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jueves, 21 noviembre 2024
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Black book – El Libro Negro: El “screwball espionage” vs. la ocupación Nazi

Por Juan Blanco

Es cierto que entre tanta mediocridad del cartel cinematográfico, esta última pieza de Paul Verhoeven puede que merezca ser resaltada como un producto de –mínima- calidad. Sólo que del singularísimo director de El Soldado de Orange y El cuarto hombre se esperaba mucho más, sobre todo considerando su vuelta al ruedo tras 7 años de ausencia y en su Holanda natal. Y la “cuestión” (entiéndase por gravísimo problema) es que no se trata de un Verhoeven en su temprano “registro holandés”, sino de uno quizás filmando en dicho idioma -entre otros-, territorio y bajo los modestos regímenes de una producción periférica, pero a su vez diseñando un producto para ser consumido, patentado y, por sobre todo, comprendido hoy en la Norteamérica simplista que le dio de comer las últimas dos décadas (o más…). Algo que se hace ostensible en una superficialidad formal evidente en la narrativa y puesta en escena redundantes, así como en un acartonamiento discursivo que no se corresponden jamás con la causticidad del director de Robocop, el lirismo del creador de Conquista Sangrienta, la perversión del responsable de Bajos Instintos ni tampoco el desenfreno satírico del perpetrador de Invasión; códigos de representación –entre otros tantos- que fundaron las bases artísticas de uno de los realizadores más interesantes de todos los tiempos.

Lo concreto es que la injustamente sobrevaluada Black Book – El Libro Negro no es mucho más que un cuento de espionaje clásico de manual (en el sentido más esquemático, antiguo y carente de sorpresas que quepa imaginar), o bien una especie de “screwball espionage” que de tantas vueltas que da parece más una comedia de enredos; y por supuesto, en la clave industrial que busca el producto for export. Cabe resaltar lo anterior porque a pesar de las implicancias ideológicas, o bien discursivas, que conllevaba trabajar sobre una película como Black Book (una historia de venganza en el marco de la ocupación nazi en la Holanda del 44 -entre las tantas otras tragedias relacionadas con la Segunda Guerra Mundial-), Verhoeven optó por uno de los registros más –americanamente- artificiales y errados posibles para dar forma a su última obra -“inspirada” en hechos reales- con ambiciones de épica (y que muchos aseguran ciegamente que califica como “maestra”).

Para empezar, el relato -en términos de estilo- no es consecuente con la historia que se quiere contar (a no confundirse: esto no quiere decir que no se pueda hacer “cine de género” y, digamos, “cine de contenido” a la vez, sino que esta proeza implica cierta precisión y, dado el caso, sutileza, ambas ausentes en el presente). El problema viene anclado a la manera en que este tono descuidado lleva al filme a oficiar de thriller efectista en su superficie; ese mismo que sepulta en gran medida la potencialidad dramática que Verhoeven aparenta haber intentado procurar para su obra, tiñéndola con una pátina de inverosimilitud que impide, en varias instancias de la ficción, la aceptación de las circunstancias que rodean a los personajes. Al menos esta persuasión de credibilidad no irá más allá de los ocasionales apliques de talento, y logros derivados, de algunos de los actores a cargo de la (melo)dramatización; que haber, los hay.

