Por Emiliano Fernández
Sinceramente nadie esperaba que la biopic sobre Edward Snowden a cargo de un avejentado Oliver Stone resultase tan interesante, pero las sorpresas suelen estar a la orden del día: el film constituye un recorrido minucioso por su trayectoria y formación profesional, siempre remarcando la falta de ética y escrúpulos del gobierno norteamericano…
Incluso con sus defectos, Snowden (2016) es la mejor película de Oliver Stone desde por lo menos la segunda mitad de la década del 90, lo que es mucho decir porque viene a dar de baja una racha de trabajos -en mayor o menor medida- fallidos y olvidables. Por supuesto que está más que claro que aquellos primeros años de su periplo como director y guionista ya no volverán jamás, no obstante en sus obras posteriores a Camino sin Retorno (U Turn, 1997), quizás su último opus verdaderamente redondo, a veces podemos encontrar algo de esa genialidad caótica y entusiasta que desde sus comienzos fue su marca registrada. Aquí el mismo título nos indica que el eje del relato es Edward Snowden, el ex empleado/ consultor de la CIA (Agencia Central de Inteligencia) y de la NSA (Agencia de Seguridad Nacional) que llegó al núcleo del candelero político internacional cuando en 2013 hizo públicos unos programas de vigilancia y control masivo que los gobiernos de George W. Bush y Barack Obama utilizaron para espiar a la población de prácticamente todo el globo.
De hecho, el film adopta como presente narrativo aquel famoso encuentro en un hotel de Hong Kong en junio de 2013 entre Snowden (Joseph Gordon-Levitt), la documentalista Laura Poitras (Melissa Leo) y dos periodistas de The Guardian, Glenn Greenwald (Zachary Quinto) y Ewen MacAskill (Tom Wilkinson). A partir de allí la propuesta ofrece un racconto de toda la carrera profesional del protagonista en la CIA y la NSA desde 2004 hasta la divulgación de la información y su obligado exilio en Moscú debido a la cacería de la que es objeto -hasta el día de hoy- por parte de la administración estadounidense y un cúmulo preocupante de gobiernos lacayos. En consonancia con lo que ha sido su trayectoria reciente, aquí Stone se decide por un enfoque bastante tradicional en el que combina algunos engranajes del thriller político y una base melodramática sustentada en la relación de Snowden con su novia Lindsay Mills (Shailene Woodley), la pobre mujer de turno que lo acompañó en las mudanzas/ traslados que el señor debió encarar por motivos laborales.
En muchos aspectos la película funciona como un complemento del excelente documental de la propia Poitras, Citizenfour (2014), ya que reconstruye el derrotero del joven y le brinda un contexto humanista a sus aseveraciones y a la intencionalidad primaria detrás del hecho de haberse jugado la vida para dar a conocer todas las barbaridades totalitaristas, el discurso mitómano y el ciberespionaje ejecutados por la cúpula norteamericana y su industria militar (saltan a la vista las similitudes con la persecución contra Julian Assange, el artífice principal de WikiLeaks, quien actualmente permanece confinado en la embajada ecuatoriana en Londres). El guión del realizador y Kieran Fitzgerald edifica con paciencia y astucia el entramado de vínculos de Snowden en su ascenso hacia las altas esferas de la vigilancia digital y el análisis de datos robados, una senda en la que se topa con superiores demagogos como Corbin O’Brian (Rhys Ifans), mentores en la línea del interesante Hank Forrester (Nicolas Cage) y colegas cómplices e idiotas como Gabriel Sol (Ben Schnetzer).
Afortunadamente en esta ocasión Stone deja de lado el relativismo ideológico de sus opus anteriores y se juega de lleno por una denuncia de las estratagemas fascistas de la CIA y la NSA en pos de ejercer presión a nivel interno y externo -y a favor de la consolidación de posiciones hegemónicas para los lobbistas del capital concentrado- a expensas de las libertades individuales, el enclave privado de los ciudadanos y las mismas garantías que la Constitución de los Estados Unidos ofrece a todos los habitantes. En este punto es donde aparece el alegato gubernamental lava-cerebros de una supuesta lucha contra el terrorismo, utilizado como una excusa patética para intervenir impunemente en el escenario político de otros países, asesinar a líderes sociales que oponen resistencia, boicotear negociaciones internacionales e intimidar a quien sea cuando lo consideren necesario con el objetivo de mantener “en funcionamiento” los conglomerados armamentista, energético y financiero, ejes de un paradigma imperialista que fagocita los recursos del mundo y sólo escupe fuego.
Si bien el desempeño general del director a nivel retórico es correcto y se caracteriza por su coherencia para con sus intereses y preocupaciones, nuevamente se le va un poco la mano en lo referido a la duración del film, en especial debido a cierta redundancia en algunas escenas que retratan las idas y vueltas de la relación entre Snowden y Mills, una pareja amparada en el mutismo de él y el progresismo light de ella, casi siempre convalidante -vía la pasividad- de la dialéctica laboral de los organismos de inteligencia y su fetichismo en torno al control absoluto de la vida de sus empleados. Una vez más Gordon-Levitt entrega un trabajo extraordinario y muy medido, ahora poniendo el acento en la transformación escalonada de un protagonista que comienza su carrera con curiosidad y desenfreno y la termina desencantado pero con la satisfacción de haberle pegado un buen puñetazo a los responsables de tantas mentiras y atropellos, los que a su vez respondieron con la lógica mafiosa de la venganza ante uno de los pocos adalides actuales de los derechos humanos…
Título: Snowden
Director: Oliver Stone
Intérpretes: Joseph Gordon-Levitt, Tom Wilkinson, Shailene Woodley, Rhys Ifans, Melissa Leo, Zachary Quinto, Nicolas Cage, Joely Richardson
Género: Biopic
Calificación: Apta apra mayores de 13 años
Duración: 134 minutos
Origen: Estados Unidos, Francia, Alemania
Año de realización: 2016
Distribuidora: Buena Vista
Fecha de estreno: 08/12/2016
Puntaje 7 (siete)