películas, géneros y un sinfín de guiños a todas las artes. Pero el plus de esta llegada al cine consiste en el nivel subversivo del humor que una veintena de guionistas -entre los históricos y otros más nuevos- supieron elaborar sin perjuicio de la natural restricción impuesta desde el canal Fox. No es un dato menor que Los Simpson nunca ha dejado de ser un dibujo animado emitido en TV de aire, aspecto que de por sí le acarrea límites. El cine significaba la chance de poder decir y mostrar eso que en la tele aparece solapado, alivianado o camuflado de sarcasmo.
Sin reparos, la anécdota que involucra a la ciudad de Springfield (aislada en una enorme burbuja del resto de los pueblos igual que el gran país del Norte en relación al resto del mundo) en una catástrofe ambiental gracias a la negligente conducta de Homero (en plena crisis matrimonial y con una conflictiva relación con su hijo, como siempre), es el pretexto ideal para arrojar una ola de chistes y reflexiones críticas. Esta vez, sobre la política de
intervención de EE.UU. en el mundo; sobre el penoso rol de los medios cooptados por el mercantilismo y con mayor énfasis contra la falsa conciencia ecológica. Pero más allá de estos ejes que interconectan la aventura, cuyo máximo protagonismo recae en Homero y Bart, el relato dialoga intertextualmente con la mitología Simpson que fue construyéndose desde aquel primer capítulo ambientado en vísperas de navidad. Una síntesis de la incorrección política que atentaba contra uno de los símbolos más defendidos por la cultura norteamericana.
En esta película su creador Matt Groening, ayudado por sus secuaces, derriban el último símbolo que quedaba en pie: la patria de los hombres justos y libres. Si hay algo que este cartoon, que supo unir diferentes niveles de realidad, nunca va a perder es el haber logrado modificar la realidad y amoldarla a su manera de percepción. En la realidad simpsoniana, el padre, la iglesia, el estado son tan nocivos como cualquier enfermedad incurable. Trastocar la realidad es una de las primeras leyes del dibujo animado, representarla desde otro lugar como lo viene haciendo este show televisivo a veces con ideas geniales y otras no tanto. Su arribo al celuloide lo confirma: el humor inteligente es subversivo.
Título: Los Simpson: La película.
Título Original: The Simpsons Movie.
Dirección: David Silverman.
Voces en español: Manuel Espinoza, Marina Huerta Nayelí Solis y Miguel Angel Botello.
Género: Basada en programa de TV, Comedia, Animación.
Clasificación: Apta todo público.
Duración: 87 minutos.
Origen: EE.UU.
Año de realización: 2007.
Distribuidora: Fox.
Fecha de Estreno: 26/07/2007.
Puntaje: 8 (ocho)
El staff opinó:
-Más allá de las obvias virtudes (intelectuales y demás…) que arrastra desde hace 18 años esta colorida familia -no más disfuncional que el mundo-, Los Simpson-La Película es un entretenimiento aplastante, incapaz de dejar indiferente aún al más reacio escéptico de la mitología simpsoniana. Inteligente, mordaz y graciosa a la vez en el 99.9% de sus instancias; y por sobre todas las cosas, sorprendentemente cinematográfica- Juan Blanco (9 Puntos)
-Las primeras temporadas fueron geniales por guiones tan cínicos como moralistas. Con la partida de Matt Groening el programa se fue cayendo hasta convertirse en una colección espuria de gags independientes. La película no se aleja de lo que vimos en estos últimos años; más que cariño hoy inspiran simpatía. Pero viniendo de Los Simpsons, eso ya es suficiente- Emiliano Fernández (6 Puntos)
-Mucha expectativa, demasiada, le juega en contra a la película sobre la familia más famosa de la televisión. Hay chistes brillantes como el del Puerco-Araña y el robot suicida pero también una estructura deficiente que se va resintiendo de a poco hasta llegar a un final deshilachado por completo. Francamente, esperaba mucho más…- Diego Martínez Pisacco (7 Puntos)