Dada esta disposición de recursos, en el film pasan a desfilar situaciones por demás arbitrarias (una especie de “tomala vos, dámela a mi…” con secretos que van y vienen para que la trama no decaiga), incontables vueltas de tuerca “a la David Mamet” que buscan el golpe de efecto (las múltiples traiciones y trampas), personajes cuyos comportamientos se evidencian dictados por un guion que insiste en sorprender a cualquier precio –y confusión mediante- al espectador (los tipos cambian de bando como de camiseta… si hasta hay un nazi que se hace más bueno que un Teletubbie…), y no pocas redundancias narrativas en que la información se le brinda –y repite- a la audiencia con la elementalidad que haría a la comprensión de un preadolescente (que el entramado detectivesco o los esporádicos arrebatos de “violencia explícita” –como el baldazo de mierda- no confundan el “target de público…”); los dos ejemplos capitales -aunque hay más- de tal elementalidad expositiva son: la escena en que Rachel ajusta “esos tornillos de la muerte” con el colgante que tiene la foto de sus padres asesinados (metáfora obvia, subrayada, que encima se nos intenta vender como casual), y esos minutos previos a esta misma acción en donde se destapaba la última –y enésima- “traición”, con un personaje explicando -en inglés- la conspiración a la par de la protagonista –en holandés-; todo para evitar que algún yanqui desprevenido se abatatara leyendo los subtítulos y no entendiera el final de la película. Decir esto y que Black Book nos toma por estúpidos, es más o menos lo mismo (sin mencionar el detalle de que el filme empieza por el epílogo, de modo que nadie sufra anticipadamente por el destino de la protagonista…; una de las tantas complacencias populares del cine norteamericano para el espectador facilista). Todo lo anterior NO puede NO molestar (¡y mucho!), sobre todo si se toman en cuenta los elementos puestos en juego en la historia y el tipo de proyecto que se sabe que Paul Verhoeven, en efecto, quería encarar y que evidentemente no concretó como se debía. El Libro Negro ameritaba otro registro, otra conciencia y muchísima más precisión de puesta en escena. Así las cosas, todo se reduce a la trivialización dramática que significó querer dar cuerpo a semejante tragedia dentro del esquema de un género (el espionaje clásico) que suele operar a base de excesos y artificio. Black Book es, por sobre todo, excesiva y ficticia en su corteza y por defecto poco sólida en sus connotaciones dramáticas. Y a pesar de que el cine de Verhoeven generalmente haya, y desde siempre, funcionado a base de artificio, a diferencia de casi toda su obra la tesis abordada en este último trabajo (al igual que sucedía en El soldado de Orange por su contenido similar) implicaba otro compromiso en tal empleo de recursos plásticos.

Pero a no malentender el asunto: buenas ideas hay varias (resalta, por ejemplo, el intento desmitificador de “democratización” en la construcción de personajes, donde nadie es bueno ni malo, noble ni traicionero al 100%, el empleo conceptual -y literal- del sexo y el utilitarismo emocional como herramientas vitales para la supervivencia, etc.), pero están mal expuestas, con torpeza, dando prioridad al avance de la trama sin grandes cuestionamientos y a una velocidad inapropiada para sostenerse en términos de verosimilitud. Lo cual constituye un despropósito considerando que si con algo contaba Black Book -a priori- era material y un director que en otros tiempos solía no temerle a nada y asumir un registro concreto y apropiado para sus proyectos. Este último intento del -hoy- “holandés errante” quiere ser varias cosas a la vez y por ende no termina siendo nada (o muy poco).

Aparte, amerita una mención especial la extraordinaria Carice van Houten, una mezcla de belleza y talento indiscutible y que hace mucho por la causa. Por lo demás, el viejo y querido PV nos vende, al más decepcionante estilo hollywoodense, el eterno gato por liebre. Dependerá de cada uno exigir lo que corresponde o tratar de auto-convencerse de estar degustando un plato más glamoroso del que, en realidad, tiene adelante (¿el gato se come…?). No obstante querido Verhoeven, nos has regalado tantos lujos en el pasado que -supongo- se te puede perdonar que esta vez caigas a la fiesta con este desgarbado y económico librito negro. Pero, por favor, que sea la última vez…

Título: Black book – El Libro Negro.
Título original: Zwartboek.
Dirección: Paul Verhoeven.
Intérpretes: Carice van Houten, Sebastian Koch, Thom Hoffman, Waldemar Kobus, Halina Reijn, Derek de Lint, Christian Berkel, Peter Blok.
Género: Bélica, Drama, Thriller.
Calificación: Apta para mayores de 18 años.
Duración: 145 minutos.
Origen: Países Bajos/ Bélgica/ Inglaterra/ Alemania.
Año de realización: 2006.
Distribuidora: Pachamama Cine.
Fecha de estreno: 23/08/2007.

Puntaje: 5 (cinco)

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