Por Silvina Palmiero
Hay ciertas cosas que adquirimos hace tanto tiempo, que las damos casi por descontadas, olvidando aquel estadio en el que no las conocíamos. Por ejemplo, el saber leer y escribir. Los que gozamos de este privilegio no imaginamos lo acotado, incómodo y hostil que debe ser el mundo para quienes no tienen acceso a la palabra escrita. Hanna Schmitz, la protagonista de The Reader, es víctima del analfabetismo: los libros son para ella oprobio y fascinación, y la ignorancia constituye su mayor vergüenza y su más íntimo secreto. Todo en su vida –sus comportamientos diarios, su trabajo, sus relaciones- está gobernado por la reiteración y la disciplina, como si apegándose estrictamente a los rituales cotidianos pudiera defenderse del fantasma de lo desconocido. Hanna es rudimentaria, primitiva y distante, pero cuando Michael Berg la conoce, con sus quince años y sus instintos a flor de piel, encuentra misterio, belleza y sensualidad en esa mujer que lo dobla holgadamente en años. La película comienza siendo el recuerdo de un amor de verano intenso, que marca la iniciación sexual de Michael y el encuentro gozoso de Hanna con los libros que el muchacho le lee antes de cada encuentro (sin sospechar que ella no sabe hacerlo). Él deja de ser un niño para volverse hombre, mientras que ella abandona su automatismo y su hosquedad para volverse un poco más humana. Hasta que, cierto día, Hanna desaparece sin aviso ni explicación.
Años más tarde, siendo ya estudiante de derecho, Michael descubrirá que su primera e inolvidable amante había sido guardia en los campos de concentración nazis y, entre otras cosas, había dejado morir a un grupo de prisioneras encerradas en un recinto en llamas, hecho por el cual se la juzga y condena. En el devenir del juicio, el joven –una interpretación excelente de David Kross- se enfrenta dolorosamente con los hechos aberrantes que se relatan, a la vez que entiende por fin el origen y la raíz de los comportamientos de Hanna. He aquí lo arriesgado y provocador de la historia: el director Stephen Daldry sitúa a su protagonista- víctima en el lugar de los victimarios del Holocausto y, además, se atreve a mirarla desde el cariño y el estupor de los ojos de su amante, aún corriendo el riesgo de que algún distraído entienda que la justifica. Michael no justifica a Hanna, ni por sus recuerdos ni por la condición de iliterata que finalmente ha llegado a desentrañar; aunque le duela y su vida quede devastada por ello. Pero, aún siendo inexcusable, esa mujer elemental, de afirmaciones cándidas y de una sinceridad tan brutal que atenta contra su propia defensa, interpela al tribunal y a la sociedad toda, dejándolos sin respuestas ante cuestionamientos como “éramos guardias, era nuestro trabajo, ¿qué habría hecho usted?”. En la misma línea de razonamiento, cuando uno de los estudiantes increpa al profesor y le señala que fue su generación la que permitió que el nazismo instalara el horror en Alemania, el film –sin exculpar a los ejecutores- apunta a los otros culpables, los testigos indiferentes y los cómplices silenciosos, que intentan limpiar sus conciencias impartiendo una justicia tardía.
The reader es un film de una riqueza extraordinaria, tiene múltiples aristas y está plagado de reflexiones sobre la vida, la muerte, el aprendizaje, la culpa, la conciencia. Cuenta además con la sobresaliente actuación de Kate Winslet –una de las mejores de su carrera- que abandona su exquisito acento británico y su estilo y elegancia habituales para convertirse en esta mujer parca y limitada que expresa con economía de palabras pero con elocuente gestualidad su relación conflictiva con la lectoescritura. Aún cuando su caracterización como anciana no es del todo creíble, la calidad de su trabajo supera ampliamente cualquier defecto del maquillaje. Ralph Fiennes la acompaña a la altura de las circunstancias y resume en esa mirada melancólica tan suya el alma torturada del Michael Berg adulto.
La historia apunta en especial al rol decisivo que tiene la educación en el ser humano, definiéndolo frente a sí mismo y frente a los demás, al punto tal que Hanna prefiere asumir la responsabilidad por crímenes propios y ajenos antes de quedar en descubierto frente a un lápiz y una hoja en blanco. De ahí que su vida en la cárcel, su acercamiento a la literatura facilitado por Michael -quien ha quedado encadenado a su vida para siempre-, y sobre todo su esfuerzo autodidacta, sólo pueden ser leídos como un acto de tremendo coraje. Su contundente frase “Aprendí mucho, muchacho. Aprendí a leer” significa mucho más que sólo eso. La conquista de la palabra escrita la ha hecho por fin completamente dueña de sí misma, de su historia, de sus actos pasados, de la reflexión sobre ellos, y también de su inexorable final.
Título: The Reader.
Título Original: Idem.
Dirección: Stephen Daldry.
Intérpretes: Kate Winslet, David Kross, Ralph Fiennes, Bruno Ganz, Lena Olin, Alexandra Maria Lara, Linda Bassett, Susanne Lothar y Matthias Habich.
Género: Drama, Romance.
Clasificación: Apta mayores de 16 años.
Duración: 124 minutos.
Origen: EE.UU./ Alemania
Año de realización: 2008.
Distribuidora: Pachamama.
Fecha de Estreno: 07/05/2009.
Puntaje: 9 (nueve)
El staff opinó:
–Definitivamente esta es la mejor película del siempre “premiable” Stephen Daldry, responsable de verdaderas rutinas en cine arty como Billy Elliot (2000) y Las Horas (The Hours, 2002). Luego de un descanso en el que parece se le aclararon las ideas, regresa con un melodrama histórico centrado en el Holocausto y sostenido casi exclusivamente en la excelente labor de Kate Winslet. Mucha corrección política y profesionalidad general, nada más ni nada menos…– Emiliano Fernández (7 puntos)