Por Pablo Arahuete
Así de inquebrantable resulta la relación que establece Ed Harris con el western tradicional -ese de las luchas por ocupar un territorio y defender el honor- como el vínculo que va creciendo a lo largo del relato entre los dos protagonistas de Entre la vida y la muerte, segunda incursión del actor como director. Este nuevo opus recupera la esencia del género en la medida en que no traiciona los componentes clasicistas en pos de un guiño hacia un segmento del público que cree que el western debe tener mayores escenas de acción que otra cosa. Si bien para los tiempos que corren, las películas del oeste tuvieron que adaptarse a esa impronta tal como se advierte en la remake de El tren de las 3.10 a Yuma, entre otras, cuando aparece un film de estas características no queda otra cosa que celebrarlo.
Fiel a la parquedad del género y demostrando su versatilidad como director, dado que su opera prima Pollock gozaba de una energía inusual, Harris escribió el guión basado en la novela de Robert B. Parker concentrándose más en la riqueza y matices de sus personajes que en la historia en sí misma. Y esa historia no es más que la mítica fábula del pueblo sin ley, cuyos habitantes deben acudir a los servicios de dos pistoleros para terminar con la tiranía del villano de turno, un ranchero poderoso que goza de absoluta impunidad al codearse con los más altos estratos de la política (incluido el presidente de los Estados Unidos).
Estamos situados en Appaloosa, Nuevo México, en 1882 en un pueblo que ha perdido la tranquilidad y el orden a partir de los desmanes provocados por un malvado apellidado Bragg (sobrio, Jeremy Irons). Desde el horizonte se recorta la silueta de dos hombres a caballo, con galope pausado pero decidido, dispuestos a negociar con los ciudadanos un empleo temporario: convertirse en el brazo fuerte de la ley y deshacerse del problemático Bragg. Quien lleva la voz cantante es el parco Virgil Cole (Ed Harris), famoso por su destreza a la hora de empuñar el revólver. Su ladero, de apellido Hitch (impresionante, Viggo Mortensen) transmite desde el primer minuto ese valor tan caro para los tiempos que corren, el de la lealtad. Sin prolegómenos, de entrada deberán matar a un par de cowboys en la cantina del pueblo (¿dónde si no?) para demostrar que las cosas van a cambiar. Así comenzará un relato sólido, cuyos ejes centrales serán por un lado la relación entre estos dos compañeros, que se verá jaqueada a partir de la llegada de una joven viuda (Renée Zellweger) que coquetea con ambos, y por otro lado el enfrentamiento con el temible Bragg y sus secuaces por todo el territorio.
El mayor logro de Ed Harris como guionista y también en este caso como director es haber desarrollado una historia sencilla, casi anecdótica, bajo una aparente banalidad que en realidad gana sus méritos desde el punto de vista estético por sostener una puesta en escena sobria, narrativamente pausada a los efectos de construir el trasfondo psicológico de cada uno de sus personajes; sin diálogos magistrales pero con las palabras justas; sin abuso de la voz en off explicativa, pero con la suficiente dosis de información que se necesita para que uno de los personajes logre el protagonismo que se merece. Estos son suficientes logros como para convertir a esta película en un clásico instantáneo. Sin embargo, la precisión y justeza de una primera mitad excelente se va diluyendo al entrar en la segunda mitad (excesiva en el número de falsos finales) donde pareciera que el film pierde energía en cada paso y exhibe cierta cuota de cansancio, similar al de sus personajes.
Título: Entre la vida y la muerte.
Título Original: Appaloosa.
Dirección: Ed Harris.
Intérpretes: Ed Harris, Viggo Mortensen, Renée Zellweger, Jeremy Irons, Timothy Spall, Lance Henriksen y Ariadna Gil.
Género: Western, Acción.
Clasificación: Apta todo público.
Duración: 114 minutos.
Origen: EE.UU.
Año de realización: 2008.
Distribuidora: Warner.
Fecha de Estreno: 09/10/2008.
Puntaje: 7 (siete)