Por Pablo Arahuete
Que el nombre de la protagonista de este thriller, mezclado con drama y sutiles dosis de comedia, sea alusivo a un personaje que para la historia de Islandia representaba la idea de lo que se conoce habitualmente como “bandolero”, es decir alguien que se opone a las corrientes del sistema y busca desde sus actos cortar de raíz esa epidemia, es un dato no menor debido a que en este segundo opus del realizador Benedikt Erlingsson se pone en juego el paradigma capitalismo versus medio ambiente. El activismo ecológico hoy es uno de los pilares más debatibles en lo que a modos de terrorismo se conoce cuando el fundamentalismo de aquellos que buscan generar conciencia a nivel mundial recurre a sabotajes ó acciones en las que el fin justifica los medios.
Tomar una posición a favor o en contra a veces reduce las dimensiones de los conflictos que el progreso y la imposición de las reglas del capitalismo salvaje han generado en el desarrollo de las economías emergentes, sin dejar de lado la hipocresía de todos los resortes del poder económico y político ante la vulnerabilidad del planeta en su conjunto.
Por ese motivo es muy interesante el planteo sin corrección política detrás de esta historia de resistencia no pacífica encabezada por la protagonista Halla (Halldóra Geirharðsdóttir) mientras en su rutina se desempeña como una simple profesora de canto, a cargo de un coro de comunidad y con un carisma arrollador cada vez que encara por convicción la defensa de una causa que va más allá de aquello que la rodea.
La música y el canto no son otra cosa que un elemento simbólico para la resistencia y en este caso exponer en la diégesis la emisión de la fuente sonora (músicos que ejecutan la banda sonora a la par de la película), recupera un viejo recurso del cine que se llama música diegética. Además, la exposición del dispositivo narrativo genera una marca personal que en lugar de hacer “ruido” en el relato, de quedar como elemento de carácter decorativo para la trama, se acoplan dramáticamente hablando al derrotero de esta activista ecológica, quien se opone a la industria del aluminio y a un posible acuerdo comercial entre Islandia y China como uno de los tantos obstáculos políticos para el presente de su tierra y de la gente, enceguecidos por las quimeras del progreso, empleo asegurado en la industria y desarrollo sustentable que venden los políticos desde los medios o las redes sociales.
Ahora bien, un conflicto de carácter interno -que aquí no se revelará- se interpone entre los actos de sabotaje de Halla, en su modo de encarar la causa e incluso en los vínculos más próximos, así como en un planteo mucho más profundo y arriesgado que encaja a la perfección para el tono de la película, su matiz moral y hasta la idea de lucha desigual entre la mujer de la montaña, alias de la activista en cuestión y todo un sistema de control y miedo que paradójicamente que nadie controla.
No sólo Mujer en guerra es una alternativa y chance de tomar contacto con una cinematografía absolutamente desconocida y ninguneada en la cartelera latinoamericana sino que representa una manera muy creativa y dinámica de abordaje de tópicos urgentes desde el pulso narrativo de un director talentoso y la idea de cine como medio o vehículo para generar un cambio, aunque sea pequeño como cada acto de Halla o sus modos de entender el mundo de hoy.
Título: Mujer en guerra
Título Original: Kona fer í stríð / Woman at war
Dirección: Benedikt Erlingsson
Intérpretes: Halldóra Geirharðsdóttir, Davíð Þór Jónsson, Magnús Trygvason Eliassen, Omar Gudjonsson
Género: Drama, Thriller
Clasificación: Sin definir
Duración: 101 minutos
Origen: Islandia y Ucrania
Año de realización: 2018
Distribuidora: Independiente
Fecha de Estreno: 26/09/2019
Puntaje: 8 (ocho)